Recorremos el bello Paseo de Gracia en Barcelona
La llaman la “avenida del lujo” de Barcelona porque en ella se encuentran tiendas de las más reconocidas firmas de moda. Pero más allá de su espíritu comercial, el Paseo de Gracia es una atracción turística por su belleza constructiva. Aquí se descubren algunos de los inmuebles más interesantes de toda Cataluña. De hecho, alguno está declarado Patrimonio de la Humanidad. Esta avenida nos recibe hoy para mostrarnos todos sus secretos mejor guardados.
Paseo de Gracia, una avenida con mucho pasado
El Paseo de Gracia compite en interés y hermosura con los Campos Elíseos parisinos. La calle perteneció al primer proyecto para urbanizar esta zona. Era una tarea de gran importancia, puesto que unía la urbe con Gracia. Este municipio, aunque próximo, no formaba parte de Barcelona por aquel entonces.
Una vez alzado el proyecto, su enorme longitud y su hechura hicieron que la aristocracia se enamorara de esta área. A esta le siguió la burguesía más acaudalada del momento. Así, las clases más pudientes comenzaron a levantar aquí enormes edificaciones, palacetes y casonas. Como es natural, en su parte más baja, muchos de ellos contaban con cafés, restaurantes y demás espacios de interés.
Hoy en día, este bulevar es todo un escaparate de arquitectura modernista. Esta mezcla convierte al Paseo de Gracia en la tercera vía más cara de España. Lujo a cada paso y arte en las esquinas, el turista quedará extasiado.
Espacios verdes por doquier
La actual travesía fue planteada atravesando una zona rural. Por ello, quedaba mucho terreno donde poder construir en la ribera del vial. Siguiendo el modelo francés de calle aburguesada, el Paseo de Gracia disponía de amplias zonas verdes.
Los más afamados fueron los Jardines de los Campos Elíseos, además de ser los más grandes. Llegaron a tener más de 8 hectáreas y contaban con lago, laberinto, teatros y atracciones entre otros servicios. De marcada estética gala, destacaban su iluminación a la veneciana y sus fiestas nocturnas.
Actualmente, en lugar de algunos de estos parques, encontramos viviendas, teatros e incluso obras de arte arquitectónico. Aunque menos verde, este conocido paseo barcelonés sigue siendo dorado, con parterres igualmente apacibles. Un ejemplo son los Jardines del Palau, un rincón fresco donde recobrar el aliento, o Els Jardinets.
Paseo de Gracia, a la cabeza de la vanguardia
El Paseo de Gracia constituye un lujoso conjunto de diseño vanguardista. Un placer visual sin precedentes a cada paso. En la manzana impar, llamada “de la discordia”, se ubican obras de tres de los más destacados arquitectos modernistas. Sus estilos son muy diferentes, lo que dota de disparidad los edificios que flanquean esta bella avenida.
En el número 35 descubrimos la Casa Lleó Morera, del genio Doménech i Montaner. Si la fachada quita el hipo, no te pierdas la fachada posterior, con deslumbrantes vidrieras.
Más adelante, en el número 41, se halla la Casa Amatller, declarada monumento artístico. El edificio es obra de Puig i Cadafalch, y aúna el gótico catalán con el flamenco en un claro tizne modernista.
En el siguiente número se alza la Casa Batlló, del arquitecto Antonio Gaudí, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Muy cerca encontramos otra obra del genio del modernismo, la Casa Milá.
“Para hacer las cosas bien es necesario: primero, el amor; segundo, la técnica”.
-Antoni Gaudí-
Elementos decorativos
Algunos de los edificios del Paseo de Gracia constituyen el conjunto modernista más importante de Barcelona. Pero es fácil imaginar la importancia de los elementos decorativos a lo largo de la calle. La vista huye buscando en qué deleitarse y lo encuentra no solo en las fachas, sino también en la propia vía.
Destacan los 32 bancos-farola realizados en trencadís y hierro forjado. Su diseñador fue Pere Falqués i Urpi y asemejan un mosaico de cerámica unida por argamasa. De ellos nace una farola férrica con formas evocadoras. Posteriormente se añadieron las jardineras en el centro.
También es conocida la graciosa fuente construida a la salida de los Jardines del Palau. En ella, un niño sobre una piedra tallada estruja a una rana, que escupe el chorro que da de beber. Incluso se dice que da suerte tocar la boca del anfibio.