El romántico monasterio de Santa María de Rioseco
En la provincia de Burgos se encuentran algunas de las obras arquitectónicas más bellas del territorio nacional. Lo mismo ocurre en lo referente a materia paisajística. Es precisamente allí donde, a orillas del río Ebro, se halla el espectacular y prácticamente oculto valle de Manzanedo. Cuentan las leyendas burgalesas que en este impresionante y verde parque natural aún puede sentirse la magia y el misticismo que impregna la romántica historia del monasterio de Santa María de Rioseco.
La historia del monasterio de Santa María de Rioseco
El origen del monasterio de Santa María de Rioseco se debe a los monjes blancos de la orden del Císter, quienes lo habitaron desde la Edad Media. Como curiosidad, cabe destacar que este complejo no siempre estuvo situado en el emplazamiento en el que hoy en día está ubicado. En un principio se levantó más cerca del cauce del río, cuyas aguas lo inundaron, obligando a los ermitaños a construirlo de nuevo en el lugar en el que hoy pueden contemplarse sus ruinas.
Poco a poco fueron añadiéndose nuevas edificaciones al primer claustro y a la anciana iglesia, reflejando los cambios en los estilos artísticos y arquitectónicos de diferentes épocas hasta llegar al gótico.
Ya en el siglo XIX, los monjes que aún quedaban se vieron obligados a marcharse de allí, abandonándolo a su suerte, expulsados por las novedosas leyes promovidas por el Estado Liberal de aquel entonces.
A pesar de que al arzobispado de Burgos pronto le fue devuelta dicha propiedad, no se volvió a hacer uso de ella y la dejó arruinarse hasta convertirse en lo que es hoy, unas preciosas ruinas medievales.
“De todas las ruinas del mundo, la ruina del hombre es, sin duda alguna, el más triste espectáculo.”
-Théophile Gautier-
Un paseo por el monasterio de Santa María de Rioseco
Poco queda de la que antiguamente fuera la morada de los frailes cistercenses. A pesar de ello, los turistas tienen la oportunidad de hacer un entusiasta recorrido por lo que aún queda de esta hermosa abadía.
La entrada principal es una hermosura, pero el salón que hacía las veces de claustro es la joya arquitectónica más aclamada por los visitantes quienes, al entrar en él, se sienten parte de un pasado puro, encantador y tremendamente rico en detalles.
Por su parte, las ruinas que pueden verse de la que fuera la iglesia también tienen cierto aire de cuento. Algo parecido ocurre con el denominado Claustro de la Hospedería, cuyo acceso parece sacado de los paisajes irlandeses.
No podemos marcharnos sin dar un paseo por el espacio correspondiente a la vetusta y amplísima sala capitular cuya ornamentación arquitectónica gótico-románica no deja de sorprender a quienes penetran en ella. Era este el lugar en el que los monjes solían reunirse con el fin de realizar rezos conjuntos y confesarse ante todos sus compañeros y superiores. Esta sala era lo primero que solía construirse justo después de haberse alzado la capilla.
El efecto del voluntariado en Rioseco
Desde el año 2011, voluntarios de todas partes de España se ha acercado para ofrecer sus servicios en la conservación y protección de este bello lugar. Todos ellos, junto al actual líder del grupo Salvemos Rioseco, el padre Juan Miguel Gutiérrez Pulgar, se reparten las difíciles tareas de mantenimiento, rehabilitación y restauración de todas y cada una de las piezas y partes que componen este monumento, que hasta hace bien poco parecía condenado a perderse entre el entorno silvestre que lo rodea.
Cientos de personas aportan su granito de arena para que este patrimonio cultural no se pierda en el olvido. Una de las últimas aportaciones de esta plataforma es la de organizar y ofrecer visitar guiadas de manera totalmente gratuita. Lo hacen tanto en días laborables como en días festivos. Sus explicaciones consiguen que aquellos que se acercan allí aprendan un poco más sobre este interesante emplazamiento.
Si a pesar de todo preferimos realizar el trayecto por nuestra cuenta, simplemente podemos acercarnos al monasterio de Santa María de Rioseco a nuestro gusto y conveniencia, puesto que el cenobio está abierto al público de forma libre todos los días del año sin necesidad de pagar ninguna tarifa.