La cueva de Movile: un lugar insólito y fascinante
La cueva de Movile se encuentra en la ciudad de Constanza, en Rumania, y forma parte de esos lugares extraordinarios que obligan a la ciencia a cuestionarse más profundamente temas relacionados con el origen de la vida y su evolución.
Ubicada muy cerca de la zona costera del Mar Negro, la caverna se extiende subterráneamente por un área de más de 100 kilómetros cuadrados. Esta zona alberga un ecosistema único, con especies que solo existen allí.
Los expertos consideran que varias especies de superficie quedaron atrapadas en La cueva de Movile hace más de 5 millones de años. Durante este tiempo, lograron sobrevivir, adaptarse y evolucionar hasta convertirse en nuevas especies.
El descubrimiento de la cueva de Movile
La cueva de Movile fue descubierta de manera accidental por el geólogo Cristian Lascu, en 1986. Él era parte de un grupo de trabajadores de campo cuya misión consistía en ubicar el sitio más adecuado para el montaje de una central térmica.
La planta buscaba generar electricidad durante el gobierno del dictador Nicolas Ceacescu, en la entonces República Socialista de Rumania. A partir de ese momento, el acceso a la cueva de Movile fue prohibido, razón por la cual solo científicos privilegiados han podido ingresar a ella para estudiarla.
Aunque la mayor parte de esta estructura es inaccesible, se sabe que varios sectores mantienen niveles prácticamente fijos de agua a una temperatura constante de 21 °C. Por otro lado, los investigadores están convencidos de que lo encontrado hasta ahora solo es la punta del iceberg, y que en el futuro publicarán nuevas sorpresas.
El milagro de la vida en esta cueva
En el interior de esta caverna, el mundo cambia de repente y se transforma en un enorme espacio oscuro, pero lleno de vida. Allí habitan arañas, centípodos, escorpiones de agua, isópodos y sanguijuelas, entre otros invertebrados.
En la profundidad de la cueva de Movile, el aire contiene el 50 % del oxígeno que usualmente se encuentra en el exterior. En el mismo sentido, esta atmósfera es rica en sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono.
Hasta ahora, los científicos han podido identificar 49 especies distintas, de las cuales 33 solo existen en este lugar. En todas ellas se han producido cambios evolutivos importantes que les permiten adaptarse mejor a estos entornos.
Por ejemplo, la mayoría de estos animales presentan albinismo, es decir, ausencia de pigmentación en la piel debido a una mutación genética, por lo que son de color blanco. La pigmentación en la piel es consecuencia de la melanina, una proteína que tiene la función de proteger contra la radiación solar, pero en la oscuridad no tiene utilidad.
Igualmente, son ciegos por el mismo motivo: en la oscuridad absoluta no hay nada que ver. En cambio, desarrollaron antenas y patas largas que funcionan como los sentidos del tacto y olfato, los cuales sí son útiles en este tipo de ambientes.
El enigma persiste
Para los investigadores, resulta un verdadero misterio cómo la cueva de Movile permaneció tanto tiempo aislada del resto del mundo. Aunque su taponamiento pudo haber sido resultado de un derrumbe, debieron pasar 5 millones de años antes de volver a ver la luz.
La cueva de Movile se extiende por más de 100 kilómetros cuadrados formando túneles y cañones verticales en un ambiente húmedo y carente de luz. Como mencionamos con anterioridad, los científicos suponen que las especies de animales encontradas allí quedaron atrapadas.
De alguna manera, estos animales encontraron la forma de reproducirse e irse adaptando a este espacio subterráneo y hostil. Esto constituye un ejemplo claro de la tenacidad de la vida para no desaparecer.
La clave de la vida en la cueva de Movile
El punto clave en la cueva de Movile es, sin dudas, la presencia de un tipo de bacterias pertenecientes al grupo arqueobacterias, que además incluye a todas las extremófilas. Su importancia radica en que pueden fabricar su propio alimento a partir del azufre y amonio presentes en la cueva y, al mismo tiempo, son fuente primaria de alimentación para otras especies.
Estamos habituados a que microorganismos y plantas obtengan la energía que requieren para sobrevivir de un proceso de fotosíntesis, que solo funciona en presencia de luz solar. Sin embargo, también existen muchas especies capaces de obtener esa energía y nutrientes por otros medios, como en este caso.
El ecosistema descubierto en la cueva de Movile es el primero y único de su clase, aunque vale aclarar que ambientes parecidos se han encontrado en el fondo marino. No obstante, el de esta cueva es de carácter terrestre.
La cueva de Movile, según los expertos, es el único ecosistema de estas características capaz de ser autosuficiente. Esto quiere decir que tiene la capacidad de producir y consumir la energía que requiere para existir sin intervención externa de ningún tipo.
Estos aspectos son tratados con profundidad en un estudio realizado por el científico Serban M. Sarbu, de la Universidad de Cincinnati. Los conceptos y resultados de esta investigación fueron publicados en la revista Science.
Fotosíntesis versus quimiosíntesis
En la superficie terrestre, la cadena alimentaria se inicia con las plantas, que son capaces de fabricar su propio alimento a partir de la fotosíntesis. De ahí pasa a los herbívoros y luego a los carnívoros.
Lo más interesante de todo es que si no existieran plantas en la superficie terrestre, la vida se extinguiría sobre el planeta. En otras palabras, las plantas no requieren de otras especies para sobrevivir, mientras que las demás especies sí le deben su existencia a las plantas.
Lo que sucede en la cueva Movile es similar, solo que, en lugar de fotosíntesis, las bacterias elaboran su propio alimento a partir de la oxidación del sulfuro de hidrógeno. De este modo, inician la cadena alimentaria de las demás especies.
La trascendencia de este descubrimiento aporta información valiosa que ayuda a comprender mejor el origen de la vida en el mundo. A su vez, brinda elementos para un mayor entendimiento acerca de cómo podría darse la vida en otros planetas.
- SERBAN M. SARBU, THOMAS C. KANE, BRIAN K. KINKLE. 1996. A Chemoautotrophically Based Cave Ecosystem. SCIENCE. https://science.sciencemag.org/content/272/5270/1953