Disfruta de la floración de frutales en Aitona
Hoy os proponemos una escapada diferente. Un viaje para presenciar uno de los más fascinantes espectáculos de la naturaleza. Los períodos de floración con los que la madre naturaleza nos obsequia cada temporada son breves, puntuales y mágicos. Nos vamos a Lleida para contemplar la floración de frutales en Aitona.
Situada en la comarca del Segriá, Aitona sitúa su origen en un antiguo castillo sarraceno. Una tierra llena de encantos que nos espera para salir en busca de la flor rosa del melocotonero.
Un mar de flores envuelto en montones de leyendas, una rica historia y un maravilloso patrimonio cultural hacen de esta visita algo realmente especial. No te duermas y prepara tu bolsa de viaje. Dos semanas tienes para presenciar este estallido de color. Síguenos, que te lo contamos.
Un poco de historia sobre Aitona
Su nombre parece una toponimia de origen árabe, “d´Azitona” (aceituna). Conquistada por Ermengol VI de Urgel en 1145, permaneció en posesión de su corona hasta el año 1212. Un año después se convirtió en la baronía de Aitona y en 1223 quedó en manos de la familia Montcada.
Uno de los símbolos del escudo de Aitona es el gallo. Un animal especialmente importante para esta población. Según la leyenda, fue alertada del ataque inminente de los árabes por todos los gallos de la villa, que empezaron a cantar a la vez. Gracias a esto, Aitona se salvó del ataque.
Todavía pueden verse algunos restos del castillo que dio origen a la villa, en lo alto de una colina. También puede visitarse el santuario de San Juan de Carratalán, reconstruido por los Caballeros Hospitalarios sobre una antigua mezquita.
La floración de los frutales en Aitona
A este momento ya se le conoce como el “Valle del Jerte catalán” o “primavera de Japón en Aitona”. Una escapada que se ha convertido en los últimos años en un viaje exclusivo, desconocido y único para experimentar uno de los espectáculos naturales más bonitos del mundo.
En sus orígenes estas eran tierras de secano, que empezaron a transformarse con el cultivo de perales y manzanos. Con el tiempo se convirtió en un paisaje de inmensos campos de melocotón, mezclados con cerezos e incluso con higueras.
Una antigua acequia de origen árabe, con 27 kilómetros y 25 metros de desnivel, junto con otros canales, sirvieron a Aitona para completar un paisaje único que ha servido como escenario de películas.
Existen varias rutas guiadas en autocar que pueden contratarse para la visita a los campos. Pero existe también la posibilidad de realizarlas por tu cuenta. Estas son las tres propuestas de Aitona para tu visita libre, las tres pueden realizarse andando o en bicicleta:
- Ruta de Sierra Brisa: es una ruta que asciende por los caminos que rodean el pueblo para obtener las mejores vistas panorámicas. Unos 4,5 km.
- Ruta del árbol frutal: una ruta completamente plana entre los árboles frutales y el río Segre. Unos 6,5 km.
- Ruta del camino verde natural Aitona-Soses: bordeando el río Segre, desde Aitona hasta Soses. Es una ruta verde con fauna autóctona de unos 10 km.
Gastronomía de Aitona
Después de recorrer sus campos y llenar todos tus sentidos con la experiencia, nos queda sentarnos a la mesa y ver qué tienen estas tierras que ofrecer al paladar. En Aitona te esperan unas catas magnificas de todas las artes culinarias que sus habitantes han desarrollado con su producto estrella.
Puedes probar la exquisita coca de recapte con melocotón, el melocotón con vino o nuevas combinaciones, como el etoscagin o el chupito de genó. La guinda perfecta para después de un maravilloso recorrido entre los bellísimos frutales de Aitona.
Algo más que flores
Aitona posee, además, un rico patrimonio cultural que no puede dejar de visitarse. El castillo de Aitona y el santuario, anteriormente mencionados son algunos de ellos.
El barrio de la morería es un fascinante conjunto histórico con un estrecho entramado de callejuelas, bastante raro por estas tierras. La iglesia parroquial de San Antolín Mártir, del siglo XVIII y la capilla de San Cayetano, completan esta escapada tan singular.
Un mar de flores rosas, cuyos pétalos cubren incluso las carreteras. No se nos ocurre paraje más idílico donde perdernos. La visita recomendada es en marzo, por el espectacular color rosa del paisaje.
Sin embargo, durante todo el año los colores de los frutales de Aitona van cambiando de tonalidad. El paisaje está en constante transformación, por lo que la visita en cualquier época jamás decepciona.