El Muro del Diablo en las montañas Harz de Alemania

A lo largo de varios kilómetros se pueden observar caprichosas formaciones rocosas. Es el Muro del Diablo, en el norte de Alemania. Un lugar que protagoniza una curiosa leyenda.
El Muro del Diablo en las montañas Harz de Alemania
Armando Cerra

Escrito y verificado por el historiador del arte Armando Cerra.

Última actualización: 27 enero, 2021

El Muro del Diablo es uno de los parajes naturales más conocidos por los excursionistas alemanes. Es un sitio ideal para la práctica de deportes en la naturaleza, la realización de fantásticas fotos o el descubrimiento de interesantes aspectos relacionados con la geología.

Y, por supuesto, como buena maravilla natural que es, el Muro del Diablo cuenta con su propia leyenda. De todo ello os vamos a hablar a continuación, seguid con nosotros.

Las montañas Harz

Parte del Muro del Diablo
Muro del Diablo

El Muro del Diablo se prolonga durante 20 kilómetros, que siguen parte del trazado de las montañas Harz. Esta es, posiblemente, la cadena montañosa más importante del norte de Alemania, ya que se prolonga en territorio de tres estados diferentes. Esos estados son los de Sajonia-Anhalt, Turingia y Baja Sajonia.

Pero no hay que pensar que estas montañas Harz no tienen más atractivo que el descubrimiento del Muro del Diablo. Lo cierto es que es un lugar fantástico para los viajeros más intrépidos que quieren disfrutar de los deportes de aventura y al aire libre.

Allí se puede subir al monte Brocken, o aún mejor, es posible recorrer la zona en un viejo tren de vapor como alguno de los que se conservan en diversos sitios de Europa.

No solo eso, también podemos recorrer valles como el de Oker, visitar cataratas como las de Romkerhall, e incluso descubrir el patrimonio de la zona en sitios como el castillo de Falkstein o las iglesias de madera de Goslar.

Qué dice la ciencia del Muro del Diablo

Rocas en el Muro del Diablo
Rocas en el Muro del Diablo – Kpalion / Flickr.com

No obstante, hoy os queremos hablar del Muro del Diablo, o Teufelsmauer, tal y como os lo encontraréis en la señalización germánica. Y lo primero que debéis saber es de qué se trata. Pues bien, es una larga formación rocosa que, como adelantábamos, se desarrolla a lo largo de una veintena de kilómetros.

Se trata de rocas cuya forma se originó hace millones de años, ni más ni menos que en el primer periodo geológico: el Cretácico. Sería entonces cuando las rocas areniscas originales de este lugar se fueron petrificando y moldeando hasta alcanzar las formas tan peculiares que se ven en la actualidad.

La leyenda del Muro del Diablo

Rocas en el muro
Rocas del Muro del Diablo – Mario Storch / Flickr.com

Por momentos, las formas de las rocas del Muro del Diablo nos pueden inspirar cómo serán otros planetas o la existencia de seres mitológicos. Es un espacio ideal para los cuentos. Y si en Alemania hablamos de cuentos, entonces hay que hablar de los hermanos Grimm, entre cuyos relatos aparece este paraje.

Allí se cuenta la leyenda de que Dios y el diablo litigaban por esta zona de Alemania. Como no se ponían de acuerdo, hicieron un trato. Si durante una noche el demonio construía una muralla que delimitara sus posesiones, se quedaría con todo ese territorio. Pero lo tenía que hacer antes de que cantara el gallo.

Obviamente, no lo consiguió, ya que antes de colocar la última piedra un kikiriki inesperado acabó con sus ilusiones. Entonces enfadado intentó destruir lo que había levantado, pero solo lo hizo parcialmente. Así que los restos de aquella apuesta es lo que hoy se llama Muro del Diablo.

Cómo visitar este paraje

Paisaje de la zona
Vista desde el Muro del Diablo – Mario Storch

Un buen punto de partida es combinar la visita al Muro del Diablo con la visita a la población de Quedlinburg. Esta se encuentra a unos pocos kilómetros de este lugar y nos ofrecerá la visión de un magnífico conjunto de arquitectura con entramados de madera, característica de Alemania.

Tras eso, podemos acercarnos a dar un paseo por el Muro del Diablo. Para ello, podéis llegar hasta los pueblos de Weddersleben y Thale, en cuyas inmediaciones hallaréis un aparcamiento para dejar el vehículo.

Desde allí os espera una senda de unos cinco kilómetros de lo más entretenida. Así que calzaros las botas y llevad un poco de agua y hasta un bocadillo, si queréis comer de picnic en este sitio fantástico y por momentos fantasmagórico.