Todos los secretos de las momias incas
Cuando un monarca inca fallecía debía ser cuidadosamente embalsamado y preservado para la eternidad. Desafortunadamente, las momias incas nunca se han localizado y solo se cuenta con la información registrada por cronistas durante el período de la conquista española.
Desde el antiguo Imperio Inca se celebra la ceremonia del Inti Raymi, que se realiza durante el solsticio de invierno. Este es un ritual dirigido al dios sol Inti en el que se recrea la procesión de las momias por lugares emblemáticos.
Estos gobernantes incas eran considerados divinidades descendientes del dios sol Inti, así que el concepto de muerte para estos miembros de la realeza no existía. Por lo tanto, las momias continuaban haciendo parte de la comunidad y participando de todos los hechos relevantes para esta cultura.
El proceso de momificación
Se conoce la reverencia con que eran tratadas las momias incas de la realeza gracias a las descripciones de los cronistas que acompañaban a los conquistadores. Sin embargo, no se tiene certeza acerca de las técnicas de momificación que eran utilizadas.
Solo hay relatos fragmentarios en los que se brindan algunas pistas, como el del jesuita Blas Valera. Este se refiere al embalsamamiento de la siguiente forma: “Cuando el rey moría le quitaban los intestinos y embalsamaban su cuerpo con el bálsamo traído de Tolú”.
Por esto, en la actualidad varios investigadores del tema suponen que se refería a una mezcla de resina, saponinas, sal, mentol y tanino. La apariencia de las momias puede apreciarse en la serie de grabados de Felipe Guamán Poma de Ayala, realizados entre 1583 y 1615 y en los que se observa el traslado de una momia ataviada con sus mejores trajes.
Los rituales de las momias incas
Todo parece indicar que la postura de las momias incas resultaba de fijarlas a una estructura con forma de silla. En esta, las rodillas se flexionaban por debajo del mentón y se decoraban con pan de oro los puños, la boca y el pecho. A continuación, eran engalanadas con magníficas vestimentas.
Posteriormente, le seguía un mes de rituales funerarios que podían o no incluir sacrificios humanos de esposas y de alguien joven perteneciente a la nobleza. En este sentido, los sacrificios humanos son motivo de debate.
Al parecer, estos sacrificios se hacían como ofrenda a los dioses frente a catástrofes como terremotos, sequías extremas o plagas, pero no es claro que hiciera parte de los rituales funerarios. Estos finalizaban cuando el cuerpo de la momia realizaba una peregrinación por sitios emblemáticos y terminaba en el palacio que había habitado en vida y al cuidado de sus servidores.
El orden cósmico
Para esta cultura era indispensable mantener con alimento, bebida y vestido las momias incas de sus antepasados para resguardar el orden cósmico. De esta manera, se garantizaban tanto la fecundidad del ganado como la abundancia en las cosechas.
Por este motivo, cada momia contaba con su propio séquito de cuidadores. Por lo general, eran encabezados por un mayordomo y un grupo de mujeres que se encargaban de cuidarla, lavándola, alimentándola y vistiéndola.
Las momias incas permanecían ocultas a los ojos de la población, excepto cuando se trataba de rituales o celebraciones especiales. En estos casos, se acondicionaban sobre una especie de tronos que eran transportados a los lugares de encuentro.
Participaban en eventos públicos donde comían y bebían junto con su pueblo y sus descendientes. Otorgaban audiencias a sus sucesores, visitaban los palacios de otras momias, daban consejos o negociaban tratados. Incluso podían desempeñarse como embajadores y tomar decisiones políticas o militares en cualquier lugar del Imperio.
Las medidas de protección
Con el arribo de los conquistadores españoles al territorio peruano y sus constantes saqueos, los Incas vieron la necesidad de proteger sus tesoros más preciados. Por esta razón, decidieron trasladar de morada a sus momias y mantenerlas en secreto para que no fueran profanadas.
Aun así, fue Juan Polo de Ondegardo, corregidor de Cuzco quien tuvo la misión de localizar las momias incas de los monarcas. Su incesante búsqueda finalmente dio frutos logrando descubrir y apropiarse de al menos tres momias de los monarcas.
Garcilaso de la Vega lo registra así:
“En la habitación encontré cinco cuerpos de los gobernantes incas, tres varones y dos hembras. Los cuerpos estaban perfectamente conservados […]. Estaban vestidos como lo habían sido en vida. Fueron enterrados en una posición sentada, sus manos cruzadas a través de su pecho, la izquierda sobre la derecha, y sus ojos bajos, como si buscaran en el suelo […]. Los cuerpos pesaban tan poco que cualquier indio podría llevarlos en sus brazos en la espalda de casa en casa”.
Un destino incierto
El destino de las momias incas es incierto; solo se sabe que un grupo de ellas fue transportado a la capital del Perú en 1532. Allí fueron recibidas por el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, quien decidió depositarlas en el Hospital Real de San Andrés en Lima.
A partir de entonces solo se encuentra información ambigua e inconexa al respecto de su paradero. Solo hasta 1937 se adelanta una búsqueda a cargo de José de la Riva-Agüero quien intenta verificar si aún se encuentran en el hospital. Aunque se descubrieron varias criptas, ninguna contenía momias.
En el año 2001 se adelantó una expedición arqueológica, para la cual se empleó un radar de penetración. Se encontró una bóveda subterránea y un pozo con deshechos pertenecientes a la colonia, pero nada de momias.
Finalmente, se adelantaron varias excavaciones en 2005 que arrojaron resultados negativos. La frustración por dar con el paradero de estas momias, al menos por ahora, continuara presente.