Las catedrales de Plasencia, dos historias sin final
Pocos edificios pueden jactarse de tener una historia tan dilatada como las catedrales de Plasencia. Tampoco lo tienen de haber sido escenario de grandes acontecimientos que marcaron la historia de España y que convirtieron a esta ciudad en la capital de una extensa diócesis de tierras muy alejadas entre sí para aquellos tiempos medievales.
Las catedrales de Plasencia, en realidad dos medias catedrales que han encajado a la perfección como si de dos piezas de un puzle se tratara, forman parte de los grandes iconos del románico tardío y del gótico que hoy os queremos desgranar.
Plasencia, tan precisa para escribir su historia
Como en cualquier historia, los inicios de Plasencia no fueron especialmente fáciles. La ciudad que hoy conocemos fue fundada en 1186 por el monarca castellano Alfonso VIII. Estaba localizada en el límite entre las tierras de los reinos de Castilla y de León respectivamente, y al norte de territorios aún dominados en esa época por los musulmanes.
De hecho, estos fueron algunos de los principales escollos para su consolidación como nuevo concejo. Tras la batalla de Alarcos, la ciudad fue tomada por los almohades, pero poco tiempo después fue recuperada por Alfonso VIII que, ante tal sobresalto, decidió dotarla de murallas por sus cuatro costados.
En 1189, el papa Clemente III creó la diócesis de Plasencia con sede en la ciudad. Desde esa época, Plasencia se convirtió en un gran centro de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos, en la que estos últimos adquirieron gran poderío económico y social.
La ciudad creció y prosperó rápidamente, convirtiéndose en el primer emplazamiento universitario en tierras extremeñas donde se implementaron estudios de humanidades. Tal fue su importancia, que a la ciudad se le otorgó su propio Fuero, celebró nupcias entre el rey Alfonso V de Portugal y su sobrina Juana la Beltraneja y acogió la residencia principal del monarca Fernando el Católico.
Las catedrales de Plasencia, en constante fulgor
Con esos tumultuosos orígenes, este centro urbano, ubicado en plena vía de la plata, pronto necesitó la construcción de un gran templo de veneración cristiana acorde al rango que adquirió la ciudad durante la Reconquista. Con él, se garantizó la supremacía del cristianismo frente a las otras dos religiones que luchaban contra viento y marea por persistir en el lugar.
La catedral vieja
La catedral vieja de Plasencia establece sus orígenes en el S. XIII y constituye un claro ejemplo de transición del románico al gótico. Conserva sus tres naves y respetando la norma del arquitecto, carece de ábside.
En la nave central se pueden observar las soluciones arquitectónicas que después se aportaron para contrarrestar el empuje de los arcos utilizados en la catedral nueva. Esta nave es la más elevada y mantiene sus originales bóvedas de crucería con arcos terceletes.
La catedral también expone un retablo barroco ubicado en el muro que sirve para separar los dos templos. La portada principal es claro ejemplo del románico, presenta arcos de medio punto con arquivoltas sobre las que se contempla un grupo escultórico tallado en piedra y sobre este, un espléndido rosetón.
Adosado a la catedral, está el claustro, de planta irregular y de rasgos a caballo entre el románico y el gótico. Sus columnas presentan capiteles en los que aparecen esculpidas escenas bíblicas y en el centro hay una fuente gótica con los escudos de armas del obispo y del cardenal de Plasencia.
En el templo también destaca la antigua Sala Capitular o capilla de San Pablo, popularmente conocida como Torre del Melón por su curiosa culminación en una bola con estrías. Esta última corona la torre octogonal formada a través de trompas nervadas que configuran una bóveda gallonada de dieciséis nervios.
La catedral nueva
La construcción de catedral nueva de Plasencia se prolongó durante demasiado tiempo. Esta eventualidad no ha hecho más que embellecerla, pues guarda elementos de tres periodos artísticos: el gótico, el renacimiento y el barroco.
Su obra constructiva comenzó en el año 1498 y es considerada como el templo con mayor riqueza ornamental de toda Extremadura. La catedral tiene dos fachadas renacentistas de estilo plateresco, siguiendo modelos como el de Salamanca.
Su interior está configurado en tres naves de igual altura con bóvedas de crucería. Estas descansan de una forma muy peculiar sobre columnas cuyos nervios no parten del capitel sino de la propia base de las mismas. Esta primicia arquitectónica las hace únicas en el mundo.
Entre las reliquias más significativas que posee la catedral destaca el retablo mayor, de estilo barroco. Este presenta temas iconográficos propios de la contrarreforma. Por otro lado, está el coro de estilo gótico flamígero con sillería esculpida en madera de nogal y compuesta por 41 sitiales y un gran órgano plateresco.
Dos historias con el mismo fin
Las catedrales son iconos que representan buena parte de la historia de sus ciudades. Las de Plasencia han querido unir dos historias sin final, pues se considera que su construcción no está concluida.
A pesar de este hecho, la belleza que exponen unidas las hace únicas e invita a visitarlas y además, deja la puerta abierta a imaginar cómo hubiera sido para ti, su culminación ideal.