La catedral de Milán, uno de los templos más bellos del mundo
Italia es uno de los destinos de mayor relieve monumental que existen. Dentro de esta nación cabe destacar ciudades tan magníficas e históricas como Florencia, Venecia, Roma o Pisa. No obstante, Milán, capital internacional de las compras, la moda y el glamour, alberga una de las más excepcionales edificaciones del país. La catedral de Milán es una enorme, singular y espléndida basílica consagrada a la Vírgen María.
El complejo proceso de edificación de la catedral de Milán
Un extraordinario diseño exterior
Este gigantesco templo, ubicado en pleno centro de Milán, es un claro ejemplo del arte gótico. Una maravillosa construcción de ladrillo revestido de mármol en cuyo interior caben nada menos que 40.000 personas.
Esta obra era un trabajo complejo y difícil para el que eran necesarios operarios e ingenieros muy cualificados y con una alta preparación. Por ello, conforme avanzaba el proceso de diseño y esquemas, fue acabando en las manos de diferentes expertos.
Para empezar, se eligió a Nicolás de Bonaventure, de origen francés. Después, atraídos por la magnificencia del plan, llegaron más con la intención de dejar en él su propia impronta. Entre todos ellos, destaca la participación de Leonardo Da Vinci, que pasó algún tiempo en la localidad apoyando al duque Ludovico Sforza, aportándole múltiples bocetos y posibles soluciones. Sin embargo, lamentablemente, todos ellos se desecharon y desestimaron.
“Un arquitecto es un dibujante de sueños.”
-Grace McGarvie-
Otro de los personajes carismáticos que quisieron poner su granito de arena en esta construcción fue Napoleón Bonaparte, quien ordenó la finalización de una de las fachadas. De hecho, como agradecimiento a su labor, una estatua suya fue colocada en uno de los pináculos.
Arquitectura interior
De unas extraordinarias medidas, esta catedral se compone de cinco impresionantes naves. De todas ellas, la central hace las veces de espacio principal y de más importancia, por lo que tanto su altura como su anchura son mayores que las de las otras cuatro, que permanecen colocadas alrededor del altar a modo de girola.
Este santuario cumple con la costumbre cristiana de contar con una planta de cruz latina. En el transepto, el pabellón que cruza dicha nave, se encuentra el coro, de estilo renacentista. No pasan desapercibidos los cuarenta pilares maravillosamente tallados que aguantan las imponentes bóvedas de crucería. Mientras, por las cristaleras de representaciones religiosas que decoran sus paredes la luz exterior penetra de manera sobrecogedora.
Sus preciosas estatuas
Durante la visita, es esencial abrir bien los ojos para no perderse ni un solo detalle, ya que la ingente cantidad de estatuas ornamentales que visten a este templo es poco habitual, a la par que sobresaliente.
La imagen de San Bartolomé es una de las más destacadas y llamativas. En esta obra de Marco de Agrate puede verse al apóstol con su propia piel cayéndole por los hombros tras haber sufrido el martirio de haber sido desollado vivo.
Sin embargo, todas ellas quedan relegadas por una de las reliquias más significativas y valiosas de la colección eclesiástica, un clavo de la Cruz de Cristo que está cobijado en la parte trasera del altar y que solo se muestra al público una vez al año, más concretamente cada 14 de septiembre.
La terraza de la catedral de Milán y sus increíbles vistas
La subida a la parte más alta del edificio está permitida y, de hecho, es totalmente recomendable. Debido a sus extraordinarias dimensiones, ocupa todo el tejado. El acceso a la misma es posible a través de unas escaleras que parten del edificio adyacente Vittorio Emannuelle II o subiendo gracias al ascensor que ha sido habilitado para ello justamente en la cara opuesta a la entrada principal.
Una vez arriba contemplaremos el punto más alto de esta obra maestra arquitectónica, es decir, la Madonnina, llevada a cabo por el escultor Carlo Pellicani en el ao 1774. Fabricada a partir de cobre dorado, simboliza la Asunción de la Vírgen que vigila y protege la ciudad desde las alturas.
Asimismo, el turista tendrá la oportunidad de disfrutar del gran detalle con que han sido elaboradas las estatuas que adornan los enormes pináculos y capiteles. Otro de los grandes atractivos del ascenso es el de contemplar una preciosa panorámica de Milán.