El palacio de Linderhof, un pequeño sueño real
La zona alemana de Baviera es rica en belleza arquitectónica. En ella se ubican numerosos palacetes de magnífico exterior y espléndido interior, rodeados por jardines no menos exquisitos. Uno de los más pequeños pero hermosos ejemplos lo hallamos cercano al pueblo de Oberammergau. Es el palacio de Linderhof, un precioso complejo que parece sacado de una leyenda.
Linderhof, un palacio de cuento
Todo el edificio exuda arte, pues su decoración es exuberante. Detener la vista en sus jardines, admirando la primavera, o dejarse envolver por sus tapices y espejos es un placer.
El turista disfrutará enormemente la visita al palacio favorito del rey Luis II de Baviera, quien mandó construirlo. Es fácil que Linderhof atrape al viajero entre mármoles y dorados, convirtiéndose en la fantasía del más curioso visitante.
Primer vistazo al palacio
Esta hermosa vivienda real alemana fue edificada en el siglo XIX. Con solo unas medidas de 30×27 metros, este complejo residencial es muestra de la artificiosidad del rococó. Tanto fachada como interiores y jardines se encuentran ampliamente recargados, claramente influenciado por Versalles.
El edificio consta de vestíbulo, recámara, cuartos privados y ceremoniales y escalera principal. Esta última es una copia de la “escalera del Embajador” del más famoso palacio francés.
Numerosas esculturas, pinturas, tapices, cortinas, espejos y elementos decorativos pueblan todo el palacio, tanto interior como exteriormente. La visita a la construcción hará las delicias de los amantes del exceso y la pomposidad.
Asimismo, no serán pocos los turistas que gocen de la armonía del conjunto decorativo. Un delicioso bocado para los paladares más exquisitos, de abundante lujo y sofisticación. Recorriendo sus salones, el viajero podrá sentirse dueño y señor de una vivienda real hermosa y única.
“Todo hombre puede transformar el mundo desde uno de monotono y la monotonía a uno de emoción y aventura.”
– Irving Wallace –
Interiores del complejo
Aunque influenciado notoriamente por Versalles, Linderhof es un palacio de una atmósfera mucho más privada. Destacan de las dependencias interiores cinco estancias de refinado estilo.
La primera de ellas es la Sala de los Espejos, llamada así por estar recubierta de ellos. La colocación paralela de los mismos crea un efecto óptico de infinitud. Una visión de ensueño que colma de paz los sentidos. La suave luz de las velas reflejada genera una impresión inimaginable.
La segunda estancia corresponde al Cuarto de Tapices. Una vez más, estos tejidos atrapan las paredes. En ella se ubica un aelodión, antecesor del piano. Esto hace que a veces sea referida como la sala de música.
La siguiente dependencia a destacar es el comedor, en el lado este. En su centro una mesa siempre dispuesta para cuatro comensales domina el espacio. Así ocurría, pues Luis II gustaba de cenar con gente imaginaria que admiraba.
Dos habitaciones de carácter público
El siguiente espacio a recalcar es el cuarto de dormir. De sobra es conocido que el dormitorio del rey Luis XIV en Versalles estaba concebido como habitación pública. Si bien Luis II procesaba admiración por este, en dicho aspecto prefirió un ambiente más íntimo. Tanto es así que, aunque construido con igual intención, no recibió visitas nunca en él.
Se alza reinante la cama sobre una doble altura, rodeada de una balaustrada. Con esta imagen, al turista se le asemejará a un altar, una sensación obviamente buscada. Alumbrando la escena se sitúa un candelabro de 108 velas ponía el broche dorado a los sueños del monarca.
La última dependencia, de función claramente ceremonial, es la Cámara de Audiencias. Finalmente, el rey no la usó para dicho fin, quedando como estudio del monarca. Se dice que en ella planificaba otros proyectos de construcción de similares características.
Los jardines del palacio de Linderhof
El terreno que rodea a Linderhof es considerado entre los más hermosos diseños históricos de paisaje. Se combinan en él elementos formales barrocos y renacentistas, con secciones de estilo inglés. Lleno de fuentes, escalinatas, esculturas, pabellones, albercas, grutas y templos, los jardines resultan un entorno perfecto.
Paseando por ellos se encuentra la Gruta de Venus, construida artificialmente con una cascada. En su interior se halla dispuesta una barca con forma de concha. También se halla un kiosko morisco, coronado con cinco doradas cúpulas. El interior de este árabe dulce es el escenario de un sueño; alfombras, mármol, trono y fuente incluidos.
De menor tamaño son la Casa Marroquí y la Choza de Hunding, con una chimenea y un role reinando interiormente respectivamente. Sin duda todos entornos para disfrutar de la lectura y la música, dos aficiones de Luis II. El viajero podrá imaginarlo todavía con el libro sobre el regazo.