Vitre, un precioso pueblo medieval en Francia
Francia posee el galardón de tener como capital la ciudad más visitada por los turistas del mundo. Pero no todo en el país galo son grandes metrópolis, también alberga pueblos deliciosos. Un ejemplo es Vitre, una encantadora localidad medieval perfectamente conservada al oeste de la nación. Perderse por las originales calles y misteriosos rincones que esconde Vitre es un viaje en el tiempo.
Vitre: un escenario de cuento
La arquitectura de Vitre es singular y conserva la rica esencia del pasado, desde las casas hasta el castillo. Una escapada a un cuento medieval que hará las delicias de pequeños y mayores.
La aldea
Vitre, como cualquier villa del Medievo, se articula en torno a un imponente fortaleza. El pueblo era un enclave reconocido por comerciantes y artesanos de la época.
El mejor retazo que dejaron a su paso se halla en las calles Rue de Baudrière y Embas. Las viviendas allí situadas están hechas de entramado de madera vista, de forma alargada y estrechas. Además, están generalmente provistas de un patio interior.
No es difícil imaginar pequeños puestos frente a estas casas, vendiendo tejidos y productos artesanos. Hoy en día es un buen enclave para parar a tomar un tentempié, imaginando el trasiego del bazar en aquellos días.
Vitre atrapa al turista en un aura de cuento e historicismo complicada de abandonar. Recorrer su callejuelas, entrar en los múltiples comercios y alzar la vista hacia la monumental fortaleza central son auténticos placeres.
El castillo
El castilllo des Rochers-Sévigné constituye el mayor atractivo monumental de la villa. Cabe destacar que lo habitó Madame de Sévigné, ilustre escritora y famosa marquesa. La actual construcción en piedra data del siglo XIII, pero fue edificado en madera anteriormente.
Destaca entre la arquitectura de la época porque posee forma triangular. Se encuentra rodeado de un foso y sus torres acaban en punta. Por ello, resulta comprensible que toda la localidad destile un aire melancólico y romántico digno del mejor de los cuentos.
Actualmente, el fortín es el Museo de Historia del municipio. Sin lugar a dudas, es el punto desde el que se obtienen las mejores vistas del lugar. Observar el sol al atardecer rasgando los tejados de soslayo es un lujo para los sentidos. El complejo cuenta, asimismo, con unos hermosos jardines obra del diseñador de los jardines de Versalles.
Notre Dame de Vitre
La vida espiritual era inmensamente importante. La basílica de Vitre está dedicada a Nuestra Señora y responde a un modelo común de la comarca. Fue edificada durante la última etapa medieval, por lo que el estilo gótico domina la construcción. Aunque por estar datada cerca del Renacimiento, el acabado es más sencillo que en otras iglesias del mismo periodo.
Deslumbra su magnífica fachada, tres veces apuntada en el frente y con numerosas torres que hacen de contrafuerte. La puerta de entrada está delicadamente tallada con motivos ornamentales renacentistas, aunque recargada para dicha etapa. Se localiza en la parte sur del templo, marcadamente ostentoso, en contrapunto con la parte oeste, mucho más austera.
La luz que se adentra a través de las vidrieras eleva la iglesia, obligando al visitante a levantar la vista. Sobre él, una bóveda de crucería de arcos ojivales dignos de admiración, terminan de deleitar al turista.
“El mundo es un libro, y aquellos que no viajan leen solo una página.”
– San Agustín –
Una panorámica aérea
En la zona, diversas agencias ofrecen la posibilidad de disfrutar de este bello enclave desde el aire. La más atrevida y brillante opción, no apta para vertiginosos, es un sofisticado paseo en globo.
Disfrutar de Francia siempre es un lujo, pero hacerlo a bordo de un vehículo como este ofrece mayor esplendor. Mil años de historia a los pies del turista aventurero. Desde el cielo, el castillo parece proteger la villa de Vitre. Una sutil fusión de historia y arte atascada en los albores de una época ya lejana.
Un bautismo del aire en uno de los destinos favoritos de los franceses dentro de sus fronteras. El viajero podrá atisbar los menhires cercanos de “La Pierre Blanche” y “La Haute-Pierre”. Estos centinelas han visto detenerse el tiempo en esta región a las puertas de Bretaña. Otra forma de conocer la región, sin esfuerzo y con gran resultado.