Una experiencia entre los pigmeos de Kribi, en Camerún
La ciudad de Kribi, en la costa sur de Camerún, lo tiene todo para ser un buen destino turístico. Es una ciudad acogedora, con una maravilla natural como las cascadas de Lobé y con la posibilidad de hacer un tipo de turismo cultural muy interesante. Hablamos de acercarnos a conocer al pueblo pigmeo que vive a unos cuantos kilómetros de la urbe.
Los encantos de Kribi
Más adelante os describiremos la experiencia de contactar con la población de pigmeos. Pero antes, os vamos a hablar un poquito de la ciudad de Kribi. Allí os espera un buen conjunto de hoteles, gran parte de ellos adaptados al turista europeo y americano, así que es más cómodo el alojamiento que en otras zonas de Camerún.
Estos alojamientos en Kribi la convierten en el lugar idóneo para hospedarse unos días y recorrer parte de la costa cercana del golfo de Guinea. En ese lugar nos esperan playas inmensas y sin apenas turistas, una maravilla todavía desconocida. Además, es posible descubrir cercanas aldeas de pescadores como Gran Batanga o Ebodjé.
Las cascadas de Lobé
No obstante, el gran atractivo de Kribi son las cascadas del río Lobé. Es un curso de agua que, tras recorrer esta zona del país, se va aproximando al océano Atlántico, donde desemboca. Pero no lo hace de una forma plácida y tranquila, sino con unos espectaculares saltos de agua que van formando piscinas naturales hasta llegar al mar.
Es un lugar muy fotogénico, sobre todo cuando el río baja con agua abundante. Pero también puede ser peligroso, así que hay que disfrutarlo con mucha atención para no sufrir ningún accidente indeseable en las cascadas.
A conocer a los pigmeos de Kribi
Ese mismo río Lobé se tiene que remontar para acercarnos hasta las poblaciones pigmeas que todavía viven cerca de Kribi. Se encuentran a más o menos a unos 20 kilómetros. Se trata de los pigmeos bagyelis.
Es un grupo que resiste aquí, pese a que su hábitat selvático va desapareciendo paulatinamente con la deforestación que provocan las grandes plantaciones extranjeras. De hecho, uno de los lugares que se visitan es el pueblo de Kilombo, que prácticamente está rodeado por una plantación.
Eso no significa que el camino de llegada hasta allí a través del río no sea una auténtica aventura selvática. Las riberas mantienen gran parte de la vegetación natural de estas latitudes. Y también hay que mencionar su fauna, entre la que no es nada difícil avistar monos titi.
Los pigmeos y el turismo
Como el hábitat de selva cerca de Kribi donde tradicionalmente han cazado los pigmeos va desapareciendo, se han puesto en marcha programas para que esta etnia pueda ganarse la vida gracias al turismo.
De esta manera, hay guías que nos llevarán hasta su población, guías que generalmente pertenecen a la otra etnia de la zona: los bantúes. Y no solo nos llevarán en las lanchas que remontan el río, también una vez allí harán de traductores.
Al llegar podemos ver como los bagyelis se han adaptado a los nuevos tiempos que les ha tocado vivir. Por eso, no hay que esperarse un show demasiado auténtico en cuanto a sus tradiciones.
Es cierto que tocan su música tribal y bailan sus danzas tradicionales ante los turistas. Pero, de alguna manera, se ve que son gentes a las que se les ha cambiado por completo sus formas de vida, sobre todo porque siempre han sido un pueblo cazador y ahora no pueden hacerlo.
Una visita para reflexionar
Así que si eres un viajero avispado, te darás cuenta de que no se trata de una visita cultural maravillosa. Se tiene la ocasión de ver a un pueblo agotado y un tanto desesperanzado, que ahora vive casi en exclusiva de las propinas de los turistas.
No os vamos a engañar, no será la aventura de vuestra vida. Pero también es verdad que si vais a Kribi es bueno acercarse a conocer a este pueblo de pigmeos bagyelis, gracias a la cual podremos conocer no tanto sus costumbres ancestrales como su presente. Al igual que podremos intuir el futuro que les espera.