Una visita al castillo de Belfast: descubre su leyenda
Es uno de los edificios más emblemáticos de la capital de Irlanda del Norte, por lo que la visita al castillo de Belfast es obligatoria para todos aquellos que se trasladen hasta la ciudad. En este artículo te descubrimos todo lo que tienes que saber sobre esta maravillosa construcción.
La leyenda del castillo de Belfast
Vamos a comenzar hablando de una curiosidad, más bien sobre una leyenda relacionada con el castillo. Dice la historia que sus habitantes solo tendrían suerte mientras hubiera allí un gato blanco. Llamativo, ¿no?
Pues bien, se lo debieron de tomar muy en serio y seguro que te das cuenta nada más llegar. En muchos rincones del castillo verás gatos blancos. Gatos de todos los tamaños en forma de mosaicos, pinturas o esculturas que adornan los jardines. Será el recuerdo más singular que te llevarás de la visita al castillo de Belfast.
Conoce la historia del castilllo de Belfast
El castillo de Belfast original se construyó a finales del siglo XII. Era una edificación normanda que se levantaba en lo que hoy en día es el centro de la ciudad.
Varios siglos después, en 1611, fue sustituido por una fortaleza de piedra y de madera que sirvió de hogar para Sir Arthur Chichester y que, por desgracia, se incendió en 1708.
Pasaron años hasta que un descendiente de la familia Chichester, el tercer marqués de Donegall, quiso construir otro palacio: el actual castillo de Belfast. Este data del año 1862, aunque fue completado más tarde por el octavo conde de Shaftesbury.
Un castillo diferente
Lo cierto es que el castillo en nada se parece a su antecesor. De momento, la ubicación es distinta, ya que este se sitúa en las laderas de la colina Cave Hill. Una localización que no podría ser mejor, ya que Cave Hill, al elevarse casi 370 metros sobre el nivel del mar, ofrece unas inmejorables vistas de toda la ciudad de Belfast.
El perfil escarpado de la colina en la que se asienta el castillo le ha valido el sobrenombre de “nariz de Napoleón” al parecerse al perfil del gobernante francés.
Del proyecto se encargó el arquitecto e ingeniero Charles Lanyon, que también fue responsable de otros edificios importantes de la ciudad, como de la Casa de Aduanas o de la Biblioteca Linehall. Para ello, se basó en una mansión al estilo de escocés, de aspecto muy sobrio, y en una serie de torreones.
En 1934, el hijo del octavo conde de Shaftesbury decidió ceder la construcción a la ciudad de Belfast. Tras el regalo, el Ayuntamiento comenzó una importante remodelación que duró diez años y que tuvo un coste de más de dos millones de libras. Finalmente, el edificio volvió a estar abierto al público en 1988.
Información práctica para la visita al castillo de Belfast
El edificio está abierto al público todos los días de nueve de la mañana a seis de la tarde, a excepción de aquellos en los que se celebre algún evento importante. Y es que desde que el castillo de Belfast fue cedido al Ayuntamiento ha sido escenario de numerosas bodas, eventos de todo tipo o conferencias.
La visita al castillo de Belfast es gratuita. Y da la sensación de que nos estamos colado en una gran mansión, pues, además, se pueden abrir las puertas y andar por donde se quiera. Tan solo hay que respetar aquellas salas privadas en las que el acceso está restringido a los turistas.
Aunque el piso que más nos interesa es el segundo, que es donde se encuentra el centro de visitantes y en el que se cuenta la historia del parque, Cave Hill, el castillo y sus habitantes; así como un dormitorio que alberga una colección de fotografías de bodas tomadas en el lugar entre la década de 1940 y la actualidad.
Además del castillo, en el recinto se pueden visitar una tienda de antigüedades, un parque infantil para disfrute de los más pequeños y el restaurante Cellar, cuyos platos innovadores están elaborados con productos frescos.
Llegar al recinto es muy sencillo. Basta con coger un taxi que nos deje en Antrim Road, que se encuentra a tan solo diez minutos del centro; o con montarnos en un autobús. Luego solamente tendremos que caminar unos quince minutos desde la entrada del castillo hasta el edificio.