Salamanca: anhelarás volver a visitarla
Salamanca es una de las ciudades españolas más completas desde el punto de vista cultural. En los últimos años, la afluencia de turistas ha ido en aumento, como corroboran múltiples estadísticas de ocupación hotelera, y este ritmo no para de crecer.
Diariamente deambula por las calles de la ciudad una ingente procesión venida de todas las latitudes para disfrutar de la historia, la gastronomía y la agenda cultural de la que goza la ciudad del Tormes. Si analizamos la heterogeneidad de la oferta turística, enseguida nos daremos cuenta de la cantidad de posibilidades que ofrecen tanto la ciudad como su provincia.
Los atractivos de Salamanca
El simple hecho de poseer el hito universitario más antiguo de España atrae a Salamanca a un público culto, preocupado por el saber y por el conocimiento que guardan las vetustas baldas de su biblioteca histórica y sus aulas más ilustres. Por ello, el edificio histórico de la Universidad de Salamanca es visita obligada.
La monumentalidad de sus templos, edificios y plazas es otro motivo de atracción para un público joven y maduro, tanto de día como de noche. Es imposible abandonar la ciudad sin llevarse una instantánea de su puente romano o del verraco que aparece en El Lazarillo de Tormes en uno de sus extremos.
Imposible también olvidarse de su señorial Plaza Mayor o de las azoteas de sus siamesas catedrales. Tampoco hay que olvidar las coloridas vidrieras de su Casa Lis, a caballo entre los siglos XIX y XX y cantada en un memorable poema por el poeta salmantino Aníbal Núñez: Colgante llamarada oblicua hacia poniente.
Salamanca es poesía. Dígalo si no Fray Luis de León, catedrático que fuera de la Universidad Pontificia. O el más grande, Juan Yepes y Álvarez (San Juan de la Cruz), alumno en Salamanca del anterior.
Y el que quiera saber más, ya sabe adónde ir, por más que lo que natura non dat… Pero no importa, Salamanca, generosa, hará ver a los ciegos, hablar a los mudos, oír a los sordos, dada la proverbial generosidad helmántica.
Salamanca cultural
En Salamanca también hay espacio para los amantes del cine, del teatro y de la tauromaquia. ¡Y del flamenco! Que Salamanca, tierra de confluencias, ama –también– el cante jondo, y bastaría con mentar a Rafael Farina. Fértil en lo referido al ganado bravo, ha dado toreros como El Viti o El Niño de la Capea.
Al recorrer sus calles y plazuelas, los más curiosos pueden viajar a tiempos pasados a través de las tramas rodadas en Mientras dure la guerra (¡qué grande Don Miguel de Unamuno, rector inmenso de Salamanca!), de Amenábar. O es posible disfrutar en el Liceo de funciones como Intocables o musicales, como Rigoletto.
De gran solera son las corridas celebradas en La Glorieta con motivo de las fiestas en honor a Santa María de la Vega y también las exposiciones, como la curiosa exhibición de toreo de salón celebrada recientemente en la Plaza Mayor.
Con tanto ajetreo, ¿a quién no le ha entrado hambre?
Para ir abriendo boca, no se debe pasar por alto la potente gastronomía que ofrece la ciudad a los paladares más inquietos. Es imposible visitar Salamanca y no hacer un alto en alguna de las tascas de los aledaños de la Plaza Mayor, como el peculiar Mesón Cervantes, con su interminable variedad de tortillas rellenas y tapas autóctonas, o el cambiante y cada vez más moderno Bambú de la Prior.
Para paladares más exquisitos, la ciudad ofrece auténticas instituciones culinarias, como el Restaurante Don Mauro; o lugares donde se combina la tradición y la modernidad, como El Mesón de Gonzalo.
Otras opciones gastronómicas las ofrece la famosa calle Van Dick, enclave privilegiado para los más carnívoros. En ella se encuentran mesones especializados en tostas y carnes a la parrilla.
El ‘tardeo’ en Salamanca les pertenece a lugares con mucho encanto como Tío Vivo, O’ Hara’s o Capitán Haddock. En ellos, disfrutar de una copa rodeado de amigos resulta uno de los momentos más especiales para muchos.
La belleza de las tierras salmantinas
Después de refrescar cuerpo y alma durante una jornada en la ciudad, es turno de contactar con la naturaleza para disfrutar de un entorno más tranquilo, con una riqueza paisajística sin precedentes.
A tan solo una hora de Salamanca, podemos disfrutar de los pueblos de la sierra de Francia. Allí nos esperan lugares con tanto encanto como La Alberca o Miranda del Castañar, con su peculiar arquitectura de montaña y sus calles empedradas y atravesadas, en muchas ocasiones, por riachuelos cristalinos.
En definitiva, cultura, historia, arte, gastronomía, juventud y belleza definen a la perfección lo que podemos encontrar en esta rica tierra. Para despedirse, nada mejor que las palabras que el licenciado Vidriera dedicó a esta ciudad que enamora a todo el que la visita: “…Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”.