La mágica isla del Príncipe Eduardo en Canadá
Canadá es uno de esos países que suelen pensarse cuando a uno le preguntan a dónde le gustaría ir. El frío reina gran parte del año y puede ser el motivo para al final no visitarlo. Pero la isla del Príncipe Eduardo es una buena muestra de que existen sitios y épocas donde poder disfrutar de un lugar especial, donde ir de vacaciones con impresionantes paisajes.
La isla del Príncipe Eduardo, un lugar privilegiado para perderse
La isla del Príncipe Eduardo está al norte de la península de Nueva Escocia. Su extensión es de 5.660 kilómetros cuadrados y su capital Charlottetown. Como lengua oficial tienen el inglés. El turismo, la agricultura y la pesca son sus principales actividades.
Este paisaje está dominado ampliamente por pastizales y mágicos bosques. También dispone de una bella costa donde las playas de arena rojiza parecen extenderse hacia el infinito. Visitar esta isla es hacerlo a un lugar de tranquilidad con un ambiente bastante rural. Es ideal para los turistas que busquen relajarse y estar rodeados de calma absoluta, sin el estrés de las áreas urbanas.
En los meses invernales sí que es cierto que la temperatura de la zona es bastante fresca. Pero si optamos por ir en época estival, entre julio y agosto, las temperaturas suelen ser de unos 23 grados durante el día, lo cual es ideal para poder visitar estos paisajes.
Historia de la isla del Príncipe Eduardo
La isla la habitó en un principio una tribu llamada “micmac”. Pero los primeros europeos que llegaron hasta ella fueron los franceses. Después de las tensiones bélicas entre galos e ingleses pasó a ser territorio británico por el Tratado de Utrecht de 1713.
Los británicos fueron los que cambiaron el nombre de la isla, que para los franceses era San Juan. El nombre de Príncipe Eduardo se eligió para rendir homenaje a uno de los hijos del monarca Jorge III del Reino Unido. Las autoridades de la zona, que ganaron mucha autonomía en esta época, se unieron a Canadá en 1873.
Playas y costas en la isla del Príncipe Eduardo
Las playas de la isla tienen como principal característica su limpieza y ese tono rojizo que recorre muchas de sus costas. Para quien las visita, se puede elegir entre estar en una zona populosa rodeado de otros turistas, o lanzarse a la búsqueda de algunas más solitarias. Allí es fantástico relajarse al escuchar el sonido del mar en un entorno de ensueño.
Existen muchos turistas que gustan de ir a ver los típicos faros tan famosos en la región. Pueblan la costa de la isla. Puedes también realizar interesantes rutas en bicicleta o caminar por la campiña existente.
Otros detalles de la isla
Los amantes de la buena gastronomía tienen suerte. Aquí se puede disfrutar de multitud de platos marinos, como marisco u ostras. Otros productos interesantes son los producidos en las granjas de la isla.
No es extraño que cada vez más visitantes deciden tomarse unas vacaciones en la zona. La tranquilidad y las posibilidades de hacer turismo al aire libre son múltiples y el auge del respeto por naturaleza invita a ello.
Si además de conocer la isla, deseas hacer algo más de turismo por el país, Montreal es la ciudad grande más cercana y un lugar interesante para visitar. Estados Unidos está muy cerquita y Nueva York puede ser otra alternativa.
Dos tendencias turísticas cuya mezcla puede ser mucho más que aconsejable. Con ellas se conjuga el goce de la naturaleza más auténtica con un viaje más urbanita para realizar compras o ver los encantos de las grandes ciudades norteamericanas.
“Una vez que viajas, el viaje nunca termina. La mente nunca puede desprenderse del viaje.”
– Pat Conroy –
En la isla del Príncipe Eduardo se puede pasar un verano de ensueño. Una alternativa muy inteligente es volar hasta alguna ciudad cercana y desde allí trasladarse hasta la zona. Además, al estar en la costa este hay mejores comunicaciones que si estuviésemos en otras partes del país.
Así que ya sabes, si quieres conocer una zona paradisíaca, sin aguantar el agobiante calor veraniego y disfrutando de una naturaleza privilegiada, la isla del Príncipe Eduardo puede merecer la pena. Una manera de desconectar que cautiva a todo aquel que la visita. ¡Anímate a conocer una parte de Canadá diferente!