Alexandra David-Néel, una viajera inspiradora

La historia de Alexandra David-Néel es verdaderamente fantástica. Fue una mujer que desafió los prejuicios y las limitaciones de su época. No solo hizo uno de los viajes más espectaculares de la historia, sino que también dejó un legado intelectual.
Alexandra David-Néel, una viajera inspiradora

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 20 septiembre, 2020

Alexandra David-Neel fue una mujer excepcional, que amaba la libertad tanto como los viajes. Era también una mujer tenaz y valiente que desafió los estándares de su época para abrirse un lugar en el mundo.

Cuando estaba prohibido ingresar al Tíbet , fue la primera persona que lo consiguió, luego de caminar 2000 kilómetros por el Himalaya. Cantante de ópera, antropóloga y escritora, siempre asumió los viajes como el primer paso para una evolución espiritual.

Tenía una curiosidad insaciable y un deseo de aprender de todo cuanto la rodeaba, lo que la llevo a entrar en contacto con personalidades de su época. Aprendió varios idiomas, se convirtió al budismo y escribió decenas de libros y ensayos.

Aunque pertenecía a una familia pudiente, no le interesaban las comodidades y, por el contrario, participaba activamente en la defensa de los derechos de las mujeres de entonces. Renovó su pasaporte a la edad de 100 años; poco después realizo su último viaje, sin regreso.

Una rebelde con causa

Alexandra David-Neel nació en París en 1868, en el seno de una familia acomodada. Su padre pertenecía a la masonería y era director de una publicación republicana. Fue en parte esta relación la que la llevó a interesarse por el anarquismo filosófico y las ideas de libertad.

Mientras tanto, la relación con su madre resultó ser menos estimulante, ya que ella intentaba guiarla por el mundo de las buenas maneras y la práctica comprometida de la religión católica. Esto era algo usual y tradicional en las mujeres a finales del siglo XIX.

Aunque interpretaba el piano, fue su dedicación al canto lírico lo que la llevó de gira a cantar en varios países como Túnez y Grecia, entre otros. De tal modo, para cuando viajó a Indochina, fue la primera soprano en cantar en la ópera de Hanói.

En 1898 escribió su primer ensayo, titulado Elogio a la vida, un texto de corte anarquista-feminista. En este escrito, instaba a los lectores a luchar por sus sueños independientemente de su condición, a vivir la vida intensamente y a no desperdiciarla con excusas.

Alexandra David-Neel fue una de las viajeras más famosas de la historia.

Su matrimonio con Philippe

Fue durante un viaje a Túnez que conoció a Philippe Neel, un ingeniero francés que trabajaba para el gobierno construyendo una vía ferroviaria y con quien contrajo matrimonio. Para Alexandra David-Neel resultó un error enorme, pues descubrió que no tenía madera para desempeñarse como esposa; pocos años después se separaron.

En el año 1910, tuvo la oportunidad de viajar a la India para desarrollar una tarea que le había encomendado el gobierno francés, la cual duraría 18 meses. Su esposo la despedía sin tener idea de que el viaje duraría 14 años en realidad.

De cualquier forma, Alexandra David-Neel y su esposo Philippe, a pesar de su separación, mantenían una relación de amistad muy estrecha. Esto era palpable por el sinnúmero de cartas que se escribían y que se mantuvo hasta la muerte de Philippe, en 1941.

El aprendizaje

En su estadía en la India, Alexandra David-Neel aprendió a hablar sánscrito, hindi y pali; también tuvo encuentros intelectuales y fructíferos con brahmanes y marajás. Renegaba del sistema de castas existente en este país, y formó parte de ceremonias a las que rara vez eran invitados extranjeros.

Cuando llegó a Nepal, en el año 1912, recorrió el país hasta llegar a Sikkim, donde tuvo la oportunidad de conocer a Yongden. Él era un niño de 14 años a quien contrató como criado; con el tiempo, se convirtió en su aprendiz y, finalmente, en su hijo por adopción.

Alexandra David-Neel tenía el firme propósito de visitar Lhasa (imagen de portada), que en esa época se encontraba tomada por los británicos y, por esa razón, el ingreso estaba prohibido. Frustrada por las circunstancias, decidió viajar a Pekín, Corea y Japón para finalizar en el Tíbet.

Allí permaneció por 30 meses en el emblemático monasterio de Kumbum; su reclusión voluntaria a 4000 metros de altura la fortaleció. Aprendió que las posesiones materiales son efímeras, a meditar para evolucionar espiritualmente y a profundizar en la naturaleza de las cosas.

Los progresos de Alexandra David-Neel no pasaron inadvertidos para los monjes budistas, quienes la bautizaron con el apelativo de Lámpara de Sabiduría. Fue un tiempo de crecimiento personal en el que aprendió a lidiar con la adversidad y las necesidades.

La travesía de Lhasa

Lhasa continuaba siendo su objetivo, a pesar de sus intentos fallidos que siempre concluían en arresto y deportación a la India. Esto la llevó a idear una estrategia diferente: decidió disfrazarse de mendigo, junto con Yongden.

Alexandra David-Neel durante su travesía por Lhasa.
Imagen: National Geographic.

Se hicieron pasar como madre viuda e hijo; ella debió tinturar pelo de yak con tinta china y aplicarse ceniza de cacao sobre la piel, como dicta la costumbre para las mujeres viudas. Tuvieron que viajar solo durante la noche y tolerar el frío y el hambre extremos.

En 1924, y tras cuatro meses de agotadoras caminatas que sumaron más de 2000 kilómetros por el Himalaya, una tormenta de arena los sorprendió: habían alcanzado su objetivo. Frente a ellos se alzaba como una mole fantasmal la ciudad de Lhasa.

En este punto, todas las penurias que habían atravesado tenían su recompensa. Adicionalmente, había sido la primera mujer de Occidente en ingresar a la ciudad prohibida, sorteando todo tipo de dificultades.

La celebridad y una vida productiva

Cuando regresó a Francia, fue recibida como una heroína; también fue portada del Times y recibió la medalla de honor otorgada por la Sociedad Geográfica de París. Luego fundó Samten Dzong, un lugar en Digne-les-Bains dedicado al estudio y práctica del budismo.

Fue allí donde se dedicó a escribir más de 20 libros, varios ensayos y, por supuesto, a la práctica del budismo. Hoy en día, esta casa se ha transformado en un museo que alberga objetos que cuentan la historia de Alexandra David-Neel.

A la edad de 67 años, obtuvo su pase para conducir y viajó en el Transiberiano a China, durante 10 años. A sus 100 años, en tanto, renovó su pasaporte; un año más tarde, falleció en Samten Dzong.

Sus cenizas, junto con las de su hijo adoptivo Yongden, fueron dispersadas sobre el río Ganges, según rezaba su última voluntad. Esta incansable viajera consiguió influenciar escritores y filósofos de su época y se convirtió en un ejemplo para mujeres y hombres de todo el mundo.