Por qué visitar la ciudad de Tokio
¿Eres del tipo de turista que ama las grandes metrópolis, las bocinas de los coches, el tráfico y las luces de neón? Entonces seguro que relacionas vacaciones con Nueva York, París, Berlín o Londres. ¿Qué te parece viajar a la capital de Japón? Te vamos a dar algunas razones para Tokio.
Razones para ir a Tokio
Ubicada en la región de Kanto de la isla de Honshu y dividida en 23 barrios, Tokio es una ciudad que podría decirse lo tiene todo. Combina a la perfección lo tradicional con lo moderno y es la urbe más poblada del mundo. Sólo en el centro viven… ¡8 millones de personas! Y si contamos los habitantes totales del distrito, llegamos a 36 millones, más que una gran parte de los países del planeta.
Pero más allá de que estos datos nos asusten no deberían quitarnos las ganas de visitar Tokio. Es realmente una ciudad fascinante, una experiencia maravillosa que nadie debería perderse en su vida. La cultura, las costumbres y la tecnología son sólo algunas de las razones por las que la capital japonesa es un punto en cualquier lista de un viajero.
¿Por qué visitar Tokio entonces? Aquí te ofrecemos algunas respuestas a esta pregunta:
Es la entrada a la isla
Para poder entrar a Japón debes aterrizar en Tokio. Si bien existen opciones para llegar a otras ciudades o localidades, un viaje a tierras japonesas sin pisar su capital es lo mismo que ir a París y no subir a la Torre Eiffel o a Nueva York sin caminar por la Gran Manzana.
Tiene los jardines imperiales más hermosos
Se trata del parque en las instalaciones del Palacio Imperial, lugar de residencia de la familia real. Puede ser visitado 363 días al año a excepción del 23 de diciembre (cumpleaños del emperador) y el 2 de Enero (Año Nuevo). Si puedes elegir la fecha para recorrer estos jardines no lo dudes, visítalos en primavera cuando todos los cerezos están en flor. ¡Para sacar miles de fotografías!
Cuenta con un Templo de casi 2.000 años
Se trata del templo Senso-Ji, cuya fundación tuvo lugar en el año 628. Ha sido reconstruido en varias ocasiones pero aún conserva buena parte de su obra original. Cada año lo visitan cerca de 20 millones de personas y está dedicado a la diosa de la Misericordia, Kannon. Un dato curioso, está protegido a prueba de incendios para evitar perder el gran patrimonio de su interior.
“Grandioso. Brevedad y amabilidad. Muy japonés. Me gusta.”
-Frase de la película “Perdidos en Tokio”-
Se puede ver la ciudad desde varios rascacielos
La capital japonesa es de las más modernas que podemos encontrar en todo Asia. Para obtener vistas increíbles de la urbe puedes subir a lo más alto de alguno de sus rascacielos:
- Tokyo Sky Tree: tiene 630 metros de alto y fue inaugurado en mayo de 2012. Tiene un restaurante, una torre de radiodifusión y un complejo comercial con 300 tiendas.
- Edificio de Gobierno Metropolitano: su mirador está a 240 metros de altura (no apto para los que sufren de vértigo) y si el cielo está despejado se puede ver hasta el Monte Fuji (a unos 130 km de distancia).
- Plataforma de observación del World Trade Center: está ubicado en el piso 40 y su circunferencia es de 200 metros. Sus grandes ventanales permiten ver el monorrail, el tren bala, los aviones llegar o despegar y los barcos en el puerto.
Tiene una estatua de un perro
Seguro conocerás la historia de Hachiko, ese perro que esperó 9 años a que su dueño regresara a la estación donde lo vio partir. El hombre había muerto pero, por supuesto, el can no lo sabía. Antes de viajar a Tokio te recomendamos que veas la película protagonizada por Richard Gere que cuenta lo ocurrido con este fiel animal.
Pero volviendo a la ciudad japonesa, la estatua está ubicada en la estación de Shibuya, en pleno centro comercial y entretenimiento. Es un punto de encuentro para muchos residentes y sin duda un sitio donde tomarse una fotografía (o varias)
¿Aún quieres más razones para visitar Tokio? Porque puedes atravesar Sumidagawa (principal vía fluvial), pasear por el Parque Ueno (con santuarios y por supuesto cerezos) y recorrer el barrio Asakusa (que parece haberse detenido en el tiempo).