Los godos: historia en la época de las invasiones bárbaras

Los godos, uno de los pueblos que los romanos clasificaron como bárbaros, fue uno de los más importantes durante la época de las invasiones bárbaras y, posteriormente, en la conformación de los reinos cristianos de la Europa postromana.
Los godos: historia en la época de las invasiones bárbaras
David Díaz

Escrito y verificado por el historiador David Díaz.

Última actualización: 29 julio, 2019

Las invasiones bárbaras o, según la historiografía alemana del siglo XIX, ‘período de las migraciones de los pueblos’, fue un momento de la historia del continente europeo en el cual un conjunto de pueblos, entre ellos los godos, empezaron a trasladarse hacia el sur de Europa. Esto sucedió entre finales del siglo IV y mediados del VI de nuestra era.

El avance de esos pueblos hacia el sur se vio frenado por otro pueblo de origen mediterráneo, los romanos. Este pueblo había construido un imperio cuya frontera norte se estableció a lo largo de los ríos Rhin y Danubio. Este desplazamiento hacia el sur fue presionando el limes romano hasta que no pudo sostenerse más y los pueblos del norte invadieron territorio romano.

Los pueblos que protagonizaron esos movimientos migratorios fueron diversos. Entre ellos, nos encontramos a pueblos túrquicos como los hunos, a los pueblos eslavos, a los iranios y a los germánicos. Dentro de este último grupo estaban los godos, los suevos, los vándalos, los anglos, los sajones y los francos, entre otros.

Invasiones bárbaras
Wikimedia Commons

Los romanos consideraban a todos los habitantes al norte del limes como pueblos bárbaros, por ello, este período de movimientos poblacionales se conoce como las invasiones bárbaras. En este artículo queremos aproximarnos a la historia de uno de estos pueblos germánicos, los godos, durante este período. Pero antes, veamos quiénes eran.

Los godos, un pueblo de origen incierto

Los godos fueron un pueblo que aparece citado tempranamente en las fuentes clásicas. Tácito, en su obra Germania, del año 98 d.C., los ubicó en los márgenes del Vístula, actual Polonia. El origen de este pueblo no se conoce a ciencia cierta, probablemente fueron originarios del sur de la península de Escandinavia.

Tácito y los godos

Según las descripciones realizadas por Tácito, los godos eran un pueblo con las típicas características de un pueblo germano. De constitución física grande, de cabellos rubios y ojos azules. Eran incapaces de realizar grandes esfuerzos o de resistir al calor y la sed.

Tenían un patrón de asentamiento disperso en cabañas o pequeñas aldeas situadas en bosques y zonas pantanosas. Era un pueblo con una vestimenta pobre y carente de metales preciosos o hierro para sus armas a causa de su incapacidad para buscar materiales. La suya era una organización social y política enfocada a la guerra y cuyos reyes estaban destinados a encabezar el combate.

Estos reyes, a pesar de que Tácito destacara la mayor sujeción a los reyes que otros pueblos germánicos, no tenían una autoridad absoluta sobre sus súbditos, ya que el sistema asambleario todavía era muy potente. Otro elemento característico de este pueblo era su valentía, manifiesta en la lucha.

Probablemente, las descripciones que hizo el escritor romano sobre los godos eran producto de su imaginación, ya que estaba remarcando ciertas características que podían achacarse a cualquier pueblo del norte del limes. Por tanto, los godos descritos por Tácito eran el reflejo imaginado de los pueblos que tenía más cerca y que, seguramente, sí conocía.

Otros historiadores de la época, como Jordanes en el siglo IV, e Isidoro de Sevilla en el VII, tampoco hicieron una reconstrucción de los orígenes de este pueblo ni de su organización social y política. Se limitaron a destacar las gestas heroicas de sus reyes o en destacar la gallardía de este pueblo guerrero.

Avance de los godos hacia el sur

A pesar de desconocer el origen de los godos, sí sabemos que, hacia la segunda mitad del siglo II de nuestra era, empezaron a migrar hacia tierras ubicadas al norte del mar Negro y, desde el año 238 los encontramos haciendo presión en las fronteras orientales del Imperio romano.

En estas grandes migraciones, el pueblo que partió no era el mismo que se asentó en un determinado lugar. En el avance se fueron produciendo procesos de etnogénesis a raíz del contacto con multitud de pueblos diversos.

Este fue el caso de los godos que, a través del impacto que los hunos causaron sobre los godos asentados en el norte del mar Negro y el bajo Danubio, se produjo una desmembración en dos grandes conjuntos: los visigodos –godos del oeste– y ostrogodos –godos del este–. Esto sucedió a finales del siglo III.

Los ostrogodos

Mausoleo de Teodorico en Rávena
Mausoleo de Teodorico en Rávena

En el siglo IV, el rey Hermanarico se convirtió en el líder gótico más poderoso. Llegó a tener bajo su dominio extensos territorios que se extendían, posiblemente, desde el mar Báltico hasta el Negro, llegando hasta los montes Urales por el este.

Alrededor del año 370 el pueblo godo fue atacado por los hunos y, después de varias batallas, los ostrogodos cayeron bajo el dominio de este pueblo proveniente de oriente. No fue hasta el año 454 cuando lograron deshacerse del control de los hunos y recuperar su independencia.

Zenón, el emperador del Imperio Romano de Oriente, instó al rey Teodorico el grande que instalase su pueblo en la península itálica. Eso fue en el año 488. Teodorico el grande logró fundar un gran reino ostrogodo que dominó toda la península.

En la guerra gótica, Justiniano I, para revertir la decisión de Zenón, inició una guerra para destrozar el reino ostrogodo italiano. Tras la batalla de Tagina, el emperador acabó con toda la resistencia ostrogoda y los sobrevivientes fueron asimilados por los lombardos, que invadieron la península itálica, fundaron un reino lombardo en el año 567 y acabaron con el gobierno imperial restaurado.

Los visigodos

Corona de Recesvinto, uno de los reyes godos
Corona de Recesvinto – Emilio J. Rodríguez Posada / Wikimedia Commons

Con el avance de los hunos, los visigodos, a diferencia de los ostrogodos, solicitaron ayuda a Roma, que los aceptó como foederati El emperador les entregaría tierras a cambio de servicios militares. Los pactos establecidos entre los visigodos y el emperador romano exigían demasiado de los germanos, motivo por el cual en el año 377 se rebelaron.

En la batalla de Adrianápolis, los visigodos vencieron y el emperador Teodosio hizo la paz con ellos a cambio otorgarles más protagonismo en los ejércitos romanos y de asentarlos en territorio romano. De este modo, en el año 382 se asentaron en la provincia romana de la Tracia, en el 418 en Aquitania y, a partir del 507, en Hispania.

Pero esto no significó que los visigodos no emprendieran ataques contra Roma. Todo lo contrario, bajo el reinado del rey Alarico se emprendieron un seguido de ataques tanto a Constantinopla como a Roma, que fue saqueada en el año 410. A la muerte de Alarico, su sucesor Ataúlfo hizo un pacto con el emperador Honorio.

Desde entonces, los visigodos se establecieron en la región del sur de las Galias –Aquitania– y en Hispania. En estos territorios se dedicaron a mantener la paz en nombre de Roma pero, en la práctica, los reyes visigodos gobernaban de forma independiente.

Los visigodos, ancestros de la identidad nacional española

Reyes godos en la Plaza de Oriente de Madrid
Plaza de Oriente de Madrid – Basilio / Wikimedia Commons

En el año 507, tras la batalla Vouillé, los francos expulsaron a los visigodos del norte de los Pirineos y se quedarían establecidos en Hispania, en el reino de Toledo hasta que, en el año 711, los musulmanes conquistaron prácticamente toda la península.

Fue en los territorios no conquistados por los árabes donde los visigodos, que ya hacía siglos se habían convertido al cristianismo, conformaron reinos cristianos y empezaron a luchar contra el avance musulmán. Quizás el episodio más conocido es la batalla de Covadonga, liderada por don Pelayo de Asturias (722).

De este modo, los constructores del nacionalismo español tomaron el legado de estos reyes como punto de partida de la historia de España. Construyendo así una idea nación intemporalmente antigua, sólida y homogénea que avanza inexorablemente de un lado a otro de la historia.

Un ejemplo de esta construcción discursiva de la idea de nación, cimentada en estos reyes godos, la vemos representada en la plaza de Oriente de Madrid donde se conservan las esculturas de todos los reyes desde Ataúlfo. Seguro que la lista de estos reyes, los más mayores, todavía la recuerdan.

Fotografía principal: Pablo Sanchez Martin /Wikimedia Commons