La condición y la vida de las mujeres en la Edad Media

Desde finales del siglo XX se desarrollan investigaciones históricas que quieren dar visibilidad a la figura de la mujer, ignorada durante siglos en los relatos históricos.
La condición y la vida de las mujeres en la Edad Media
David Díaz

Escrito y verificado por el historiador David Díaz.

Última actualización: 11 junio, 2019

La idea de la sociedad medieval está fuertemente marcada por una visión teológica y masculina. La imagen que tenemos de las mujeres en la Edad Media es de total subordinación. Últimamente, la historiografía ha puesto énfasis en hacer una historia de las mujeres que, lejos de negar la masculinización y el papel subordinado de la mujer en aquella época, ha permitido matizarlo y comprenderlo.

En este artículo, por un lado, queremos hablar de cómo se representó a las mujeres en la Edad Media. Por otro, hablaremos de los distintos roles que desempeñaron las mujeres en la sociedad medieval.

Representaciones de las mujeres en la Edad Media

El Medievo fue un período en el que la Iglesia católica tenía un enorme poder político, económico y social. Los clérigos eran, prácticamente, los únicos que sabían leer y escribir. Así, a través de trabajos escritos, pero sobre todo a través del púlpito, tenían el enorme poder de construir imaginarios.

Las dos mujeres: la santa y la bruja

Representación de una bruja
Representación de una bruja – Santiago Camado / Wikimedia Commons

Desde la Iglesia católica, dos fueron las imágenes que se construyeron de las mujeres. Una, encarnada en la figura de la Virgen María, que tenía unas virtudes que solamente podían tener las mujeres santas. La otra forma de representar a las mujeres se fundamentaba en la figura de Eva.

Esta figura del Génesis dotaba a las mujeres de ideas negativas. Se las asociaría al mal, a la oscuridad, a la imperfección, a la suciedad, al engaño y a la enfermedad. Las mujeres simbolizaban la tentación y seducción frente al hombre. Eran la forma del pecado, la última tentación.

Esta mujer satanizada, asociada al mal, es la que generó la figura de la bruja. La bruja no fue solo una representación de las mujeres, sino que fueron consideradas seres reales. Por ello, se inició una persecución contra ellas que tuvo su momento álgido en la Edad Moderna.

Las mujeres que gozaran de cualquier tipo de independencia eran proclives a ser consideradas brujas. Se incluía a toda mujer que escapase de los roles de género establecidos y que quedara fuera del control masculino a través de la familia. Mujeres solas, solteras o viudas, pobres, viejas, extranjeras, melancólicas, sanadoras, todas podían ser brujas.

“La mujer es la forma del pecado”

Según afirma Anna Caballé, la demonización de la mujer como forma del pecado fue una estrategia utilizada por la Iglesia católica. Ante la obligación de los sacerdotes de cumplir celibato, la Iglesia tuvo que hacer frente al deseo sexual masculino para convencer a los varones de que formaran parte de ella.

“La inteligencia del poder eclesiástico está en ubicar la represión en un aspecto incontrolable y vital de la naturaleza humana, y, por tanto, situar al individuo en conflicto permanente entre su deseo y la prohibición del mismo, de modo que no pueda escapar al sentimiento de culpa.”

La mujer en el ámbito literario

Mujeres en la Edad Media
Mujeres medievales

En la literatura medieval existe una ambivalencia en la forma de representar a las mujeres. Por un lado, está la concepción de la mujer en la cultura cortesana. Así, en la poesía provenzal, se exaltaba el amor cortés y la bona cansó, donde se narraban historias de amor en las que se elogiaba a las damas. Estas eran admiradas por hombres, representados como sujetos pasivos.

Por otro lado, se desarrolló la mala cansó, en la que se intentaba ridiculizar a las mujeres para despertar la comicidad del público. Además de la mala cansó en la poseía provenzal, también se crearon obras didácticas en las que se describía a las mujeres con el único objetivo de defender la supremacía del varón frente a la mujer, según apunta Anna Caballé.

“[…] es un sexo envidioso, liviano, irascible, avaro, desmedido en la bebida y de vientre voraz; disfruta con la venganza, anhela siempre vencer sin miedo a crimen o engaño alguno con tal de poder vencer; por medios lícitos e ilícitos desea obtener lo que quiere y nada que sea placentero le parece ilegítimo.”

-Íñigo de Mendoza, clérigo de la corte de Isabel de Castilla-

Muchos fueron los personajes literarios que se crearon para representar a las mujeres con ciertos caracteres negativos. Algunos fueron Melusina, la Celestina, Ginebra, Viviana o Morgana. Todas estas mujeres representaban esa condición de la mujer malvada expuesta anteriormente en el texto de Íñigo de Mendoza.

Argumentos médicos sobre el cuerpo de la mujer

Mujeres tocando en la Edad Media
‘De claris mulieribus’ – Wikimedia Commons

Uno de los tópicos medievales más recurrentes del carácter femenino fue el de la voracidad sexual femenina. Este tópico que, una vez más, quería defender una posición privilegiada del hombre, fue avalado por argumentos médicos que decían:

“[…] el exceso de humedades no expulsadas que retiene la vagina produce enfermedades como la histeria y el deseo sexual insaciable de la mujer, la cual, una vez ha conocido el coito, puede agotar al varón y hacerlo enfermar.”

Al mismo tiempo que se desarrolló este discurso negativo de las mujeres, otro tipo de literatura exaltaba a un tipo de mujer ideal, una mujer virtuosa, perfecta mujer casada, etc. Estas argumentaciones fueron un esfuerzo por reducir a las mujeres al ámbito doméstico. Ahora bien, ¿cómo era la vida cotidiana de las mujeres en la Edad Media?

La cotidianidad de las mujeres en la Edad Media

La sociedad feudal estuvo fuertemente marcada por la estratificación social. Así, dependiendo del lugar de nacimiento de una persona, pasaba a formar parte de un estamento u otro. La movilidad entre estamentos prácticamente era estanca, por tanto, si una persona nacía en el campesinado, toda su vida permanecería en ese estamento.

De este modo, dependiendo del estamento al que pertenecían las mujeres, desempeñaban un rol u otro dentro de la sociedad. Así, en la Edad Media nos podemos encontrar mujeres que ejercían la prostitución, mujeres campesinas o trabajadoras artesanas, religiosas, nobles e incluso reinas.

Los estratos más bajos: prostitutas, campesinas y mujeres urbanas

Escena campesina de mujeres en la Edad Media
‘Les Très Riches Heures du Duc de Berry’ – R.M.N. / R.-G. Ojéda / Wikimedia Commons

Las prostitutas eran el estrato más bajo. Eran mujeres marginadas, expuestas a todo tipo de violencia, enfermedades venéreas y escarnio público. Generalmente, las mujeres que ejercían la prostitución eran viudas pobres con hijos a su cargo o mujeres violadas que habían sido rechazadas por sus familias.

Como sucede hoy en día, existía una doble moral con esta profesión. A pesar de lo mal vista que estaba, su ejercicio se aceptaba con normalidad puesto que, según los estudios de J. Rossiaud, era una forma de proteger el matrimonio y evitar la agresión a chicas jóvenes.

El estamento más amplio de la pirámide de población medieval lo formaban el campesinado y los trabajadores urbanos. Dentro de este estamento, las mujeres eran relegadas al espacio doméstico donde, además de participar en la economía familiar, realizaban las tareas de los cuidados.

Investigaciones recientes están demostrando que fuera del ámbito doméstico también realizaban actividades económicas de distinta índole. Así, trabajaban como lenceras, silleras, zapateras, calceteras, etc.

Las mujeres religiosas en la Edad Media

Santa Teresa de Jesús
‘Santa Teresa de Jesús’, de Ribera – José Luis Filpo Cabana / Wikimedia Commons

En el Medievo la figura de la monja tuvo mucho protagonismo, ya que muchas mujeres decidían dedicar sus vidas al Señor. Algunas de ellas sentían la llamada, pero mayoritariamente los motivos que las hacían entrar en un convento eran cuatro:

  • Tener una mayor independencia y libertad.
  • Escapar de la pobreza.
  • Obtener el perdón de pecados cometidos.
  • Por ser viudas.

Estas mujeres fueron un grupo muy heterogéneo, muy valorado y cultivado. Algunas de las figuras femeninas que no han sido invisibilizadas pertenecen a este colectivo. Un ejemplo de ello es Santa Teresa de Jesús.

Mujeres de la nobleza

Las mujeres que pertenecían a la nobleza también desempeñaban sus actividades en el ámbito doméstico: control del servicio doméstico, educación y cuidado de los hijos o estar pendiente de la economía familiar cuando el marido se ausentaba del hogar. La educación era una de las diferencias entre estas mujeres y las del apartado anterior.

La figura femenina se consideraba un instrumento para la procreación y una herramienta política. Así, a través del matrimonio se sellaban pactos políticos entre familias. En este escenario, las mujeres tenían un papel secundario, aunque había ocasiones en las que podían adquirir un papel protagonista y acumular mucho poder, como en el caso de algunas reinas.