Johannes Vermeer, el maestro de la "luz holandesa"
Johannes Vermeer es uno de los pintores holandeses más reconocidos del arte barroco. Sus composiciones dejaron una profunda huella en la historia del arte y su trabajo sirvió como inspiración para numerosos artistas posteriores. Su obra fue escasa, pero puede admirarse en diferentes partes del mundo.
Si eres un aficionado de la pintura o si estás pensando en visitar los Países Bajos, quizá te guste conocer la historia de Johannes Vermeer. Quédate con nosotros y sigue leyendo, te explicaremos todo lo que debes saber sobre este gran artista.
Biografía de Johannes Vermeer
Johannes Vermeer van Delft nació en 1632 y murió en 1675 en Delft, una ciudad de los Países Bajos. A lo largo de su trayectoria sus contemporáneos le llamaron por diversos nombres como Joannis ver Meer, Joannis van der Meer o Jan ver Meer.
Vermeer vivió en la conocida como la Edad de Oro neerlandesa, un momento en el que se experimentaba un gran y novedoso auge económico, político y cultural. Un periodo, además, de gran producción artística en el que destacó la figura de este artista.
Un pintor del que no se conocen maestros, aunque sí que tuvo amistades entre pintores de la época. Tal vez porque, al igual que su padre, Vermeer era marchante de arte.
Este gran pintor tuvo una vida de éxito moderado, trabajaba por encargo y ganaba lo suficiente para mantener a su esposa y a sus once hijos. Murió de manera prematura a los 43 años y tras ello su obra permaneció prácticamente en el olvido hasta que fue “redescubierta” en el siglo XIX por el crítico francés Théophile Thoré-Bürger.
Obra y técnica
La obra de Johannes Vermeer es reducida. Se calcula que apenas pintó 45 cuadros, de los que 10 de ellos se perdieron para siempre. Hay que tener en cuenta que solo pintaba por encargo de los mecenas de la época y que al año apenas producía un cuadro o dos.
Sin embargo, sus cuadros permiten apreciar cómo su técnica fue evolucionando a lo largo de los años. Una técnica en la que merece mención especial el exquisito tratamiento de la luz.
Pintura histórica
Sus inicios se basaron en un estilo histórico, muy de moda en aquella época. Sus cuadros contaban hechos conocidos y destacan, entre otros aspectos, por sus grandes dimensiones. De esta época destaca Cristo en casa de Marta y María (160 × 142 cm), un óleo en el que se representa una escena del Evangelio de San Lucas y que puede admirarse en la Galería Nacional de Escocia de Edimburgo.
Otro cuadro de esta época es Diana y sus compañeras (98,5 × 105 cm), en el que se representa a la diosa representa sentada en una piedra y rodeada por cuatro ninfas.
Paisajes
Vermeer también pintó paisajes. De ellos destaca el que da forma a una de sus obras más famosas Vista de Delf. Un cuadro que muestra una vista de la ciudad en la que río Schie está en primer plano. Mención especial merece el tratamiento de la luz, que entra por entre las nubes iluminando especialmente los edificios situados al fondo.
Retratos y escenas costumbristas
Vermeer obtuvo su mayor reconocimiento cuando se dedicó plenamente a la pintura costumbrista. De hecho, se puede considerar que este género compone la mayoría de su trabajo. Muchos de estos cuadros estás protagonizados por mujeres en escenas cotidianas, en las que intenta captar la acción en movimiento.
Sin duda, su obra más conocida es La joven de la perla, que hoy se exhibe en la Real Pinacoteca Mauritshuis de La Haya. Representa a una joven con un turbante, un elemento muy de moda en aquel momento, y una gran perla en la oreja.
“Un buen retrato es una biografía pintada.”
-Anatole France-
Otra obra que hay que mencionar es La lechera. En ella destaca el tratamiento de la luz que entra por la ventana e ilumina a la protagonista y a los elementos que hay sobre la mesa. Una obra con la que el artista dignificaba el trabajo de profesiones muy denostadas en aquel momento. Puede contemplarse en el Rijksmuseum de Ámsterdam.
Otras obras
Johannes Vermeer también trató en sus pinturas otros temas. Temas como las ciencias en cuadros como El geógrafo o el astrónomo. Y hay que nombrar dos alegorías: Alegoría de la fe y Alegoría de la pintura.