La Ruta de la Seda, un viaje apasionante
La llamada Ruta de la Seda era un itinerario comercial que unía Europa con Asia en la Edad Antigua. El legendario camino atraviesa Uzbekistán y Kirguizstán, para acabar en la exótica China. Vamos a recorrer este fantástico camino ¡Acompáñanos!
Su sola mención nos transporta al desierto, a las míticas caravanas cargadas de textiles, especias y cofres de talle noble llenos de aceites y productos cosméticos. Caravanas de camellos a través de las silbantes dunas que esconden oasis de lagos cristalinos bajo un cielo eternamente estrellado.
Dos grandes repúblicas exsoviéticas en la Ruta de la Seda
Uzbekistán
Comenzamos nuestro viaje en la capital de este país, Taskent, pues posee la estructura más alta de Asia Central. Se trata de una torre de comunicación de 97 metros. Asimismo, la metrópoli también aloja uno de los ejemplares más ancianos del Corán.
Continuamos el trayecto haciendo una parada en Samarkanda, que alberga la bella plaza Registan. En ella se alzan tres importantes madrasas árabes, lo que nos retrotrae a un decorado cinematográfico donde la arena y el sol son los protagonsitas.
Algo parecido nos ocurrirá cuando recorramos la maravillosa Nurata, donde debemos visitar el popular complejo Chashma que, según cuentan las leyendas populares, se encuentra rodeado por un manantial de agua curativa.
Por su parte, la mezquita de Namazgokh es, a su vez, muy interesante. Posee un singular techo de veinticinco cúpulas que nos dejará sin aliento.
A las afueras, entre las arenas, podremos hallar la joya del desierto, el lago de Aydarkul y descansar en un campo de yurtas auténticas. De este modo nos sentiremos verdaderos nómadas en simbiosis con la insólita naturaleza del lugar.
Otros altos obligatorios en el camino son las poblaciones de Khiva y Bukhara. Perderse por el bazar de Dekhon escuchando el griterío de mercaderes, acariciar fardos y prendas de delicados tejidos, así como disfrutar del casco antiguo de la medina con sus cúpulas y mosaicos, hará que nos convirtamos en la pícara Scheherezade de Las mil y una noches durante unas horas.
Kirguizstán
Muy cerca de la frontera entre Kirguizstán y China se ubica Tash Rabat, un rincón oculto en el tiempo, un testigo de paso de caravanas antiquísimas que fue construido en piedra y que aún se conserva protegido por las montañas a más de 3500 mentros de altura.
Con más de diez siglos a sus espaldas es, sin duda, un prodigioso monumento asiático. Podría decirse que es todo un prodigio de la arquitectura pues se ha conservado intacto siglo tras siglo.
Hizo las veces de refugio para los comerciantes en la Ruta de la Seda original y todavía conserva ese aura de secretismo y misterio con el que nos asomamos a Oriente. Hoy en día, está a entera disposición de los turistas, eso sí, está semienterrado entre las yurtas.
En su interior, sus frías paredes de piedra nos brindan los ecos de un pasado todavía resonante. Este hecho nos hará sentir cómplices de una época remotamente lejana, la misma que intentamos revivir a cada paso en nuestro itinerario. Si cerramos los ojos casi podemos oír el ruido de los camellos, las conversaciones entre mercaderes de marfil y piedras preciosas, narrando a la luz de la hoguera las fascinantes aventuras vividas.
“Delicada es mi conciencia como seda china: mi corazón tan suave como el requesón.”
-James Joyce-
Última parada: China, un imperio milenario
Adentrándonos en China pero todavía cerca de la frontera con Kirguizstán, encontraremos la ciudad de Kashgar, un núcleo urbano que alberga el más grande de los mercados del oeste de este imperio ancestral. En él podemos encontrar de todo, incluso un pequeño souvenir para recordar nuestro viaje.
No muy lejos de allí se sitúa el pantano Issyk Kul, el segundo lago de montaña más grande después del Titicaca, un auténtico mar interior.
Si además podemos desviarnos levemente del itinerario, merece la pena ver el monasterio budista de Labrang, en la ciudad de Xiahe, espacio de peregrinación donde el crujir de nuestros pasos resulta estruendoso en contrapunto con el silencio reinante.
El siguiente destino es la metrópoli de Xian, hogar de los famosos guerreros de Terracota y tapiz exquisito de montones de templos, un rincón de serenidad que nos dejará un sabor a azafrán y almizcle.
Este paladear de diferentes culturas convierte a este enclave de inspección obligatoria antes de poner rumbo a Cachemira. De esta manera conoceremos el nombrado “Pequeño Tibet”, que nos proporcionará la fortaleza de espíritu necesaria para volver a la rutina tras este periplo por la historia en territorio asiático.
La Ruta de la Seda a tu antojo
La Ruta de la Seda abarca multitud de posibilidades y, al verse extendida por un terreno tan amplio y a lo largo de tantos kilómetros, quizá no seamos capaces de visitar todas y cada una de las comarcas que la componen.
En cualquier caso, escojamos las regiones que escojamos, habremos transitado por muchas de las paradas que formaban parte del itinerario seguido por el famoso Marco Polo en tantísimas ocasiones. Localidades como Lanzhou o Xining ambas pertenecientes a China, merecen también ser incluidas en cualquier recorrido.
Si contamos con el tiempo suficiente, no debemos dejar pasar la oportunidad de conocer lugares tan insólitos y coloridos como Mathura, Benarés o Nepal. Estas pueden ofrecer al viajero curioso experiencias deliciosas dignas de los cuentos orientales.