Amundsen, el explorador de los hielos

Las gestas de Roald Amundsen son increíbles. Un espíritu indomable que deseaba con todas sus fuerzas estar en lugares donde nunca otro hombre había estado. Lugares tan inhóspitos como los polos, donde la vida es imposible, pero que, paradójicamente, para él eran su razón de ser.
Amundsen, el explorador de los hielos
Armando Cerra

Escrito y verificado por el historiador del arte Armando Cerra.

Última actualización: 27 enero, 2021

El noruego Roald Amundsen es otro de los grandes nombres de los viajes y de las exploraciones históricas. Estamos hablando de la primera persona que llegó al Polo Sur o que participó en el primer vuelo sobre el Polo Norte. Es decir, fue un hombre acostumbrado a los hielos y a los fríos extremos, y por ello parecía destinado a que su cuerpo desapareciera en esos parajes tan salvajes como remotos.

El joven Amundsen

Roald Amundsen (1872 – 1928) nació en una población cercana a Oslo, en Borge, en una familia vinculada con el mundo de los barcos. Sin embargo, su madre hizo todo lo posible por alejar a su hijo del mar y consiguió que entrara a estudiar medicina.

No obstante, siendo joven, su madre falleció y Roald inmediatamente dejó los estudios para embarcar en un buque cazador de focas. Ese fue el comienzo de sus memorables aventuras por los mares y los hielos.

El primer viaje a la Antártida

Su juventud y sus primeros viajes coincidieron con la fama que adquirió el noruego Fridtjof Nansen, el primero que atravesó la isla de Groenlandia. Y Nansen, desde entonces, se convirtió en un referente para él.

Tras la experiencia que había adquirido en buques cazadores de focas y en balleneros, consiguió enrolarse en una expedición belga que pretendía llegar a la Antártida para encontrar el Polo Sur magnético.

Paisaje de la Antártida

Fue una misión que obviamente no consiguieron, pero que a Amundsen le sirvió para aprender mucho de la navegación en los hielos y de qué comportamientos eran los apropiados para sobrevivir en unas condiciones tan extremas.

Preocupado por su formación

Desde este primer viaje, Amundsen siempre prestó mucha atención a temas como la alimentación o el modo de llevar las provisiones en los barcos o en los trineos. Además, se convirtió en un auténtico experto en ciertas prácticas, como el esquí o los trineos tirados por perros, que ahora se consideran deportes de invierno, pero que en sus expediciones eran claves para sobrevivir.

Además de eso, se preocupó por dominar los aspectos de la navegación y se formó en cuestiones de magnetismo y geografía. E incluso con el tiempo aprendió a volar para realizar una de sus muchas proezas.

Descubrimiento del Paso de Noroeste

Tras aquel primer viaje a la Antártida, este aventurero se propuso un primer reto: quería encontrar la vía marítima que uniera el océano Atlántico y el Pacífico por la parte norte del globo.

Vista de un glaciar en Alaska.

Con ese objetivo zarpó en junio de 1903, en su propio barco y con un reducido grupo de acompañantes. Aquel viaje de Amundsen iba a acabar más de tres años después en la costa sur de Alaska y, obviamente, habiendo atravesado el Paso del Noroeste.

El viaje de Amundsen al Polo Sur

Tras esa misión cumplida, se marcó como objetivo ser el primer hombre en pisar el Polo Norte. Pero se le adelantaron, ya que en 1909 ese hito lo consiguió el aventurero estadounidense Robert Peary. Pese a la depresión inicial, cambió radicalmente su objetivo y se lanzó al Polo Sur, casi en secreto.

Monumento a Roald Amundsen y la tripulación que lo acompañó al Polo Sur.
Monumento a Roald Amundsen y la tripulación que lo acompañó al Polo Sur.

Y lo consiguió: el 14 de diciembre de 1911, llegaron en trineo él y sus acompañantes de expedición hasta el Polo Sur geográfico. Para que quedara constancia, dejó allí una bandera de Noruega, una tienda de campaña y una carta para otro explorador que quería alcanzar el mismo lugar, el explorador Scott, que llegó allí más de 30 días después.

A volar sobre el Polo Norte

Luego de su segundo logro, fue recibido en Oslo como un héroe nacional, pero no quería dormirse en los laureles. Así que se planteó un nuevo desafío: ser de las primeras personas que sobrevolara el Polo Norte.

Retrato de Roald Amundsen.
Imagen: BBC.

Para ello, se embarcó en una expedición en dirigible en 1926 con el italiano Humberto Nobile. Por supuesto, en dos días de vuelo llegaron desde Noruega a Alaska, sobrevolando el lugar más septentrional del planeta.

Sin embargo, esa iba a ser su última gran aventura. Posteriormente, el propio Nobile quiso repetir, pero se perdió en su travesía. Así que Amundsen salió en su búsqueda en un hidroavión, pero aquella nave despareció el 18 de junio de 1928 y los restos de Amundsen jamás se encontraron.

Era el destino de un explorador excepcional, que afortunadamente nos dejó por escrito todos sus viajes. Una lectura muy adecuada para los espíritus más aventureros.