La catedral de Brasilia: un diseño único

La catedral de Brasilia representa el aspecto más moderno de Brasil. Es una obra maestra de la arquitectura contemporánea mundial que ideó el genial Niemeyer.
La catedral de Brasilia: un diseño único
Armando Cerra

Escrito y verificado por el historiador del arte Armando Cerra.

Última actualización: 30 junio, 2023

La catedral de Brasilia es la gran joya arquitectónica de la capital de Brasil. En principio, casi siempre las catedrales de grandes ciudades son tesoros de su patrimonio. Pero también es verdad que suelen ser construcciones muy antiguas. Sin embargo, no es así en el caso del templo de Brasilia.

Esta catedral es una construcción de mediados del siglo XX. Es obra, además, de uno de los más insignes arquitectos de las últimas décadas, hablamos de Oscar Niemeyer.

La construcción de Brasilia

Vista aérea
Brasilia

A mediados del siglo XX, los gobernantes de Brasil se dieron cuenta que había una tremenda diferencia de desarrollo entre las zonas de costa y el interior del territorio. En el litoral se encuentran las urbes más conocidas y famosas del país, como pueden ser Sao Paulo o Río de Janeiro. Mientras, el interior se encontraba muy despoblado.

Así que, para paliar en parte esa situación, se decidió construir una nueva capital. Esa iba a ser Brasilia, cuyo diseño recayó en dos de los arquitectos y urbanistas más destacados del país: Lucio Costa y Oscar Niemeyer.

El primero hizo, sobre todo, el planeamiento urbanístico. Mientras, Niemeyer diseñó los principales edificios, entre ellos, la impresionante catedral. Es una de sus obras maestras, y eso que durante su longeva vida (1907–2012) realizó numerosas maravillas y no solo en su país. Como ejemplo, el centro cultural que lleva su nombre en la ciudad de Avilés.

La catedral de Brasilia, un templo revolucionario

Exterior de la catedral
Exterior de la catedral

En una ciudad tan planificada como la moderna capital, sin duda, edificios tan dinámicos y atractivos como la catedral de Brasilia sirven para animar mucho el paisaje urbano. Su aspecto desde un primer momento es rompedor. Y en un primer vistazo es difícilmente identificable con una catedral.

Lo cierto es que Niemeyer disponía de total libertad de concepto para diseñar una catedral, un privilegio con el que no han contado muchos arquitectos a lo largo de la historia.

Y además, no tenía tampoco problemas de espacio. No se tenía que ceñir a una parcela rodeada por otros inmuebles. Podía construir la catedral como una gran escultura visible en todo su contorno y sin restricciones urbanísticas.

Esta posibilidad es un sueño para un arquitecto. Algo que, sin duda, se ve en el resultado final, que de alguna forma transmite que su creador ha disfrutado enormemente con su trabajo.

La Catedral de Nuestra Señora de la Aparecida

Interior de la catedral de Brasilia
Interior de la catedral

Esa es la advocación de la catedral de Brasilia. Estamos hablando de una construcción cuyas obras se prolongaron durante una docena de años, desde 1958 hasta 1970.

Un templo en el que se empleó uno de los materiales predilectos de Niemeyer: el hormigón armado. Un material de apariencia muy ruda e industrial, pero al cual él supo extraerle todas sus cualidad plásticas.

Además, aquí lo combinó con el uso de fibra de vidrio, la cual es una especie de modernización para las gigantescas vidrieras de la iglesia brasileña. Algo que es a la vez un guiño a las grandes catedrales góticas de Europa, así como una versión del siglo XX.

La arquitectura de la catedral de Brasilia

Altar
Interior de la catedral

Toda la catedral se basa en una gran planta central que tiene más de 60 metros de diámetro. Surge como un enorme espacio abierto, diáfano, sin que desde el exterior seamos capaces de reconocer una fachada principal. Todo lo contrario, su estructura algunos la han querido comparar con dos manos monumentales en actitud de oración hacia el cielo.

En realidad, mientras que en los templos clásicos siempre hay una fachada llamativa, aquí el acceso se hace por un túnel oscuro. No es casual, ya que nos plantea una travesía de la oscuridad a la luz que reina en su amplio espacio interno. Esa luz es la que pretende otorgar belleza a la catedral, y no las esculturas y pinturas que suele haber en los templos históricos.

Aquí, esas esculturas el arquitecto decidió sacarlas al exterior y a un tamaño descomunal para representar a los cuatro evangelistas. Y también en el exterior hay una especie de piscina que se convierte en un espejo de la arquitectura.

En definitiva, es una obra grandiosa y muy representativa del arte de Oscar Niemeyer y del pasado más reciente de Brasil. Por ese motivo, en la actualidad, la catedral de Brasilia tiene la distinción de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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