El atolón Truk en Micronesia: fascinación y misterio
En 1944, el atolón Truk fue escenario de un sangriento asalto por parte de Estados Unidos, en represalia por el ataque japonés a Pearl Harbor. Como resultado, una gran cantidad de restos humanos, aviones, barcos y equipo militar yace en sus profundidades.
Este cementerio submarino no solo alberga los escombros de todo tipo de arsenal bélico como resultado de la guerra, sino que también crea un paisaje subacuático que sirve de estructura para contener arrecifes coralinos y multitud de especies de flora y fauna.
Por esto, gran cantidad de exploradores y amantes del buceo se sienten fuertemente atraídos hacia este lugar. El trágico velo de misterio que encierra y su exuberante belleza biológica hacen que sea uno de los sitios preferidos por este tipo de viajeros.
El atractivo del atolón Truk en Micronesia
Micronesia es una de las cuatro áreas que la ONU divide como subregiones pertenecientes a Oceanía. Su nombre real es el de Estados Federados de Micronesia y está compuesto por 607 islas ubicadas en lo que se denomina archipiélago de las Islas Carolinas, al oriente de las Filipinas.
A su vez, los Estados Federados de Micronesia se encuentran divididos en cuatro grupos de islas. Uno de ellos es conocido en la actualidad como Chuuk, pero hasta 1990 fue llamado Truk, y así lo siguen llamando muchas personas.
El atolón Truk presenta aguas cristalinas con zonas azuladas y verdosas de una belleza espectacular. De igual manera, se encuentran arrecifes de coral de gran tamaño y peces de todas las formas y colores.
A pesar de las restricciones…
A esta zona acceden submarinistas de todas las nacionalidades, a pesar de las restricciones aún vigentes para visitarla. Este hecho no limita a estos adictos a la belleza y a la naturaleza del lugar.
Tales restricciones tienen que ver con la seguridad para los visitantes, ya que se dice que gran cantidad de bombas y minas permanecen aún sin explotar. No obstante, más que detener a los turistas, esta medida al parecer los anima en su deseo.
Tal vez buscan entrar en contacto con un pedazo de la historia y una experiencia única destinada solo a unos pocos. Probablemente un elemento adicional sea el hecho poético de poder observar con sus propios ojos esa parte de una realidad terrible.
La historia que precede
El atolón Truk, conformado por ocho islas, fue descubierto por Fernando de Magallanes en 1521 y apropiado por la corona española. Con el tiempo, España bautizó el atolón con el nombre de archipiélago de las Carolinas.
Mantuvo ese nombre hasta la invasión alemana en 1885, lo que generó un conflicto diplomático de gran envergadura. Este finalizó con la venta del atolón español a Alemania por un monto de 25 millones de pesetas.
Posteriormente, el atolón de Truk fue arrebatado por Japón a Alemania, en 1914, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Aunque inicialmente sirvió como un complejo carcelario, luego se crearon una base aérea, un campamento y un hospital.
Con el tiempo, se convirtió en una de las más importantes bases aeronavales de los japoneses. En sus instalaciones no solo se reparaba y se hacía mantenimiento de naves bélicas, sino que además se planeaba parte de la logística de guerra.
Preliminares del ataque norteamericano
Luego de la arremetida de los japoneses a Pearl Harbor, los estadounidenses buscaron vengarse atacando la más importante base militar japonesa en el Pacífico. Por supuesto, el blanco perfecto era el atolón Truk, donde se encontraba la Armada Imperial Japonesa.
Para enero de 1944, Estados Unidos tenía todo organizado para arremeter contra la base por su importancia estratégica para el país nipón. Sin embargo, aunque la misión tenía carácter ultrasecreto, parte de la información fue filtrada y descifrada por los servicios de inteligencia japonesa.
Esto condujo a que buena parte de la flota más valiosa para los japoneses fuera retirada de la zona que iba a ser bombardeada. No se tenía conocimiento de la fecha exacta del ataque, por lo que los japoneses no alcanzaron a salvar muchas naves que se encontraban aún en mantenimiento.
La acción militar se denominaría Operación Hailstone (‘Operación Granizo’). Para el 4 de febrero de 1944, los estadounidenses realizaron sobrevuelos de reconocimiento del área y constataron cómo los japoneses retiraban sus unidades militares.
El infierno en el atolón Truk
Cuando el día apenas comenzaba, el 17 de febrero de 1944 se abrió el infierno y el ataque se inició. Nueve portaviones, cerca de 30 destructores, más de 8 buques de guerra, gran cantidad de submarinos y 500 bombarderos, entre muchos otros, formaban parte de la flota estadounidense.
Los norteamericanos realizaron más de 500 misiones de bombardeo que consiguieron arrasar con la base japonesa apostada en el atolón Truk en Micronesia. Miles de japoneses fueron acribillados, incluso luego de ser rescatados por sus conciudadanos.
El bombardeo estadounidense continuó durante todo el 18 de febrero, lanzando miles y miles de toneladas de explosivos. La rendición oficial del Japón se produjo el 2 de septiembre de 1945.
El saldo del ataque represento la pérdida de 12 buques de guerra, 32 buques mercantes, más de 250 aviones y miles de vidas japonesas. Por el lado estadounidense, se perdieron 25 aviones, hubo daños en uno de sus portaaviones y 40 vidas.
El atolón en la actualidad
Al día de hoy, los restos de esta cruenta arremetida forman parte de lo que se ha dado en llamar «la flota fantasma de Truk». Los vestigios silenciados dan cuenta de la barbarie a la que puede llegar la raza humana, pero también de la capacidad de la naturaleza para no rendirse ante la irracionalidad y la violencia y mantener en pie la esperanza de la vida.
El lugar se encuentra a menos de 15 metros de profundidad y alberga tanto restos humanos como explosivos aún sin detonar. En una escena dantesca de destrucción, también germinan de estos restos todo tipo de formas de vida.
Hoy, este naufragio masivo de artefactos de muerte se ha transformado en un escenario rico en corales, tortugas, mantarrayas, tiburones y peces, entre muchos otros. Se trata de una fauna y flora acuática que celebra la vida y, al mismo tiempo, exhibe un lugar histórico que evidencia el lado oscuro de la condición humana.