¿Por qué visitar el Castillo Hearst en California?
El Castillo Hearst se ha convertido en una fantástica parada en las rutas que recorren el estado de California. Y es que este lugar es capaz de transportarnos a otra época dominada por el glamur y la ostentación. La época en la que vivió el magnate del periodismo William Randolph Hearst, capaz de amasar una fortuna incontable y de materializarla en esta construcción donde invirtió millones y años de trabajo. ¡Descubrámosla!
Dónde está el Castillo Hearst
Lo primero que hay que saber para visitar el Castillo Hearst es saber donde se encuentra. Pues bien, está más o menos entre dos de las grandes ciudades californianas: Los Ángeles al sur y San Francisco al norte. Pero eso sí, para llegar desde cualquier de ellas, lo ideal es seguir la carretera de la costa, a orillas del océano Pacífico. De esta manera, el viaje es todo un deleite.
Y al llegar a San Simeón, nos encontraremos las señales para seguir la ruta hasta el Castillo Hearst. No obstante, nuestro coche lo dejaremos antes de encontrar el edificio. Ya adentro, hay un centro de visitantes, donde se puede elegir el tipo de recorrido a hacer, porque la propiedad es tan grande que hay varias fórmulas para visitarla, siempre en itinerarios guiados. Para lo cual hay que llegar en autobús hasta el monumento, que dista unos 20 minutos de trayecto. Lo cual nos da idea de las dimensiones del lugar.
Si tienes tiempo, te recomendamos reservar un tour por Los Ángeles. Tendrás la oportunidad de conocer sus más famosos rincones. Una experiencia que seguro no te querrás perder.
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¿Quién fue William Randolh Hearst?
W. R. Hearst nació en 1863 y estaba destinado a levantar un grandioso imperio periodístico con decenas de diarios, emisoras de radio y revistas. El imperio que creció y creció, de manera que era tan influyente como para promover guerras o desestabilizar a los personajes más importantes de su época.
Su fortuna era tan grande como su ambición, y eso lo quiso materializar en este Castillo Hearst, que comenzó a construir en el año 1919, pero cuyas obras duraron toda su vida, hasta 1951. Ya que su personalidad, sus extravagancias y sus adquisiciones provocaban continuas interrupciones y añadidos en los trabajos. Por eso el resultado es tan ecléctico, pero lo cierto es que es en verdad increíble.
Una curiosidad: en la peli Ciudadano Kane, Orson Welles hace un retrato muy peculiar de este personaje y de su fastuoso Castillo Hearst.
El conjunto del Castillo Hearst
Cuando decimos Castillo Hearst, lo cierto es que no hay que pensar en una fortaleza, sino en un grandioso palacio compuesto por varias edificaciones y enormes jardines. Y todo ello diseñado al capricho de su fundador, quien no dudó en traer, desde Europa, estatuas de la época romana y techos de madera de la Edad Media, para decorar su palacio. Eso además de una increíble cantidad de mobiliario histórico.
Todo ese mundo nos espera en ahí. Una construcción que desde luego muestra toda la riqueza que adquirió Hearst. Pero también muestra que su pasión por las antigüedades no era simplemente coleccionismo, sino que comprar compulsivamente ese tipo de objetos era fruto de algún tipo de síndrome psicológico.
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Lo más destacado del Castillo Hearst
En total, el Castillo Hearst se compone de cuatro edificios: tres para invitados y la llamada Casa Grande familiar. Lógicamente, aquella es la más espectacular, comenzando por su fachada que la emparenta con edificios andaluces, como la Catedral de Sevilla.
Pero una vez dentro se van mezclando los elementos, desde el gran salón para reuniones al comedor, donde se descubren blasones heráldicos y artesonados de madera de origen mudéjar. Además, están las tres casas de invitados. Llamadas del Mar, del Monte y del Sol. Eso no por hablar de sus increíbles piscinas como, la de Neptuno, inspiradas en las termas romanas y decoradas con conjuntos de mosaicos propios del arte bizantino de la ciudad italiana de Rávena.
En definitiva, un lugar donde todo destila extravagancia y riqueza. Una visita que se convierte en un hito muy destacado para los viajeros que tienen la fortuna de ir descubriendo con calma la costa de California.
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