El doctor Livingstone, supongo

La célebre frase "El doctor Livingstone, supongo" la escribió Henry Stanley para referirse a su encuentro con el célebre explorador tras varios años perdido en el corazón de África. Un momento que reunió a dos aventureros inolvidables.
El doctor Livingstone, supongo
Armando Cerra

Escrito y verificado por el historiador del arte Armando Cerra.

Última actualización: 08 abril, 2020

David Livingstone es uno de los exploradores más famosos de todos los tiempos. Fue un personaje que estudió el sacerdocio y también medicina, pese a sus orígenes humildes. Acabó pasando gran parte de su vida en el continente africano, donde se convirtió en un referente antiesclavista, además de ser el primer hombre blanco que contempló verdaderas maravillas del continente negro.

Los orígenes de Livingstone

David Livingstone

David Livingstone nació en la pequeña población escocesa de Blantyre. La suya era una familia de lo más humilde, por lo que desde niño trabajó para ayudar a la economía familiar. Sin embargo, también pronto mostró sus inquietudes por el estudio. Así, animado por su padre, se inició en la formación como sacerdote.

Sin embargo, también quería ser médico. Y para lograrlo consiguió ingresar en la principal universidad de Escocia, la de Glasgow. De esta manera, siendo teólogo y médico, ya estaba preparado para ser misionero, su gran pasión.

El primer viaje de Livingstone a África

Inicialmente, su primera misión le iba a llevar a China. Sin embargo, estalló la guerra del Opio en Oriente por el control de la planta de la adormidera y la droga que se extrae de ella, de modo que aquella misión se suspendió. Pero surgió la oportunidad de variar el destino: Sudáfrica. Y aquel cambio iba a resultar determinante en su vida.

Las cataratas Victoria

Visitar las cataratas Victoria,
Cataratas Victoria

Hay que tener en cuenta que a mediados del siglo XIX, la pasión por la exploración de territorios desconocidos era casi una obligación por parte de las grandes potencias europeas. Así que en aquel momento, un tipo tan aventurero como David Livingstone estaba en el lugar oportuno.

A lo largo de los años se adentró en tierras indómitas como el desierto del Kalahari o el río Zambeze. Precisamente, siguiendo ese río iba a hacer uno de los grandes descubrimientos de toda su vida: las cataratas Victoria.

Y si bien sus expediciones tenían cierto ánimo descubridor y se preocupaba de cartografiar esos lugares, no era ese el único interés. El gran objetivo era abrir nuevas rutas comerciales y que también sirvieran para la pregonar el cristianismo en la zona.

Nuevas expediciones

Para cumplir con tales objetivos necesitaba de fondos económicos. Y en su búsqueda regresó en varias ocasiones a Inglaterra, consiguiendo financiación para sus nuevos proyectos.

Un ejemplo fue cuando se adentró por la región de los Grandes Lagos para encontrar ríos navegables que quizás le permitieran encontrar un camino que uniera el océano Índico con el Atlántico. Algo que resultó un fracaso y también una tragedia, ya que su mujer falleció en aquella expedición.

Tras aquel duro golpe, se le encargó a Livingstone que buscara las fuentes del río Nilo. Y en su búsqueda recorrió lugares como Zanzíbar, el Congo o el lago Tanganica. Sin embargo, nunca consiguió dar con el nacimiento del gran río africano.

La desaparición de Livingstone

Encuentro entre Livingstone y Morton
Encuentro entre Livingstone y Morton – Galería Wellcome Collection /Wikimedia Commmons

De hecho, buscando aquel misterio de la geografía desapareció. Durante unos años no se supo nada de él. Y entonces tuvo lugar el encuentro más increíble de la historia de las exploraciones. Era el año 1871 y el periodista Henry Stanley había conseguido que el New York Herald le sufragara una expedición para ir en busca de David Livingstone.

Tal y como relata él mismo, se topó con aquel misionero en la ciudad de Ujiji y se acercó hasta él para soltarle su mítica frase: “El doctor Livingstone, supongo”, dado que difícilmente podía haber hallado a otro blanco en aquellas tierras.

Tras ese encuentro continuaron un tiempo en una exploración conjunta, pero cuando Stanley decidió regresar, Livingstone decidió proseguir en su empeño. Pero unos meses después enfermó de malaria y falleció en 1873 en un poblado de la actual Zambia.

Se decidió cubrir de sal su cadáver, y así permaneció varios meses antes de trasladarlo hasta Inglaterra. Es allí donde hoy en día reposan sus huesos, concretamente en la abadía de Westminster. Al fin y al cabo, David Livingstone se había convertido en una especie de héroe nacional por sus descubrimientos y sus proclamas antiesclavistas. Por ello se le enterró allí con todos los honores.

Sin embargo, no consiguió su gran empeño de hallar las fuentes del Nilo. Ese honor iba a recaer precisamente en Henry Morton Stanley, que se había hecho célebre por sus crónicas de cómo halló a Livingstone, y por eso emprendió varias expediciones posteriores por África.