Sigiriya en Sri Lanka, un lugar inolvidable
Sri Lanka es un país lleno de riqueza y de magia donde el viajero más explorador puede disfrutar de multitud de experiencias inolvidables. Una de ellas es la visita a los restos del palacio de Sigiriya, en lo alto de una imponente roca.
La leyenda cuenta que esta fortaleza fue edificada por el rey Kasyapa después de haber asesinado a su padre. Su objetivo era defenderse de su hermano, el verdadero heredero al trono, según la línea de sangre.
Sigiriya, donde la magia y el exotismo se dan la mano
Sigiriya es un enclave espectacular y exótico, uno de los lugares turísticos más visitados de Sri Lanka. No es de extrañar, el viajero puede comprobar el motivo nada más llegar: su extraordinaria belleza. Las narraciones locales cuentan que su hermosura es tal que puede sentirse a cientos kilómetros de distancia.
Los jardines
Llegando a Sigiriya aparece ante nuestra vista una enorme creación rodeada de naturaleza. Sin embargo, antes de acceder a la roca es necesario caminar por un pasillo entre los inmensos jardines que la rodean.
Jardines perfectamente diseñados y llenos de árboles que ofrecen una tonalidad verde espectacular. Nos amenizará el recorrido una serie de piscinas naturales de variadas y curiosas formas.
Si se dispone de tiempo, es muy recomendable dar un agradable paseo por estos parterres, ya sea a la salida del palacio o antes de entrar al mismo. No en vano estos perfectos jardines han sido creados con el objetivo de que caminante se abstraiga. Desde lo alto de la gran piedra se obtiene una espectacular panorámica de este magnífico vergel.
Un palacio oculto en la naturaleza
Finalmente, tras realizar la larga caminata, llegaremos a los restos de lo que antaño fuera un enorme y precioso palacio. Dicho alcázar es conocido como la Roca del León. Esto se debe a una imponente figura tallada en piedra de este animal.
Conviene descansar un rato y coger fuerzas para la subida de más de doscientos metros que nos espera. En nuestro ascenso descubriremos unas gigantescas garras de león a ambos lados de la entrada. Se trata de lo único que queda del gigantesco y pétreo felino, cuya función era producir pavor e impresión a aquellos que intentasen penetrar en la fortaleza.
Una vez arriba, las vistas son realmente impactantes. Restos de un fantástico palacio en el que se pueden contemplar la perfecta colocación de zonas ajardinadas en contraste con albercas repletas de agua y perfectamente escarbadas en la piedra.
Es lo que queda de un paraíso sacado de la nada por un paranoico rey que terminó suicidándose sin ser consciente del legado que dejaba a la Humanidad.
Unas compañeras de subida excepcionales
Pero el espectáculo que ofrecen las ruinas no es más que el punto final de un recorrido apasionante. Mientras se asciende a lo alto de la roca se puede contemplar una serie de dibujos de bellas mujeres grabados en los muros de piedra que rodean la zona de peldaños.
Estas mujeres llevan el pecho al descubierto y cuentan con una mirada relajada y tranquilizadora. Todas ellas portan en su cabeza bonitos tocados, así como todo tipo de bisutería: grandes collares en sus cuellos, enormes aros colgando de sus orejas y montones de pulseras en sus muñecas. Unas llevan flores, mientras que otras acarrean bandejas de frutas.
A pesar de que se conservan en muy buenas condiciones, quedan muy pocas en comparación con la enorme cantidad de frescos que solían cubrir estas paredes hace siglos. Se desconoce si las imágenes plasman a personalidades reales o son meramente imaginarias. Los profesionales se debaten: unos afirman que eran cortesanas de Kayaspa, pero otros aseguran que son imitadoras de la diosa budista Tara, deidad a la que rezar durante los malos momentos.
“Los viajes sirven para conocer las costumbres de los distintos pueblos y para despojarse del prejuicio de que sólo es la propia patria se puede vivir de la manera a que uno está acostumbrado.”
-René Descartes-
Para llegar a Sigiriya es necesario tomar un destartalado autobús que realiza el trayecto hasta esta encantadora urbe desde la bulliciosa Dambuya. En nuestra estancia podremos aprovechar para mantener densas charlas con sus habitantes, muy acostumbrados a atender a los turistas.
En las lagunas y ríos de las inmediaciones tendremos la oportunidad de contemplar cómo los famosos elefantes dan un baño y se divierten jugando unos con otros. Algunos hasta aprovechan para dar un paseo montados sobre las espaldas de estos animales. Un curioso punto y final para una excursión inolvidable.