Eduardo Chillida: dónde encontrar sus esculturas más célebres

Chillida nos dejó una obra inmensa. Buena parte la podemos admirar en diferentes puntos de España. Visitamos algunos de ellos.
Eduardo Chillida: dónde encontrar sus esculturas más célebres
Begoña Ibáñez

Escrito y verificado por la historiadora del arte Begoña Ibáñez.

Última actualización: 22 abril, 2019

Aunque sus primeras obras tenían un carácter mas figurativo, inspiradas en el arte griego arcaico, Eduardo Chillida es uno de los grandes genios de la escultura abstracta. De su interesante trabajo vamos a hablar en las siguientes líneas.

Las piezas de Chillida tienen un marcado carácter monumental, jugando con los volúmenes y las masas. Trabajó sobre todo el hierro y el hormigón, siendo uno de los afamados continuadores del camino iniciado por Julio González y Pablo Picasso.

En 1951 se instaló en el País Vasco junto a su esposa y comenzó a trabajar en una fragua. Fue a partir de entonces cuando surgieron sus trabajos más representativos. Muchos los encontramos al aire libre y otros en diferentes museos. El legado de Chillida es muy extenso, dejó miles de obras para la posteridad.

Rumor de límites, uno de los primeros trabajos en hierro de Chillida

Vista de "Rumor de límites"
“Rumor de límites” – @museobilbao

Se trata de una serie de siete esculturas en hierro iniciada en 1958. En estas piezas podemos comprobar cómo Chillida comienza a explorar lo que el mismo denominaba “espacio interior”, el vacío.

Acosar, poner trampas a ese espacio, dejarlo libre y fluido, tal es la razón misma de la obra.

-Eduardo Chillida-

Supone un ensayo estupendo y un preludio de sus posteriores obras públicas más esenciales. Uno de los mejores ejemplos de esta serie lo podemos encontrar en la colección de la Fundación Banco Santander de Madrid.

Obras en alabastro realizadas por Chillida

Pieza de alabastro en el Museo Chillida-Leku
Museo Chillida-Leku / gemawla2 / Flickr.com

En 1963 el escultor vasco realiza un revelador viaje a Grecia. Tras este periplo, comienza a sentir un especial interés por la luz. Se olvida del hierro y comienza a trabajar el alabastro para captar los diferentes efectos de esa luz.

El alabastro es un material más dúctil y desprende claridad desde su núcleo. Es el diálogo que está buscando, un material traslúcido para que la luz pueda atravesarlo.

El “arquitecto del vacío” juega con las formas geométricas y deja espacios por donde el destello pueda pasar. Su primera obra en alabastro es de 1965, Homenaje a Kandinsky. Desde este momento, creará más de 40 tallas con este material, destacando las series Elogio de la luzElogio de la arquitectura.

Muchas de las esculturas que pertenecen a estas series las podemos contemplar en el Museo Chillida-Leku, en Hernani, Guipúzcoa. En este inmenso espacio de jardines junto a un caserío se logra esa fusión entre arte y naturaleza que buscaba el artista.

Las obras no están ordenadas cronológicamente, cada visitante se deja guiar por su intuición. Chillida compró la finca en 1983 y en ella distribuyó la mayor muestra de su trabajo. Soñaba con qué un día sus esculturas descansaran aquí y las personas caminaran entre ellas en plena naturaleza. Un sueño que pudo ver cumplido.

Cerrado durante años por culpa de la crisis, acaba de volver a abrir sus puertas y es una oportunidad de oro para conocer las principales piezas de Chillida en un lugar que el propio genio pensó para ello.

La sirena varada

La Sirena varada de Chillida
“La sirena varada”- Zaqarbal / Wikimedia Commons

A partir de 1971 Chillida empieza a trabajar con el hormigón armado. Al año siguiente verá la luz su primera obra en este material, La sirena varada. Originalmente, este trabajo llevaba por nombre Lugar de encuentros III.

Esta pieza de enormes dimensiones que desafía las leyes de la gravedad se puede ver en el Museo de Arte Público del paseo de la Castellana, en Madrid. La escultura está suspendida por cables de acero bajo el puente Enrique de la Mata Gorostizaga. Es una oportunidad para comprobar la magnífica integración entre obra y espacio.

Una de las más insignes esculturas de Chillida, el Peine del viento

"Peine del Viento" de Chillida
“Peine del viento”

Este trabajo es, indudablemente, uno de los mas afamados del artista. Es el resultado de una serie que Chillida había iniciado más de quince años atrás y cuyas piezas fundamentales coloca en 1977. El lugar elegido es un extremo de la bahía de La Concha, justo al final de la playa de Ondarreta, en San Sebastián.

Estamos ante un conjunto de tres esculturas hechas en acero autopatinable para resistir la erosión. Llegan a pesar unos 10 000 kilogramos cada una, se agarran a las rocas y desafían una vez mas la fuerza de la gravedad.

Tres piezas para representar el pasado, el presente y el futuro, construyendo un espacio en el que la naturaleza y el ser humano se unen. Chillida nos ofrece una obra abierta para que cada cual se enfrente a ella y saque su propia interpretación, para cuestionarnos el futuro mientras miramos al horizonte.

La construcción arquitectónica que contiene las tres piezas es de Luis Peña Ganchegui. Está acondicionada con salidas de aire y agua, gracias a a las olas que rompen contra las esculturas. Es un escenario para soñar. Una serie en la que seguirá trabajando y que tiene aquí su mejor ejemplo, en un diálogo con el Cantábrico.

El Elogio del agua

"Elogio del agua" en Barcelona
“Elogio del agua” – Xaxat / Wikimedia Commons

Nos encontramos con una obra de hormigón de más de 50 toneladas que fue realizada in situ, en el parque de la Creueta del Coll de Barcelona. Se inauguró en 1987 y el propio Chillida eligió el emplazamiento cuando el parque aún no estaba concluido.

La gran escultura está suspendida sobre un lago gracias a cuatro cables de acero sostenidos en la montaña. Se trata de un homenaje al agua en el que juega de nuevo con el espacio y la naturaleza que hay alrededor.

El Elogio del horizonte

Vista de "Elogio del Horizonte"
“Elogio del horizonte”

Esta impresionante escultura de hormigón se instala en 1990 en el Cerro de Santa Catalina, en la ciudad de Gijón. Se siguió la técnica del encofrado, igual que en la mayoría de los trabajos anteriores de Chillida en hormigón. El artista busca darle a la pieza un aspecto rudimentario, un color tierra, un hormigón visto.

Quería mostrar el contacto con el paisaje. Se convierte así todo el espacio en la obra en sí, señalando los límites del ser humano y la naturaleza para crear un vínculo entre ambos. Sus dimensiones colosales enfrentan al hombre y al cosmos, enmarcados por el horizonte. Es una escultura sobrecogedora, que invita a contemplarla durante horas.

Chillida muere el 19 de agosto de 2002, sin dejar de trabajar. Sus monumentales trabajos dialogan con los diferentes entornos y su obra se distribuye por todo el mundo: Estados Unidos, Francia, Alemania, Finlandia, Japón o Irán están en la lista de países que tienen alguna pieza de este referente internacional de la escultura.