Las Colinas de Chocolate en Filipinas, un paisaje impactante
¿Quién no ha soñado con vivir en un valle repleto de chocolate como sucede en el cuento de Hansel y Gretel? Si eres fanático de todos los productos elaborados con cacao te encantará este lugar en Filipinas. Antes de que compres un billete para viajar, tienes que saber que ¡las Colinas de Chocolate no se comen! Se trata de una formación inusual de color similar a esta golosina.
Unas montañas muy peculiares
Esta formación extraña ubicada en la localidad de Bohol, en Filipinas, está compuesta por casi 1300 conos en una superficie de 50 km², cada uno de ellos está cubierto de hierba verde, que durante la estación seca (de diciembre a mayo) pasa a ser de color marrón. Por ello, si lo vemos de lejos nos da la sensación de habernos hecho miniatura y estar en la bandeja de un repostero.
Los científicos explican que hace miles de años el mar cubría la isla e iba acumulando restos de coral. Luego con la erosión pasaron a tener la forma redondeada en la cima.
Sin duda, son una atracción turística sin igual en estas islas del sudeste asiático y sobre todo de la provincia que las alberga. Es más, las Colinas de Chocolate están presentes en la bandera y el sello regional con el objetivo de mostrar al mundo la abundancia de bellezas naturales.
La mejor manera de disfrutar de este increíble rincón es a través de un mirador construido en una de las más grandes colinas. Entre las instalaciones también hay un hotel y un restaurante que debieron ser reparados tras el terremoto de 2013.
Para llegar a las Colinas de Chocolate desde el centro de la isla, en Carmen, hay que tomar el autobús con dirección a Loboc y bajar en en cruce de la carretera con el mirador. Si no estás en buen estado físico como para subir andando puedes alquilar una moto (con o sin conductor). La entrada cuesta menos de 1 euro por persona (todo en Filipinas es muy asequible).
“La naturaleza nunca se apresura. Átomo por átomo, poco a poco logra su trabajo.”
-Ralph Waldo Emerson-
Leyendas sobre las Colinas de Chocolate
Más allá de las explicaciones científicas, los lugareños tienen no una, ni dos, sino ¡tres! versiones mágicas sobre el origen de estas formaciones:
La primera cuenta la historia de dos gigantes enemistados que durante una pelea se lanzaron rocas, cantos rodados y arena el uno al otro. La lucha duró varios días y agotó los dos gigantes. En su agotamiento, se olvidaron del feudo y se hicieron amigos, pero cuando salieron del lugar no limpiaron el desorden que habían hecho. Esas bolas de tierra son ahora las Colinas de Chocolate.
La segunda leyenda es la más romántica y nos habla de un gigante llamado Arogo que era extremadamente poderoso. Se enamoró de Aloya, que era un simple mortal y sin quererlo le causó la muerte. Arogo estaba tan deprimido que no podía dejar de llorar. Cuando sus lágrimas cayeron al suelo y se secaron, formaron las Colinas de Chocolate.
La tercera leyenda nos habla sobre una ciudad donde un carabao gigante se comía todos los cultivos. La gente del pueblo puso alimento en mal estado y lo colocó de tal manera que el carabao no se la quisiera perder. Efectivamente, se comió todo, pero su cuerpo no podía digerir la comida en mal estado, por lo que la defecó, dejando tras de sí un montón de heces. Cuando se secaron formaron esas montañas.
¿Qué ver en Bohol además de las Colinas de Chocolate?
La isla de Bohol está ubicada en el centro de Filipinas y su capital es Tagbilaran. Además de las montañas chocolatadas podemos disfrutar de sus playas (entre las mejores del país), las iglesias y las dos cordilleras que se extienden de forma paralela de noroeste a sureste.
Las localidades de Bohol llaman la atención por sus nombres, muchos de ellos españoles como San Miguel, Valencia, Sevilla y Jetafe. También están Albuquerque, Buenavista, San Isidro o Carmen. Y, por supuesto, denominaciones más “asiáticas” como Dagohoy, Sikatuna o Batuan.
En la isla de Bohol puedes practicar snorkel, buceo o nadar en aguas totalmente cristalinas. Te recomendamos las playas Alona y Damaluan para pasar varias horas tumbado al sol. Si eres más de los que prefiere recorrer los destinos que visita, puedes pasear por el complejo cultural de Dauis, que alberga iglesias parroquiales y conventos.