Las minas de Riotinto y su imagen de otro mundo
Dentro de la provincia de Huelva encontramos un rincón tan colorido como asombroso: la cuenca minera de Riotinto. Un nombre que tiene que ver con el río que la cruza y con su particular tono rojizo. Un paisaje, el de Riotinto, que parece de otro planeta.
Conociendo un poco más las minas de Riotinto
Aunque los primeros datos que se tienen de este emplazamiento datan del pueblo fenicio, fue la civilización romana la que comenzó a trabajar estas minas. Posteriormente, la cultura almohade también utilizó las excavaciones para generar tinturas medicinales. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando la minas funcionaron en pleno apogeo, momento en que la marca inglesa Río Tinto Company Limited empieza a explotarlas.
Museo minero, un centro de interpretación histórico
Esta edificación en su día hizo las veces de hospital minero. La visita es de suma importancia porque nos ayuda a conocer y comprender mejor los abusos a que fueron sometidos los terrenos y los trabajadores.
En el centro podemos contemplar las fotografías antiguas y piezas de aquella época para complementar la información que allí se nos ofrece. Solo así es posible comprender todos los sucesos que tuvieron lugar desde el momento de la apertura de los yacimientos y de cómo afectó aquello a la población de la zona.
Asimismo, allí también podremos visitar una réplica de la antigua mina y disfrutar recorriendo los diferentes modelos de locomotoras que pasaban por allí. Entre ellos destaca el denominado vagón Maharajah, uno de los más lujosos.
Después de empaparnos de todos los datos necesarios podemos comenzar nuestro recorrido por las minas en un ferrocarril dispuesto especialmente para ello.
El ferrocarril, tren de recorrido minero
Fueron los empresarios ingleses quienes integraron tanto la maquinaria como los accesos necesarios para su uso y paso por este paisaje. Pretendían que la mina tuviese conexión con la zona portuaria de Huelva.
La instalación de este ferrocarril supuso una auténtica revolución en el momento de su creación y es que los ingenieros se vieron obligados a adaptar las vías para que corriesen paralelas al río. Su construcción finalizó en dos años.
Además de mercancías, también servía como transporte para los obreros. De hecho, las locomotoras y los vagones estaban divididos en clases y se diferenciaban únicamente gracias al color con el que estaban pintada su parte exterior.
A día de hoy, los turistas tienen la posibilidad de realizar un pequeño recorrido en tren por las antiguas vías para disfrutar de las espectaculares vistas ofrecidas por este paraje. La contemplación de las tonalidades de este increíble lugar proporciona al espectador la sensación de haber llegado a otro planeta por su parecido con la Luna o Marte.
El río Tinto: un caudal diferente al resto
El río Tinto es de color rojo desde su nacimiento en la sierra Padre Caro. Después, a medida que avanza, la tonalidad de sus aguas va cambiando, tornándose en un color más claro similar al del vino tinto.
Las aguas de este río desprenden un olor metálico ya que están compuestas de montones de minerales y, además, poseen poco oxígeno, lo que le aporta mucha densidad. Sin embargo, algunas algas han conseguido adaptarse y vivir bajo estas duras condiciones.
En lo que respecta a la fauna, solo unos pocos animales son capaces de bañarse en el río Tinto. Entre los que suelen acercarse destacan los jabalíes, que acuden allí con el fin de eliminar posibles parásitos de su piel.
El Gobierno de España recuperó el control sobre los yacimientos en 1954 y los mantuvo operativos hasta en año 2001. No volvieron a abrirse hasta 2015, fecha en que volvieron a funcionar sus excavaciones. Este hecho supuso un empuje económico para la zona, además de un mecanismo de control del río y su caudal.
Además, hoy en día se llevan acabo diferentes proyectos de interés científico en la zona. Entre ellos, el que más llama la atención es la investigación Snorkel que trata de averiguar las similitudes que los sedimentos de este área pueden tener con Marte.
El Barrio Inglés: visita a la Vivienda número 21
Al principio, los ingleses vivían en el pueblo junto a los lugareños, pero posteriormente se fueron separando de los trabajadores. En un intento de marcar distancias construyeron el barrio de Bellavista sobre una de las colinas.
En un primer momento, alzaron una sola casa para que fuese habitada por el gerente de la compañía, sin embargo, acabó rodeada por otras diez viviendas adosadas unifamiliares. Todas ellas estaban divididas en tres plantas.
“No hace falta renunciar al pasado al entrar en el porvenir. Al cambiar las cosas no es necesario perderlas.”
-John Cage-
Las casa que aún puede visitarse es la número 21 y se encuentra en perfectas condiciones, ya que ha sido restaurada. Caminando por su interior podemos rememorar el pasado y aprender más sobre el modo de vida de aquellas lejanas gentes. Estos hogares supusieron la entrada en España de este nuevo tipo de construcciones, que se suman a otras muchas novedades que trajeron con ellos, como el fútbol.
Peña de Hierro: la expansión de la explotación minera
A unos diez kilómetros aproximadamente de las minas de Riotinto se localiza otro espacio de extracción conocido como Peña de Hierro. Dicho espacio ya fue utilizado por los romanos durante el período clásico pero no fue hasta el siglo XIX cuando obtuvo sus más altos niveles de producción.
A pesar de que cerró sus puertas en 1972 es posible visitarla por fuera. Si damos un paseo por allí también divisaremos la corta o sector exterior así como el pozo, nombre de la franja subterránea.
Aunque se encuentra muy deteriorada, tampoco nos podemos perder la necrópolis que se encuentra en los alrededores, conocida como La Dehesa. Todavía podemos ver algunos restos correspondientes a sepulturas, fosos y tumbas. En su momento este cementerio ocupaba una gran extensión pero fue poco a poco destruido debido a la minería.