Castillos del Rey Loco: palacio de Linderhof
Vamos a hacer un recorrido por los castillos del Rey Loco para conocer uno de los más hermosos que forman parte de esta ruta. Visitamos el palacio de Linderhof, un pequeño tesoro en el corazón de Baviera. ¿No lo conoces aún? Pues vente con nosotros a descubrir esta maravilla, obra con un punto de locura y una arquitectura espléndida.
Qué es la ruta de los castillos del Rey Loco
Este al que se le llama Rey Loco es Luis II de Baviera. Admirador profundo de reyes absolutistas como Luis XIV de Francia, el Rey Sol, quiso desplegar todo su egocentrismo en la construcción de varios palacios y castillos magníficos.
Seguro que uno de ellos lo conoces: el castillo de Neuschwanstein. Dicen que es el que inspiró a Disney para crear el castillo de la Cenicienta. Y de hecho, más parece una construcción de cuento que real.
Para situarte, hablamos de la segunda mitad del siglo XIX, pero Luis II quería un castillo modelo inspirado en la Edad Media, reflejo de sus ideas profundamente románticas.
Neuschwanstein no sería la única construcción iniciada por el monarca. Junto a él hay que mencionar el palacio de Herrenchiemsee y el de Linderhof, del que hablaremos un poco más adelante.
Luis II y Wagner
Una enorme influencia en la mentalidad soñadora del rey tuvo Richard Wagner, especialmente obras como Tristán e Isolda. La gran admiración que sentía hacia el compositor hizo que se convirtiera en su mecenas. Son conocidas las palabras que dedicó al músico cuando le conoció en 1864:
“Sin que vos lo supierais, erais la cuenta de todas mis alegrías. Vos habéis sido mi mejor maestro, mi educador y un amigo que, como ningún otro, ha sabido hablar a mi corazón.”
El rey le proporcionó apoyo y hasta alojamiento, pero no por mucho tiempo. Presiones políticas llevaron a alejar al compositor porque, según el gobierno, era una mala influencia para el rey.
El dolor de Luis II fue tal que, para frenar esa melancolía, concentró todo su empeño y energía en la construcción de los palacios y castillos de cuento con los que siempre soñó. Uno de ellos es el palacio de Linderhof.
Conozcamos el palacio de Linderhof
Esta fue la única obra del Rey Loco que pudo ver completada y, de hecho, vivió en el palacio varios años. Un palacio inspirado claramente en el de Versalles, eso sí, bastante más modesto.
En la visita al palacio verás estancias similares a las de Versalles como la Sala de los Espejos, la biblioteca y algunos dormitorios. Por supuesto en cada una de estas estancias se refleja la ostentosidad de Luis II de Baviera.
Los jardines
Hay que recorrerlos con calma, porque son magníficos. Cincuenta hectáreas de terreno que parecen no tener fin. Verás un estanque con una fuente que lanza un chorro de agua a 22 metros de altura y varias terrazas.
No te pierdas el templo de Venus. Es una pequeña construcción desde donde podrás observar el palacio y todo el magnífico entorno natural que lo rodea.
La gruta de Venus
Es un espectacular espacio artificial donde el rey escuchaba sus obras preferidas. Pero no es una cueva corriente. Estaba dotada de los mayores avances de la época, tenía calefacción y hasta un sistema de iluminación eléctrica.
En ella hay un pequeño estanque con una máquina para hacer olas. Y, por si fuera poco, las paredes están decoradas con pinturas y también tenía un aparato para proyectar el arco iris.
Otros rincones de palacio
Aún nos falta hablar de varios elementos, como el kiosco morisco, un pabellón creado para la Expo del 1867 y que el rey compró y remodeló a su antojo. También hay que ver dos pequeñas pero singulares construcciones de madera: la choza de Hunding y la ermita de Gurnemanz.
Y para terminar la visita, nada mejor que conocer la pequeña casa de Maximiliano II, el padre de Luis II de Baviera. Es un edificio que tenía para usar en tus temporadas de cacería. Hoy tiene en su interior una pequeña exposición que deleita a todo el que la visita.
Como ves, el palacio de Linderhof no tiene desperdicio, y gracias a todos los atractivos que tiene, pasar un día en él es muy ameno y divertido. ¡Ah! No te olvides de ver la Casa Marroquí, que fue parte de una Expo Universal celebrada en París en el año 1878.