El puente de Mostar, un símbolo de unidad
El puente de Mostar, en Bosnia-Herzegovina, está considerado todo un símbolo de unidad y un llamamiento a la paz. Durante siglos unió comunidades religiosas muy diferentes. La guerra acabó con él, pero renació de sus cenizas para convertirse en un recordatorio del sinsentido de los enfrentamientos bélicos. ¿Quieres conocerlo más a fondo?
Historia del puente de Mostar
El puente de Mostar es más que una forma de cruzar el río, simboliza la unión entre dos culturas muy dispares que desde hace siglos comparten ciudad: cristianos y musulmanes. Se construyó en en el siglo XVI y es inconfundible por su forma algo apuntada y las dos torres situadas en sus extremos.
El puente permitió durante siglos cruzar el río Neretva y, como señalábamos, fue símbolo de las relaciones pacíficas entre los cristianos croatas que viven al oeste y los bosnios musulmanes que viven al este. A pesar de esta separación tan marcada, el puente permitió que ambas culturas e ideales tan distintos convivieran en paz.
Un maravilloso símbolo de una ciudad abierta y hermosa y un ejemplo de convivencia que la guerra no respetó. A finales de 1993 las bombas acabaron con él, creando una enorme brecha entre ambas civilizaciones.
La imagen del cauce del río “desnudo”, afortunadamente, no duraría mucho. Hoy este puente, reconstruido fielmente, es Patrimonio de la Humanidad, junto a la ciudad vieja de Mostar.
Su derribo
Con el estallido de la guerra de los Balcanes, la ciudad de Mostar quedo casi avasallada por las bombas y los fuertes ataques. Sin embargo, el puente se mantenía en pie, casi ajeno a tanta hostilidad. Pero esto no duró mucho tiempo.
El 9 de noviembre de 1993 fue una fecha trágica. Ese día las tropas croatas conseguían volar el puente. Ya había sufrido daños en los combates, pero bastaron unos segundos para hacer saltar por los aires más de 400 años de historia y de unión.
“Una era construye ciudades. Una hora las destruye.”
-Séneca-
La leyenda
Como curiosidad te contaremos que, cuando el puente cayó, las aguas de río se tornaron de color rojo, y muchos afirmaban que eran las lágrimas de sangre de los habitantes de ambos lados del río.
Bien podía haber sido así, pero hay una explicación “racional” muy distinta. Uno de los materiales del mortero utilizado para sellar el suelo tiene un componente que al entrar en contacto con el agua se torna rojo.
A pesar de ello, fue tal trauma el causado por la destrucción del puente de Mostar que por la ciudad se pueden ver diversas piedras en las que se lee “Dont forget 93” (No olvides el 93), como recordatorio de la importancia de mantener buenas relaciones, sin importar la religión, el color o la raza.
Su reconstrucción
Prácticamente desde el momento en el que el puente desapareció comenzaron a oírse voces pidiendo su reconstrucción. Y pronto se iniciaron los trabajos, aunque no fueron fáciles. No solo había que hacer planos detallados, también había que recuperar las piedras para poder restaurarlas y utilizarlas de nuevo.
Fue un trabajo de años que contó con la colaboración de la Unesco, pues se quería mantener la esencia de antaño. El objetivo no era solo reconstruir un puente, era buscar de nuevo la paz entre dos pueblos, y para ello había que hacerlo el mismo modo que el original, con los mismos materiales y guardando las tradiciones.
Aunque se levantó un puente provisional mientras las reformas se llevaban a cabo, para nadie tenía el mismo significado. De hecho, verlo no despertaba las mismas sensaciones que el puente original, el cual no era solo un puente, sino el símbolo más claro de la unión de dos culturas. Un símbolo de paz.
Así, poco más de diez años después de su destrucción, se terminaban las obras y el puente de Mostar volvía a unir dos orillas y dos culturas. Verlo de nuevo sobre el río es un recordatorio de los horrores de la guerra, pero también de que hay esperanza. Así, este puente es mucho más que una infraestructura, es todo un símbolo. ¿Te apuntas para ir a visitarlo?