Edward Hopper y sus retratos de la vida estadounidense
El pintor de la soledad estadounidense contemporánea es también uno de los principales representantes del realismo del siglo XX. A lo largo de su carrera, Edward Hopper no recibió el reconocimiento que se merecía. Pero hoy en día se ha convertido en un icono cuyas obras muestran la realidad de la sociedad moderna. ¿Por qué no lo conocemos más a fondo?
Algunos datos de interés sobre Edward Hopper
Este artista, enmarcado en el realismo americano, nace en Nyack el 22 de julio de 1882. Se trata de una pequeña ciudad a orillas del Hudson. Pronto asistió a la New York School of Art, donde tuvo como profesor al pintor Robert Henri, entre otros. Este le anima a liberarse de las normas académicas y buscar su propia voz.
Poco después, Hopper consigue su primer trabajo como ilustrador publicitario y tendrá la suerte de poder viajar a Europa en varias ocasiones. Así, se apasiona por el arte y la cultura del Viejo Continente. En especial, le atraen maestros como Degas, Manet, Pisarro y Monet, pero también sentirá especial predilección por el genio de Goya.
En 1910 se establece permanentemente en Nueva York, donde vivirá hasta el final de sus días. Ya en 1924 contrae matrimonio con Josephine Nivison, que le sirvió como modelo en múltiples obras. A pesar de que Hopper se relacionó en un principio con diferentes grupos interesados en la temática americana, pronto perfiló un estilo personal y único.
También se dedicó temporalmente a cultivar otras técnicas como el grabado, a punta seca y aguafuerte. Serán estas producciones las que por fin le valdrán prestigiosos reconocimientos, por lo que en 1933 el MoMA le dedica a Hopper la primera retrospectiva de su carrera.
A pesar de todo, Hopper no alcanzará auténtica fama hasta después de su muerte, el 15 de mayo de 1967. Hoy en día, es reconocido como uno de los grandes creadores del siglo XX.
El estilo artístico irrepetible de Edward Hopper
El pintor es célebre por plasmar la vida y la rutina americanas. Se recrea en escenas cotidianas, presentando a sus personajes siempre desde el punto de vista del voyeur, transmitiendo melancolía y soledad. De este modo, su vocación plástica evoluciona hacia un crudo realismo que nos acerca a la América de la Gran Depresión.
Nos presenta individuos con una evidente tranquilidad, supuestamente inmersos en el ‘sueño americano’, que se comportan de manera mecánica. Así, Hopper consigue un escenario prácticamente cinematográfico, unido a un singular empleo de la luz.
La mayoría de sus obras tienen lugar en sitios públicos: hoteles, estaciones, bares o cafeterías. Pero son espacios poco animados que subrayan el dramatismo y el aislamiento de sus protagonistas. Todo ello se funde con un estudiado contraste entre luces y sombras, haciendo que la producción de Hopper sea especialmente atractiva.
Cuando observamos sus cuadros y los recorremos con la mirada, comprendemos la añoranza que destilan estos sujetos, que guardan secretos inconfesables. Las figuras parecen estar paralizadas por el tiempo, esperando que algo suceda para salir de esa soledad.
La colección de piezas de Hopper es bastante reducida, pues el artista trabaja de manera pausada. Aunque eso no quita que sus obras sean brillantes, ¿te gustaría conocer los detalles de las más célebres?
Automat (1927), uno de los primeros lienzos esenciales de Hopper
Para contemplar este cuadro tenemos que viajar hasta el Des Moines Art Center, en Iowa. Un automat era una cafetería típica de los años 20, en la que no había camareros y solo existían unas máquinas de café. Así, el tipo de local escogido acentúa el carácter solitario de la mujer, sentada sin nadie alrededor mientras la noche se apodera de la ciudad.
En sus creaciones, Hopper solo sugiere para que el espectador imagine el resto de la historia. Aquí vemos a una chica en actitud melancólica y elegantemente vestida. ¿Una cita que salió mal? ¿Un día horrible en el trabajo? Por todo ello, la quietud nos llena de un cierto desasosiego al no saber con certeza el motivo del gesto triste de la protagonista.
Habitación de hotel (1931), una pieza de Hopper en España
El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid es el propietario de esta pintura en la que, de nuevo, asistimos a una escena desde el punto de vista del voyeur. Aquí contemplamos una habitación cualquiera en la que una joven está sentada al borde de la cama, con aspecto cansado. Esta consulta los horarios del tren y aún tiene las maletas sin deshacer.
En conclusión, no dejes de fascinarte con los colores brillantes de la paleta de Hopper en un espacio frío y pequeño. Un espacio que cual acrecienta la sensación de desasosiego.
New York movie (1939), en el MoMA
En este caso, Hopper nos traslada a una sala de cine y nos muestra dos escenas bien diferenciadas. Por una parte están los espectadores, sentados en sus butacas, disfrutando del espectáculo. Por otra, la figura de la acomodadora, aislada en un rincón, es la que capta toda nuestra atención.
Para esta obra su mujer, Jo, sirvió de modelo. Es ella quien personifica a esta mujer solitaria en el pasillo, enfrascada en sus propios pensamientos.
Oficina por la noche (1940),la rutina americana a través de los ojos de Hopper
Para conocer este cuadro tendremos que visitar el Walker Art Center de Minnesota. En esta ocasión, nos colamos en una típica escena de oficina norteamericana de los años 30. Hopper desarrolla un juego de luces superpuestas que provienen de tres puntos: el techo, la lámpara de la mesa y la calle.
Todo esto nos confirma que es de noche, mientras esta pareja sigue trabajando. La mujer busca documentos y el hombre estudia unos papeles con gesto de preocupación. Una vez más, el misterio por no conocer la relación entre los personajes y la falta de interacción inundan la imagen.
Nighthawks (1942), una de las obras maestras de Hopper
Esta pieza se encuentra en el Instituto de Arte de Chicago y su título significa ‘halcones de la noche’. En este escenario vemos a los personajes en un diner de Greenwich Village, que ya no existe. Asimismo, se nos presenta una calle vacía a altas horas. Mientras, en el interior del local tres clientes trasnochan y están sumergidos en sus preocupaciones.
Para acentuar más el carácter aislado, el camarero tampoco muestra atención al resto de individuos. Por encima de todo, destaca el genial tratamiento de las luces que iluminan toda la calle.
Sol de la mañana (1952)
En esta hermosa creación, que se exhibe en el Museo de Arte de Columbus, Hopper sitúa de nuevo a su amada Jo como modelo. La presenta sentada en la cama, mirando por la ventana mientras que la luz del sol la baña por completo. Su mujer tenía 69 años cuando posó para esta obra, por lo que el artista nos muestra el buen aspecto que conservaba.
Sin embargo, no hay ornamentos y el lienzo es de una extrema sencillez. Solamente llama nuestra atención el fuerte contraste entre interior y exterior, permitiendo al espectador colarse en la intimidad del personaje. El silencio lo invade todo, ya que, como el propio Hopper afirmaba, “si pudiese decirse con palabras no sería necesario pintar”.
- Gibson, S. (2017). Nighthawks. In Paradise. https://doi.org/10.2307/j.ctt1ffjjvd.26
- Jr., G. H. R., & Levin, G. (2006). Edward Hopper: An Intimate Biography. The Journal of American History. https://doi.org/10.2307/2945069