La hermosa catedral de Santiago de Compostela
El norte de España alberga lugares de un misticismo ancestral. Allí donde se unen lo mágico y lo histórico se localiza uno de los más sacros rincones de la Cristiandad. En Galicia, al noroeste de la península ibérica, se haya el sepulcro del Apóstol Santiago, cuyos restos descansan según la tradición en la catedral de Santiago de Compostela, en la ciudad homónima.
Y en esta catedral finaliza una de las más famosas rutas de peregrinación europeas, dedicadas al santo discípulo. Pero como peregrino o simple turista, tanto el exterior como el interior del edificio bien merecen una visita. Sus hasta 97 metros de altura dejan impactados al primer vistazo. Porque las maravillas, como las meigas de esta espiritual tierra, “haberlas, haylas”, y esta catedral es indudablemente una de ellas.
Historia de la catedral de Santiago de Compostela
Según dicta la tradición, esta catedral alberga los restos del Apóstol Santiago. Por ello se convirtió en destino de peregrinación de creyentes y curiosos durante la Edad Media. La ruta santa, denominada Camino de Santiago, atrae a centenares de turistas cada año que finalizan su peregrinación en este templo. Esta obra es sin duda un tesoro arquitectónico que aporta un delicado broche final.
Actualmente es un templo de aspecto barroco, aunque su origen sea un edificio románico del siglo IX. La recargada estética otorga solemnidad y grandiosidad a la catedral, y sus dimensiones dejan boquiabierto al visitante. Una antesala a la Gloria cristiana que deleitará a aficionados de la arquitectura y fanáticos de la historia santa. Esta última se encuentra ampliamente representada tanto en el exterior como en el interior del santuario.
“Cuando se viaja en pos de un objetivo, es muy importante prestar atención al Camino. El Camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar y nos enriquece mientras lo estamos cruzando.”
– Fragmento de El Peregrino de Compostela, de Paulo Coelho –
Exteriores de infarto
Cuatro fachadas celestiales
La catedral conserva hoy día una única fachada románica orientada al sur, conocida como la de las Platerías. Al norte se halla la de Azabachería, de estilo neoclásico salpicado de barroco, y al este la fachada de Quintana.
Pero la cara más conocida de la catedral la hallamos en la Plaza del Obradoiro, con la que comparte nombre. Se ha convertido en emblema del templo y símbolo de la ciudad. La escalera renacentista que le da acceso, la explanada y esta tremenda fachada forman el principal punto turístico.
Es en esta cara oeste donde el turista podrá admirar el Pórtico de la Gloria. Esta espectacular entrada al templo es digna merecedora de su nombre, ya que está exquisitamente labrada. Reconocidas figuras de la iconografía cristiana se ven en este atrio para recibir la atenta mirada del turista.
Las torres del templo
Las principales torres que posee la catedral se ubican en la fachada del Obradoiro. Al lado derecho se asienta la primera de ellas, conocida como la de las Campanas. El nombre hace alusión a su función, pues desde ella hacen su llamada estos instrumentos. El actual cuerpo barroco reemplazó a las ancestrales torretas románicas. Gracias a las líneas verticales y al escalonamiento de los pisos, el turista percibirá una gran efecto de perspectiva.
En contraposición, a la izquierda de la cara oeste, puede verse la torre de la Carraca. Aunque ya en desuso durante la eucaristía, el instrumento sigue albergado en ella.
La tercera torre, si bien menos conocida, es la torre de la Trinidad. Observar el reloj de cuatro esferas del siglo XIX es un placer al alcance del viajero curioso. Estas tres damas de viento dan cuerpo y señorío al complejo arquitectónico.
El interior de la iglesia
La totalidad del conjunto ocupa un área de 8.000 metros cuadrados. La disposición interior es la clásica cruz latina de tres naves, tanto en el crucero como en el transepto. Este segundo se verá recorrido por el famoso Botafumeiro durante la ceremonia eucarística en días señalados.
Un espacio interesante es, sin duda, la cripta que guarda los restos sagrados. Estos fueron autentificados por la Santa Sede a finales del XIX. En la actualidad puede visitarse el lugar donde antaño descansaban las reliquias, hoy secretamente escondidas bajo el suelo del edificio.
Asimismo, también es bello de ver el claustro, de planta cuadrada y estilo gótico-renacentista. Los detalles barrocos tienen cabida allá donde el visitante pose la vista.
Un sublime lugar de recogimiento y palpable espiritualidad que gustará tanto por su belleza como por su magnificencia. La catedral de Santiago de Compostela es un destino glorioso para unas vacaciones dignas de dioses.