Economía de guerra, un viaje a la despensa de Europa
Probablemente desde los años 40 no se recuerde en Europa occidental semejante inquietud y recelo hacia aquellos lugares encargados de proveernos de aquello que llena nuestras despensas. Es algo parecido a lo que ocurre en países con economía de guerra.
Por eso, la crisis sanitaria y económica que nos está sacudiendo nos ha hecho valorar, a la fuerza, la importancia que las actividades agropecuarias tienen para la supervivencia.
La incesante revolución industrial en la que se encuentran la mayor parte de las sociedades nos ha hecho creer que sin ella la economía se paraliza y la vida acaba. Pero esta turbulencia sanitaria está contribuyendo a recapacitar y mirar hacia el campo, que es una de las pocas maquinarias que sigue trabajando sin cuartel.
En tiempos de guerra la retaguardia era la encargada de suministrar a los frentes el material bélico y alimentario necesarios para que los combatientes estuvieran en buenas condiciones de hacer frente al enemigo.
Desde nuestras casas no somos capaces de ver la realidad de esa retaguardia agropecuaria, pero sí de poner en valor su inestimable esfuerzo. De hecho, dentro de los países de la Unión Europa, el sector agropecuario tiene gran peso y protagonismo en España, ya que tradicionalmente se ha considerado como la despensa de Europa.
Hoy queremos hacer un viaje virtual por el campo español y mostrarte su riqueza, así como los recursos que ofrecen las factorías agrícolas y ganaderas, especialmente en época de economía de guerra.
La agricultura, base de la economía de guerra
La estructura agrícola de España ha cambiado sustancialmente con respecto a tiempos pasados. Esta se ha desvinculado hasta cierto punto de sus condicionantes de localización. Sin embargo, las bases siguen presentes en todo el territorio desde hace siglos.
Si viajamos a cualquiera de las dos mesetas, nos daremos cuenta que la producción cerealista sigue tapizando buena parte de las extensas explotaciones del interior. Aquí los principales recursos agrícolas son los herbáceos como el trigo y el arroz para el consumo humano. Por otro lado la cebada, el maíz y el centeno se usan en la elaboración de piensos compuestos para los animales.
Mayor tradición si cabe presenta la localización del olivo en buena parte de la mitad sur de España. Este juega un papel muy importante en la elaboración de aceite de calidad situando en el 43% de superficie dedicada al olivar a provincias como Jaén.
Algo parecido ocurre con la vid, extendida de forma muy amplia por regiones como Castilla-La Mancha y La Rioja. La mayor parte de su producción está orientada a la elaboración de vino y, en menor medida, al consumo en fresco de su fruto, la uva.
Sin embargo, el cultivo que ha experimentado mayor crecimiento y transformación es el hortofrutícola. Su área productora es muy diversa, aunque concentra mayores porcentajes en el litoral mediterráneo.
Los cultivos de hortalizas y frutales han adquirido mucho peso en la alimentación humana, cada vez más preocupada por llevar una dieta equilibrada. Las hortalizas, al aire libre o en invernaderos, se cultivan en los regadíos litorales y cerca de los principales centros de consumo urbanos. En cambio, los frutales se distribuyen por los valles regados de interior y en las soleadas costas mediterráneas.
La ganadería en la economía de guerra
El sector ganadero ha experimentado profundas transformaciones con respecto a tiempos pasados. Este ha incrementado la producción, se ha especializado y ha incorporado progresos técnicos que han puesto en valor su estructura.
Como normal general, cuanto más al norte mayor aportación ganadera y cuanto más al sur mayor participación agrícola. Por eso, ahora viajamos fundamentalmente a la mitad norte del país. De hecho, comunidades como Galicia, Asturias, Aragón y Cataluña representan los mayores porcentajes en la producción ganadera de España.
La ganadería bovina se dedica principalmente a la producción de leche y carne. El bovino de competencia lechera predomina en el norte de España, donde hay pastos naturales. En cambio, el bovino de producción cárnica se asienta en las dehesas occidentales, en las áreas de montaña y cerca de núcleos urbanos, eso sí, aquí en régimen intensivo.
Por el contrario, el ganado ovino se localiza en los secanos del interior. Su producción está orientada mayoritariamente a la elaboración de quesos, dada su alta demanda en el mercado.
La estrella de la ganadería española la representa el porcino y su localización oscila entre las dehesas del oeste peninsular dedicadas a la producción de calidad (cerdo ibérico) y al intensivo con elevados porcentajes en Cataluña, Murcia y buena parte del valle del Ebro.
Finalmente, y no menos importante, tenemos la ganadería avícola destinada a la producción de carne y huevos. Esta se localiza fundamentalmente en Castilla y León, Cataluña y Aragón. Como curiosidad, la producción cárnica es inferior al consumo que se hace en España, lo que exige importar. En cambio, la producción de huevos permite las exportaciones.
Eterno agradecimiento al campo español
Sin ninguna duda, el campo español es diverso, todo gracias a la gran variedad de paisajes y de recursos naturales existentes en su territorio. También lo es gracias a la diversidad de civilizaciones que han pasado por sus tierras, dejando y aportando técnicas y actividades variopintas. Se podría decir que es un país rico en lo esencial, en lo realmente necesario para la supervivencia.
La crisis sanitaria y económica provocada por el COVID-19 nos ha enseñado algo: que cualquier maquinaria puede detener su producción, cualquier empleo puede ralentizar su actividad, pero el campo y sus labores deben seguir, como el soldado, al frente de la batalla.