Candelario en Salamanca, un pueblo de sabor tradicional
Candelario es una de esas joyas escondidas en la amplia provincia de Salamanca. Una población de montaña digna de una escapada, tanto por su patrimonio histórico como por su entorno natural, y es que no hay que olvidar que Candelario se halla en la siempre atractiva Sierra de Béjar. Y a su vez, es una localidad integrada en la Mancomunidad Ruta de la Plata, que atraviesa de sur a norte la provincia salmantina.
El emplazamiento de Candelario
Antes de llegar a este núcleo urbano es obligado atravesar los densos bosques de castaños y robles que la rodean. Unos bosques de enorme atractivo natural. Tanto que se conocen como el Espacio Natural Protegido de Candelario y están considerados como Reserva de la Biosfera por la Unesco.
La arquitectura tradicional de Candelario
Uno de los elementos más emblemáticos y destacados durante una visita a Candelario es su arquitectura tradicional. Unas construcciones que, como es habitual en la áreas de montaña, están realizadas con piedra.
En el caso de esta bella localidad, las casas tienen grandes muros para proteger a sus habitantes de las inclemencias meteorológicas, aunque en esos muros se abren grandes balcones. Y un elemento característico son las famosas batipuertas, cuya función es de lo más variada y que son una especie de media puerta que antecede y protege a la principal.
Todo en la arquitectura y el urbanismo de Candelario está vinculado al emplazamiento geográfico de la población. De ahí esa adaptación a lo escarpado del terreno que concede poco espacio para la línea recta. Por eso, el núcleo urbano es un auténtico laberinto.
Más allá de su trazado, en sus calles llaman especialmente la atención las regaderas, es decir, unos canalillos laterales que sirven para que desagüen las habituales heladas en la localidad y en la sierra.
Los templos de Candelario
En todo ese armonioso entramado urbano hay un edificio que destaca sobre el conjunto, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. De enormes dimensiones, comenzó a construirse en el siglo XIV y en ella se mezclan estilos que van del románico al barroco. En el interior destaca un retablo dedicado a los Mártires, realizado en el siglo XVI.
Igualmente merece una visita la ermita del Santísimo Cristo del Refugio. Está en la parte baja del pueblo y tiene un retablo de estilo rococó.
Las fiestas en la villa de Candelario
Como os podéis imaginar, con sus escasos 1.000 habitantes, la villa es de lo más tranquila durante gran parte del año. Sin embargo, su tranquilidad se transforma en espíritu festivo durante varios días cada año. Una de las grandes festividades es el 2 de febrero, cuando se celebra el día de la Candelaria.
Ese día coincide con el final de la labores relativas a la matanza del cerdo y la elaboración de los famosos embutidos del lugar. Embutidos que es típico dejar secar en los carismáticos y singulares balcones abiertos en las fachadas de las casas tradicionales. Es decir, si hacéis una escapada a Candelario en esas fechas os divertiréis de lo lindo, y si la hacéis en cualquier otra fecha, no dudéis en probar y comprar sus embutidos tradicionales.
Pero hay más fiestas renombrables, como las de Santa Ana en julio, en honor de la patrona de la población. Y no podemos dejar de mencionar la Boda Típica, que desde 1989 se celebra y que recuerda cómo se contraían nupcias en el siglo XIX.
Si aparecéis el segundo domingo de agosto en Candelario descubriréis este evento, y por momentos os parecerá que habéis viajado en el tiempo, ya que gran parte de los vecinos se visten con trajes de época y tradicionales para la ocasión.
“Hay mucha diferencia entre viajar para ver países y para ver pueblos.”
-Jean Jacques Rousseau-
Un último apunte, los meses más fríos son una buena oportunidad para visitar Candelario, sobre todo si te gusta esquiar. Muy cerca se encuentra la estación de esquí de Sierra de Béjar-La Covatilla, con 31 pistas y más de 20 kilómetros esquiables.