El camino de Nakasendo, una ruta histórica
Para todos aquellos que quieran realizar una visita diferente a Japón, queremos ofrecer la posibilidad de conocer mejor una de sus rutas más emblemáticas: Nakasendo.
Son muchos los turistas que cada año deciden realizar esta ruta para conocer de forma más cercana la cultura y la historia del país nipón. En ella, tendremos la oportunidad de cruzar campos y conocer aldeas que parecen haberse quedado paradas en el tiempo.
El camino de Nakasendo fue una de las primeras rutas creadas durante el periodo Edo para enlazar las ciudades de Kioto y Tokio.
La historia del camino de Nakasendo
El origen del camino de Nakasendo se da en el periodo Edo cuando, por cuestiones estratégicas y comerciales, se crea una ruta para unir Edo, la antigua Tokio, con la capital del país en esa época: Kioto.
La ruta efectúa un recorrido completo que cruza todo el valle de Kiso hasta llegar a la capital del país. Esta ruta formaba parte de las Gokaidō, o las cinco rutas que partían construidas por el primer shogun de Japón, Tokugawa Ieyasu.
Sin embargo, sería el cuarto shogun, Tokugawa Ietsuna, quien finalmente la declara una de las carreteras principales del país. Durante su mandato ordenó construir varias oficinas de correos, casas de hospedajes y tiendas para ayudar a los viajeros que la recorrían.
El camino de Nakasendo tenía nada menos que 69 estaciones y atravesaba varias provincias.
El recorrido era de unos 540 kilómetros, donde los viajeros debían recorrer una ruta a través de las montañas del país.
Esta era de las carreteras más seguras y era usada por altos mandatarios y personas influyentes de la época, además de por los comerciantes. Los pueblos de mayor importancia dentro del camino de Nakasendo son Magome y Tsumago.
Con la llegada de la modernización, como consecuencia de la restauración Meiji, la ruta empezó a perder prestigio. Ya no era tan necesaria, al existir otros medios de transporte más útiles como los coches o la construcción de las primeras líneas de ferrocarril.
Por ello, durante el boom económico del periodo de Showa, el gobierno invirtió en la conservación de los pueblos de la ruta y en la eliminación de cables eléctricos visibles para tratar de mantener la esencia del viaje.
Ahora, utilizado como elemento puramente turístico, podemos realizar el recorrido para disfrutar de un paisaje parado en el tiempo.
Ya que el camino empieza por Kioto, te recomendamos primero hacer un recorrido por este fantástico lugar.
Visitando Magone, el inicio del camino de Nakasendo
Comenzamos la ruta por uno de sus puntos de partida más recomendados: el pueblo de Magone. Aquí podremos aprender un poco sobre la vida de sus habitantes, pasear por sus calles flanqueadas por casas propias del Japón feudal y comer platos típicos.
Además, podremos visitar el pequeño museo Shimizuya Shiryokan, que cuenta con una exposición de objetos tradicionales,
En este lugar se destacan sobre todo algunas piezas de cerámica antigua y vestuario propio del periodo Edo.
Otra parada obligatoria es visitar el Honjin, la posada principal del pueblo, que actualmente es una casa museo en honor a su último propietario.
Ya por último, podemos pasarnos por el Museo Wakihonjin, donde encontraremos un curioso tablón de anuncios donde aún se mantienen colgados algunas leyes y decretos de la época.
La aldea de Tsumago, el final de la ruta
Tras pasar por el valle de Kiso, llegamos al final de la ruta actual de Nakasendo: el pueblo de Tsumago. Aquí se encuentra el Kami Sagaya, un edificio reconstruido que recrea a la perfección las antiguas posadas de viajeros del siglo XVIII.
Además, tampoco debemos perder la oportunidad de visitar el templo Kotokuji, construido en el siglo XVI, o ver cómo trabajan los artesanos de la tienda de Marutaya. En Tsumago también podremos visitar las ruinas de la antigua estación de inspección Kuchidome.
Esta estación estuvo funcionando hasta mediados del siglo XVII.
Para acabar con la visita, recomendamos ir a la residencia de la familia Kumagai. Este edificio es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura clásica japonesa.
Y si aún contamos con tiempo, también podremos pasear cerca de las ruinas del antiguo castillo de Tsumago. Desde aquí tendremos una de las mejores panorámicas no solo del pueblo, sino también de todo el valle. Una estampa que merece la pena fotografiar como colofón de nuestro viaje.
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