Rye en Inglaterra, una villa detenida en el tiempo
Al sur de Inglaterra, en el condado de Sussex, se halla una población de encanto peculiar donde el tiempo parece haberse detenido: la hermosa Rye. Este rincón presume de ser una de las ciudades inglesas de trazados medievales mejor conservadas. Ubicada en la confluencia de tres ríos, este municipio queda próximo al mar, y prácticamente rodeado por agua.
Rye, un lugar encantador
Su aspecto histórico dota a la villa de un embrujo que atrapa al turista desde la lejanía. Adentrándose en sus adoquinadas calles se alzan casas de estilo Tudor con entramados de madera. Flores y verdín se asoman a los balcones y ventanas de este pueblo de cuento para recibir al viajero. Rye es un auténtico paseo por la historia a menos de una hora de la capital inglesa.
Dos arterias principales
En Rye existen dos principales calles sobre las que se articula toda la villa. La primera es la arteria principal: High Street. Aun siendo la calle más grande, no se encontrarán las repetidas franquicias de las metrópolis. En ella, predominan los comercios locales. Allí, el turista puede encontrar tiendas con tarros de los afamados caramelos de Rye. También se ubican locales de antigüedades, galerías de arte, ultramarinos y salones de té.
Esta vía es la perfecta postal que reúne el particular rostro de la Inglaterra medieval reinante. El conjunto arquitectónico de casas tudorianas entramadas con madera oscura contrasta con el adoquinado suelo.
La segunda arteria, Mermaid Street, hechiza cual canto de sirena. Esta es famosa por la Posada de la Sirena, una de las más conocidas al sur del país. Antaño segundo hogar de contrabandistas, hoy se erige como una parada obligatoria en este encantador viaje en el tiempo.
El casco más antiguo
Un castillo del siglo XIII
La zona mas antigua de la ciudad se halla en la anteriormente conocida como ciudadela. Es aquí donde se conservan los edificios más vetustos. La parte de la muralla conservada contiene la torre Ypres.
Esta atalaya fue construida como castillo en 1250 y tenía función defensiva. A lo largo del tiempo, el fortín ha ejercido de vivienda, cárcel e incluso depósito de cadáveres. Hoy, el viajero encontrará en su interior el interesante Museo de la Historia de Rye.
Quizá la zona sea el enclave perfecto para degustar el famoso fish and chips o una auténtica pinta de cerveza anglosajona. Si se acercaran las cinco, se puede disfrutar del té acompañado de unos sandwiches de pepino, como dicta la tradición. En los alrededores de Ypres se consiguen las vistas más imponentes del río Rother, fabuloso al atardecer.
Construcciones religiosas importantes
No muy lejos de la torre Ypres se puede encontrar la iglesia anglicana de St. Mary. Es una coqueta construcción religiosa con un interior algo distinto al acostumbrado. El edificio dispone de una zona de juegos habilitada para los niños e incluso área de lectura.
El exterior queda embellecido por las parcelas colindantes, de casas medievales magníficamente conservadas. Aunque todo el protagonismo se lo lleva el reloj de la torre. El motivo se debe a que es el más antiguo en funcionamiento de toda Inglaterra, sonando desde 1561. Sobre él la inscripción “ Nuestro tiempo es una sombra que pasa” recuerda que el reloj no se detiene. Ni siquiera cuando todo lo que rodea al turista parece haberlo hecho.
Ese es el embrujo que rodea a Rye. La atmósfera irreal parece haber inundado cada esquina, cada sendero, casa fachada.
“Está bien tener un final para un viaje, pero al final, es el viaje lo que importa”.
– Ernest Hemingway –
Tras las gaviotas
El repicar del reloj se ve interrumpido por el cercano sonido de las gaviotas. No hay que olvidar que Rye es una población costera, y por tanto el turista podrá visitar su playa. A tan solo tres millas de distancia encontrará una de las mejores playas de arena fina del sur inglés.
Este espléndido enclave recibe el nombre de Camber Sands, y queda comunicada con Rye a través de un sendero. Este paseo es ideal para recorrer en bicicleta o a pie. El verde y la llovizna nos acompañarán en el trayecto casi con certeza.
Al llegar a la orilla, el viajero podrá descansar sus pies sumergiéndolos en el mar del Norte. Sus frías agua calmarán el cansancio, y el murmullo del viento inundará los oídos cantando su nana de sal. Dejarse mecer por el paisaje y ser arrullados por las gaviotas serán el magnífico broche de este histórico paseo.