Nordlingen, una ciudad dentro de un cráter
La región de Baviera tiene atractivos turísticos en cualquiera de sus rincones. Algunos son tan famosos como la ciudad de Munich o el castillo de Neuschwanstein, una de las mayores atracciones de todo el país. Pero hay lugares menos famosos con un encanto único y que bien merecen una visita, ese el caso de Nordlingen.
Para llegar a esta población basta con recorrer un trayecto de una hora y media por carretera desde Munich. En cualquiera de los folletos o webs que hablen de la transitada Ruta Romántica por Baviera aparecerá Nordlingen, una peculiar ciudad que surgió en el interior de un cráter. No un cráter volcánico, sino uno que provocó la caída de un meteorito.
Nordlingen y su origen medieval
La planta de Nordlingen es claramente circular, como el socavón que creó ese meteorito, cuyo impacto sobre el planeta Tierra se estima que tuvo lugar hace unos 15 millones de años.
Lógicamente el hombre llegó mucho después aquí, ya que la ciudad actual se originó en tiempos del Medievo, cuando se aprovechó la forma circular del terreno para establecer ahí la población.
Pero, por si fuera poco la forma natural del territorio, en los años convulsos de la Edad Media no se creía que esa protección natural fuera suficiente, así que se construyó una muralla con cinco puertas y once torreones para proteger a la población.
La muralla de Nordlingen es la mejor conservada de Alemania
Todo el perímetro de la ciudad conserva su amurallamiento medieval y, no solo eso, sino que es visitable en su integridad. La muralla de Nordlingen es la mejor conservada del país y es uno de sus grandes atractivos. Incluso la famosa fiesta medieval que se celebra en la ciudad lleva el nombre de la muralla: Stadtmauerfest.
Sin embargo, los atractivos de Nordlingen continúan al atravesar las puertas medievales. Allí todavía se mantienen en pie casas levantadas entre los siglos XIV y XVI, en las que se funden materiales como la piedra y la madera y estilos arquitectónicos que van del gótico al barroco, pasando por las formas renacentistas.
Nordlingen a vista de pájaro
Un buen lugar para contemplar todo el casco histórico es ascender hasta la torre Daniel, que es el campanario gótico que forma parte de la iglesia de San Jorge, a 90 metros de altura.
Allí precisamente se conserva una de las tradiciones más singulares de la ciudad. Desde las 10 de la noche y hasta las 12, siguen vigilando desde ahí arriba dos guardianes y, cada media hora, tranquilizan a los vecinos con un grito que indica que todo está bien. Una curiosidad que solo se mantiene aquí, aunque fue muy común en otras ciudades alemanas.
Este campanario ha sobrevivido a los periodos más convulsos de la ciudad, especialmente la Guerra de los Treinta Años. En ese periodo se desarrollaron dos importantes batallas en las cercanías de la población. De hecho, el final de la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII, fue el final del primer momento de esplendor de la urbe.
“El pueblo de Alemania, embriagado por las ideas de victoria, no sospecha lo terrible que es la guerra.”
-August Macke-
El segundo momento vendría a ser el actual, ya que Nordlingen prácticamente no sufrió daños ni bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Eso ha permitido que la ciudad se haya conservado de una forma espectacular, mientras que el crecimiento económico de la zona ha hecho que el progreso, en forma de industrias, se desarrolle en las proximidades. Así, un pasado brillante, un pujante presente y un futuro prometedor se dan la mano en Nordlingen.
Los museos de Nordlingen
Hay varios museos que merece la pena visitar durante un viaje a Nordlingen. Uno de ellos es, obviamente, el Museo del Cráter, donde se relatan todos los datos sobre tan lejano acontecimiento natural.
Desde luego, otro de los puntos de visita obligada es la exposición dedicada a las murallas, que es el complemento ideal tras el paseo por las mismas. Y, para acabar, Nordlingen tiene otros dos museos muy curiosos: uno es apasionante para los aficionados a los ferrocarriles históricos y otro trata sobre los medios de comunicación del siglo XIX, se trata del Museo Augenblick o Museo del Momento.