Katmandú en Nepal, descubre esta tierra de leyendas
Katmandú es la capital de Nepal y la principal puerta de entrada a este país situado en la cordillera del Himalaya. Es decir, es un lugar rodeado de impresionantes montañas, que ofrecen ascensiones a los alpinistas y rutas de trekking para los senderistas expertos. No obstante, nosotros aquí intentaremos presentaros la ciudad y sus inmediaciones.
Los atractivos de Katmandú
Os vamos a hablar de varios lugares de visita obligada en Katmandú, tanto en la ciudad como en el valle. Pero más que los monumentos o el arte, lo que realmente impacta es la vitalidad de sus habitantes. Los nepalíes son gente simpática, sonriente, amable y hospitalaria.
Por eso, es muy difícil que uno no regrese encantado de este país. Y más aún si descubre maravillas como estas:
Plaza Durbar
Esta plaza es el corazón de Katmandú, y allí se levanta el Palacio Real. Un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad, pero que tras el terremoto sufrido hace unos años, está en la actualidad bastante dañado, y todo lo que se recoge con los turistas sirve para su recuperación.
Aún así la visita a la plaza Durbar es obligada en Katmandú. De hecho, una vez allí se descubre no solo el Palacio Real o Hanuman Dhoka, también hay infinidad de templos y otros palacios. Entre ellos el más curioso de todos, el Palacio de Kumari, donde vive una joven que se considera una diosa viva.
El barrio de Thamel
Si la plaza Durbar es destino de todos los turistas, lo mismo puede decirse del laberíntico barrio de Thamel. Allí es muy posible que se encuentre tu alojamiento en el caso de que hagas un viaje a Katmandú.
Es un barrio que lo tiene todo: hoteles, restaurantes, tiendas y la vida efervescente de los nepalíes. De día y de noche, porque toda la oferta de ocio nocturno se concentra aquí. En fin, que para conocer Katmandú hay que conocer este barrio, aunque eso sí, puede llegar a ser agobiante por momentos.
El templo de los Monos
Este templo budista requiere un esfuerzo, ya que se levanta en una colina de la ciudad. Y además, para ascender hasta él se deben salvar unos cuantos cientos de escalones. Al llegar se descubre porque se llama así. Aquí abundan los monos, que cobran un carácter sagrado y que campan a sus anchas por todo el recinto.
La visita al mismo es un ascenso continuo hasta llegar una altísima estupa, cargada de simbolismos y rodeada por los típicos molinos de oración de las creencias budistas. Si bien, hay que decir que en este lugar confluyen otras religiones procedentes de la India y el Tibet.
Más templos en Katmandú
Obviamente, hay muchos templos que visitar en la ciudad, pero aquí os hablaremos tan solo de dos. Uno es el de Pashupatinath, hinduista y dedicado a Shiva. Un lugar de peregrinaje constante y también de ritos funerarios. De hecho, no es extraño ver como se queman aquí los cadáveres de los fieles fallecidos. ¡Impactante!
Y otro templo destacable es el Boudhanath. Aquí está la más grandiosa estupa de Katmandú, pero sobre todo hay una atmósfera mística de lo más especial. Una espiritualidad que mantienen viva los peregrinos y la comunidad de monjes tibetanos que aquí viven.
“Una vez al año ve a algún lugar en el que nunca hayas estado antes.”
-Dalai Lama-
Excursiones por el valle de Katmandú
Hasta aquí os hemos hablado de los atractivos más reseñables de la ciudad. Pero sería imperdonable no visitar algunos de los sitios más emblemáticos del valle de Katmandú.
Uno de ellos, muy cercano, puede ser el monasterio tibetano de Kopan, cuyos lamas acogen a viajeros y si se desea los introducen en sus creencias religiosas. Un lugar de lo más sensorial: se escucha el silencio y los gongs, se respira la paz y el incienso y se ven lugares verdaderamente atractivos, como su colorida sala de oraciones.
Pero no todo es religión. También os recomendamos el desplazamiento hasta Nagarkot, a tan solo 30 kilómetros de Katmandú, aunque el desplazamiento es muy lento. Eso sí, tanto ese viaje como el ascenso de madrugada a su mirador, merece la pena. Ante vuestros ojos veréis una amplia panorámica de las montañas del Himalaya. Otro de los recuerdos imborrables de un viaje a Katmandú.