Historia de la Puerta de Damasco en Jerusalén
La Puerta de Damasco es una de las ocho puertas que dan acceso a la Ciudad Vieja de Jerusalén. Una de las ciudades del mundo con mayor carga simbólica y religiosa. Y hemos dicho que hay ocho puertas, aunque solo se pueden atravesar siete, ya que la conocida como Puerta Dorada permanecerá cerrada hasta que llegue el Mesías.
La Puerta de Damasco y el resto de puertas
Además de la Puerta de Damasco, ya hemos nombrado otra de las entradas históricas al núcleo antiguo de Jerusalén. Y aunque no os vamos a hablar mucho de ellas, al menos os vamos a nombrar esas puertas. Son la de Jaffa, la de los Leones, la de Sión, la de Herodes, la de Dung y la Nueva.
La entrada al mercado árabe
La última que mencionábamos, la Puerta Nueva, realmente no lo es tanto, ya que se abrió en el siglo XIX. Pero es lógico llamarla así si la comparamos con el resto. Por ejemplo, con nuestra protagonista, la Puerta de Damasco, que se abrió en el siglo XVI en las murallas de la ciudad.
En concreto, la Puerta de Damasco es una obra musulmana de 1542, ya que se creó en tiempos del emperador otomano Solimán el Magnífico, cuando este gobernaba la ciudad santa. Con ella se abrió un acceso al mercado árabe.
En la actualidad, la monumental Puerta de Damasco es una vía de entrada hacia los barrios cristiano y musulmán del corazón histórico de Jerusalén.
Dos puertas al norte de Jerusalén
Si os ubicáis en un mapa del Próximo Oriente, descubriréis que Siria y su capital se encuentran al norte de Israel. Con ese dato ya os podéis hacer idea de que la Puerta de Damasco está en el tramo norte de la muralla de Jerusalén.
Pues bien, en esta misma orientación encontraremos la Puerta de Herodes relativamente cerca. Esta, en hebreo y también en árabe es más conocida como Puerta de las Flores, por los rosetones que la adornan.
La Puerta de Damasco, la más monumental
Cada una de las puertas de la Ciudad Vieja de Jerusalén tiene su encanto. Pero cualquiera que visite la ciudad llega a la conclusión de que la Puerta de Damasco es la más monumental de todas. Se trata de una gran puerta protegida por dos torreones en los que, a modo de elemento defensivo, todavía se conservan los matacanes.
Y la puerta está en un nivel más bajo que el entorno, por lo que hay que descender una escalera para atravesarla. Eso hoy en día no es más que un paso atractivo, pero en su momento suponía una gran ventaja para los defensores de la ciudad y una debilidad para los atacantes.
Una de las primeras puertas de la ciudad
Ese aspecto tan rotundo de la actual Puerta de Damasco es el que le proporcionó el Imperio otomano. Pero antes ya hubo aquí una puerta para franquear las murallas de la urbe. Las excavaciones han hallado restos romanos que se corresponden con los tiempos del emperador Adriano, que también mandó abrir aquí una entrada en el siglo II.
Pero no solo eso, se sabe que antes, en tiempos del famoso rey Herodes, a comienzos de nuestra Era ya se había construido una puerta en este lugar.
El paso a las dos grandes calles históricas
Entrar por la Puerta de Damasco es algo que debe hacer cualquier visitante en Jerusalén. Para empezar, por su belleza y grandiosidad. Algo que todavía queda más refrendado por el bullicio que nunca falta en la zona. En parte por los propios turistas y en parte por la vecindad del zoco musulmán.
Y además, al atravesar la Puerta de Damasco se llega al punto donde confluyen dos de las arterias más importantes de la ciudad. Se trata de las calles Tariq el-Wad y Suq Khan ez-Zeit. Por cierto, ambas coinciden más o menos en el trazado que generó la urbanización romana.
En definitiva, que tarde o temprano hay que ver esta gran Puerta de Damasco. Una puerta que, además, nos puede acercar a los lugares más especiales de Jerusalén. Es el caso de la Explanada de las Mezquitas o el sobrecogedor Muro de las Lamentaciones.
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