Una escapada a la idílica ciudad de Gante
A medio camino entre Brujas y Bruselas existe una ciudad testigo y muestra de la historia y el arte flamenco que nos transporta siglos atrás, una urbe que parece sacada de un bello cuento. El nombre de este mágico lugar es Gante. La capital de la provincia de Flandes Oriental es idónea si queremos perdernos dando un paseo por sus calles empapadas por románticos canales o disfrutar de la vida cultural y el ocio belga. Y es que ofrece al viajero todas las opciones turísticas que podamos imaginar.
Los edificios de Gante, testigos del paso del tiempo
Visitar un castillo medieval en pleno siglo XXI
El castillo de los Condes de Flandes data de finales del siglo XII y está situado en pleno centro de la población. El edificio es el símbolo característico de la región y resulta ser el diamante de la corona de la localidad.
La recreación medieval del interior de sus distintas salas, además de la vasta colección de artículos y artefactos históricos con que ha sido adornada, ayudan al visitante a remontarse a una época cuyos férreos valores se forjaron mediante mandobles y golpes de espada.
A medida que ascendamos por el interior de esta fortificación hasta llegar a su parte más alta podremos admirarnos con el esplendor ofrecido por las calles de Gante, que se han granjeado el cariño tanto de extranjeros como de los lugareños.
Si esperamos allí el atardecer tendremos la oportunidad de contemplar el extraordinario instante en que la ciudad se alumbra. El embrujo alcanza tal nivel que los más pequeños suelen asegurar haber sido capaces de distinguir un dragón en la lejanía.
La perfecta obra de restauración tanto del edificio como del foso, así como una impresionante sala de torturas, hacen de Gravensteen un espacio incomparable indicado especialmente para aquellos con inquietudes e intereses en lo referente a las culturas ancestrales.
Un trío de mucha altura
No hay mejor forma de apreciar Gante que desde las alturas. Por ello es recomendable subir como mínimo a uno de los tres torreones que la vigilan y protegen conformando un llamativo y curioso triángulo.
El campanario de Belfort fue construido en el siglo XIV. Su mirador, que se presenta a nada menos que 65 metros de altura, ofrece sin duda alguna una de las mejores panorámicas de la ciudad. Dentro encontraremos una amplia colección de campanas entre las que destaca Roland, un bellísimo ejemplar con un mitológico lagarto pintado en oro.
La segunda de estas magníficas torres que no podemos perdernos es la perteneciente a la iglesia de San Nicolás, cuyo aspecto exterior ya de por sí es digno de admiración. El templo posee una acusada y vertiginosa verticalidad que viste a la urbe con tintes góticos que llamarán nuestra atención, pero que armonizan perfectamente con la estética de toda la población.
Lo mismo ocurre con la exhuberante atalaya de la catedral de San Bavón, la basílica más importante del lugar. Su enorme fama se debe a que en ella Carlos I de España recibió su bautismo católico. Su nave central da cobijo a obras de artistas flamencos tan vanagloriados como Lucas de Heere, Rubens o Van Eyck.
“No existen tierras extrañas. Es el viajero el único que es extraño”
-Robert Louis Stevenson–
Un magnífico ayuntamiento
En Gante podemos leer la historia a través de las diferentes muestras arquitectónicas que aún conserva. Esto hace que en ella confluyan diferentes y muy variados estilos en lo que a construcciones respecta. Su ayuntamiento, conocido en holandés bajo el nombre de Stadhuis, es la mejor prueba de ello.
Esta edificación luce una fachada gótica en la calle Hoogpoort. Está decorada hasta el último resquicio lo que no dejar de contrarrestar con la pared reancentista que da al otro lado, más concretamente al Botermarkt. Esto, sumado a las múltiples banderas de que hace gala y a su céntrica situación, hacen de ella una infraestructura claramente reconocible y realmente difícil de ignorar.
Si tenemos la suerte de conseguir acceder a sus instalaciones acompañados de un guía nos deleitaremos con la hermosura de la bóveda de madera que cubre la sala del Arsenal. Asimismo, las flamantes vidrieras que esconde en la Capilla Nupcial y que representan a los condes de Flades también son dignas de mención.
Las calles de Gante, un paseo cultural e histórico
Las calles y canales de Gante piden a gritos un paseo suave que nos permita gozar de sus variopintos y económicos placeres asequibles para todos los bolsillos.
Las opciones son numerosas, desde dejarnos llevar por el embrujo romántico navegando por sus canales sobre un precioso barco a perdernos en un mercadillo de pasajes intrincados plagados de pequeños puestecitos donde se oferta prácticamente todo lo que podamos imaginar.
Aquellos que no quieran perderse ni una sola de sus atracciones deberán descender al popular Muelle de las Hierbas para contemplar el reflejo de las casas gremiales sobre las aguas del río Lys. Los más tranquilo pueden optar por acudir a un concierto de música en vivo en cualquiera de los cientos de bares y terrazas que inundan sus avenidas. Y no podemos marcharnos si probar un clásico gofre belga bañado con el exquisito chocolate de la región.
Una velada nocturna también es una gran opción. Bajo la luz de las farolas Gante está llena de vida y las serenatas bañan cada esquina de esta preciosa ciudad donde los recuerdos y la melancolía de tiempos pasados se dan la mano guardando secretos que esperan a ser descubiertos por el turista más avispado.