Un viaje a los glaciares Balmaceda y Serrano
Los glaciares Balmaceda y Serrano son una de esas maravillas chilenas que no son tan conocidas como debieran. Se encuentran dentro del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, en un territorio que está prácticamente inexplorado por el hombre.
Solamente se puede acceder a estos fantásticos glaciares por vía marítima. Actualmente, hay muchas compañías turísticas que ofrecen el servicio de navegación hasta esos puntos en excursiones que, por lo general, duran solo un día.
Los glaciares Balmaceda y Serrano se ubican en la zona conocida como Campos de Hielo Sur, en la región de Magallanes. Están insertos en medio de una naturaleza exuberante. Desafortunadamente, ambos, especialmente el Balmaceda, se encuentran en retroceso.
Buscando el punto de partida
La forma más cómoda de llegar es tomando un vuelo desde Santiago de Chile hasta la ciudad de Punta Arenas, capital de la provincia de Magallanes. Una vez allí, es necesario desplazarse por tierra hasta Puerto Natales, desde donde parten las excursiones.
Para llegar a los glaciares Balmaceda y Serrano, sí o sí, hay que contratar un tour. Los hay por montones. Los precios más atractivos se consiguen en otoño e invierno, pero esos son también los meses con mayor riesgo de precipitaciones.
Generalmente, la travesía comienza muy temprano y dura entre 10 y 12 horas en total. Se sale de Puerto Bories , que está a unos 4 kilómetros de Puerto Natales. Allí hay un atractivo adicional: el edificio del Frigorífico de Bories, que fue declarado monumento nacional y que alberga un museo.
También en la zona de partida hacia los glaciares Serrano y Balmaceda es posible observar una colonia de cormoranes imperiales y otra pequeña colonia de lobos marinos. En el entorno hay vegetación local compuesta por especies como canelo, ñirre, chilco y calafate, entre otros.
La navegación hasta los glaciares Balmaceda y Serrano
La embarcación parte surcando el fiordo Última Esperanza. Este bello nombre fue idea de Juan Ladrillero, el expedicionario que en el siglo XVI buscaba el estrecho de Magallanes. Su “última esperanza” de encontrarlo fue precisamente el fiordo que hoy lleva ese nombre.
Durante el trayecto por el fiordo se observan majestuosas montañas, además de bellas cascadas y frondosos bosques de coihues y ñirres. También a veces se avistan cóndores y otros ejemplares de la fauna del lugar.
A través de ese bucólico paisaje se llega al pie del glaciar Balmaceda. Tiene más de 2000 metros de altura y hay pocos antecedentes de que haya sido escalado. Lo habitual es que las embarcaciones se detengan en Puerto Toro, que pertenece a la comuna de Cabo de Hornos. Es la comunidad más austral del mundo y solo cuenta con 36 habitantes.
Una caminata en la Patagonia profunda
A través de Puerto Toro se ingresa al Parque Nacional Bernardo O’Higgins. Luego se hace una caminata de aproximadamente un kilómetro, con dificultad baja.
Se avanza a través de un bosque nativo, bordeando las costas de la laguna Témpanos. Hace honor a su nombre, pues allí hay varios témpanos de hielo que flotan a la deriva.
Al final se llega hasta el glaciar Serrano, que tiene unos 20 metros de altura. Tiene una enorme lengua glaciar que se pierde en el horizonte. Hay bloques de hielo que se desprenden de él, generando un hermoso espectáculo. Si caen en la laguna, hacen un estruendo impactante y levantan olas de dos metros o más.
Lo habitual es que tras observar este impresionante espectáculo se emprenda el camino de retorno hasta la embarcación. Casi todas las excursiones ofrecen algún licor con hielo del mismo glaciar.
El retorno desde los glaciares Balmaceda y Serrano
La mayoría de las excursiones ofrecen un típico almuerzo patagónico antes de emprender el retorno hacia Puerto Natales. En ese almuerzo no puede faltar el famoso asado de cordero y tiene lugar en una estancia donde se aprecia de primera mano la vida rural de la zona. Luego se inicia el camino de regreso.
El viaje hacia los glaciares Balmaceda y Serrano se puede hacer durante todo el año. Sin embargo, los meses de verano y primavera tienen un clima más agradable y hay más opciones de excursiones para elegir.
Tras esa fabulosa travesía, la mayoría de quienes la viven coinciden en describirla como extraordinaria. Es una de esas experiencias que no se olvidan jamás, por el contacto con tantas bellezas naturales, por el silencio que impera y por la mágica conexión que se logra con el entorno.