4 ciudades con encanto colonial en Latinoamérica
Cuando los conquistadores llegaron a lo que hoy conocemos como Latinoamérica decidieron construir unas ciudades que consideraban perfectas, en las que todo se situaba bajo una lógica. Un urbanismo organizado siempre a partir de una plaza de armas en la que se levantaba la catedral y el cabildo, o sea, el poder religioso y el civil.
Este modelo se repitió hasta la saciedad a lo largo y ancho del continente. Esos inicios fueron el germen para muchas ciudades actuales, que pese al paso de los siglos han sabido conservar esos resquicios fundacionales.
Ciudades coloniales de Latinoamérica
1. Quito en Ecuador
Mucha gente no lo sabe, y seguro que le suenan otras ciudades coloniales, sin embargo, Quito, la capital de Ecuador, guarda todavía el casco histórico colonial más grande de toda Sudamérica. Para hacerse una idea de su valor, aquí va un dato: fue la primera ciudad, junto a Cracovia en Polonia, que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad, allá por el 1978.
Y los propios quiteños llaman a su ciudad “el relicario del arte en América”. Y es que el paseo por el corazón colonial de Quito es un recorrido por la llamada calle de las Siete Cruces, que al fin y al cabo una sucesión de iglesias como las de los Jesuitas, la de la Merced o la de San Francisco, bellas por fuera y esplendorosas por dentro. Sencillamente impresionante.
2. Colonia en Uruguay
A orillas del Río de la Plata se encuentra esta ciudad uruguaya, cuyo nombre completo es Colonia del Sacramento. Seguramente es uno de los destinos más visitados del país, ya que muchos viajes a Uruguay incluyen esta ciudad colonial en sus recorridos. Pero además, el ferry que la une con Buenos Aires, en la otra orilla del Río de la Plata, hace que muchos viajeros que están en la capital argentina dediquen un día a este hermoso conjunto urbano.
Su conservación es magnífica, ya que todavía se mantiene con un aspecto muy parecido al original: las plazas, las calles empedradas, las casas bajitas y, como nota peculiar, el importante faro que guía el tráfico fluvial.
Y es que esto es más que un río, es un verdadero mar de agua dulce en el que tampoco faltan las playas, que son el complemento perfecto a la visita a la ciudad colonial de Colonia.
3. La Antigua Guatemala
Un magnífico ejemplo de ciudad colonial en Latinoamérica es La Antigua que, como su nombre indica, fue la capital original del país, pero que ahora se ha quedado como un ciudad museo a más o menos una hora de carretera de Ciudad de Guatemala, capital en nuestros días. Y el contraste entre una y otra no puede ser mayor, por esa razón la protección de su arquitectura, urbanismo y hasta el mínimo detalle es absoluta.
La belleza es cautivadora del conjunto y de cada edificio, especialmente todos aquellos que se ubican en la Plaza Real, como es el ayuntamiento, la impresionante catedral o el Palacio de los Capitanes.
Definitivamente inolvidable, y más por el valor que tiene haber resistido el paso de siglos, de tumultos y también terremotos e inundaciones. Un consejo para quien la quiera disfrutar al máximo: que se lea antes del viaje Leyendas de Guatemala del Premio Nobel Miguel Ángel Asturias.
4. Cartagena de Indias en Colombia
Y para acabar esta selección vamos a nombrar a la que quizás sea la más famosa de las ciudades coloniales de América Latina: Cartagena de Indias. Y casualmente otro escritor, también premiado con el Nobel, tiene mucho que ver en ello. Se trata de Gabriel García Márquez que fue un verdadero enamorado de esta urbe caribeña y lo pregonó a los cuatro vientos.
Una nota muy distintiva de la ciudad es todo su trazado amurallado, coronado por el castillo de san Felipe de Barajas. Un conjunto defensivo inexpugnable, salvo por los miles de turistas que llegan en la actualidad. No obstante, esos viajeros toman la ciudad pero después quedan rendidos ante su belleza.
“Me bastó dar un paso dentro de la muralla, para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer.”
-Gabriel García Márquez-
Imposible resistirse a sus fachadas de colores, a los balcones siempre rebosantes de macetas. El recorrido por las calles es fascinante pasando por callejuelas que desembocan en grandiosas plazas como la de la Aduana, Santa Teresa o la de los Coches. Para muchos sencillamente la ciudad más bella de Latinoamérica.