¿Conoces la historia de los viajes de bodas?

En nuestros tiempos, los viajes de bodas son una costumbre muy arraigada. ¿Pero cuál es el origen de esta costumbre? ¿Por qué se les llama “luna de miel”? Aquí te lo contamos.
¿Conoces la historia de los viajes de bodas?

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 12 marzo, 2019

La tradición de los viajes de bodas está vigente en prácticamente todo el mundo occidental. Corresponde a la famosa “luna de miel” y es una costumbre que practican desde los más pobres hasta los más ricos. Rara vez una pareja se priva de ese viaje tan especial.

Los viajes de bodas llegan a ser tan importantes como la boda misma. En esa tradición se parte de la premisa de que una pareja que inicia la vida en común debe tener un tiempo a solas para disfrutar de la compañía mutua y comenzar con el pie derecho la nueva etapa.

Por lo general, los viajes de bodas se hacen a un lugar especialmente romántico. Es un momento inolvidable que marca un antes y un después. Sin embargo, la mayoría de nosotros no sabemos de dónde viene esa vieja costumbre. Investigamos al respecto y esto fue lo que encontramos.

El origen babilónico de los viajes de bodas

Pareja de luna de miel en la playa

No hay certeza de que los viajes de bodas hayan tenido su origen en la antigua Babilonia. Pero se sabe de tradiciones que coinciden con lo que hoy llamamos “luna de miel”. Hace más o menos 4000 años, en Babilonia, el padre de la novia estaba obligado a regalar cerveza de miel durante todo un mes lunar a la nueva pareja.

Una vez terminaba ese lapso, los novios hacían un corto viaje, el cual se asumía como la iniciación de una nueva vida en común. Antiguamente, el tiempo se medía tomando como punto de referencia a la Luna. De ahí vendrían tanto el viaje de bodas, como la luna de miel.

La teoría del origen inglés

Pareja planeando el viaje de novios sobre un mapa

Hay otra teoría según la cual los viajes de bodas tuvieron su origen en el siglo XIX en Inglaterra. Según esta versión, en aquel entonces era muy importante tomar en cuenta a la familia extensa. Primos lejanos, tíos políticos, parientes en tercero o cuarto grado, etc.

Lo cierto es que no todos los parientes podían acudir a la boda. Así que tras las nupcias, los novios tenían que emprender un viaje para ir a visitarlos y compartir con ellos su nueva condición. También era una forma de presentarse en sociedad como pareja. No era un viaje de relax, sino el cumplimiento de un protocolo familiar.

El posible origen germánico

Pareja al atardecer

Además de las anteriores, existe una hipótesis según la cual el origen de los viajes de bodas hunde sus raíces en el pueblo germánico. Dicen que durante la Edad Media, los germanos solo contraían matrimonio en las noches de luna llena.

Esto les traía suerte y abundancia, según sus creencias. Hacían coincidir el inicio de una nueva etapa, con el final del ciclo lunar.

Se acostumbraba a que durante la noche de bodas y durante todo el mes lunar siguiente, los novios bebieran licor de miel. Esto les aseguraba felicidad y una descendencia abundante. Se suponía que la miel tenía poderes afrodisíacos.

En este caso la pareja no viajaba, pero sí se retiraba por unos días del ambiente exterior. Todo ello en conjunto podría ser el origen de la luna de miel.

Quizás todo se debe a los vikingos…

Los vikingos eran de por sí un pueblo viajero y de costumbres muy arraigadas. Se cuenta que en épocas antiguas el matrimonio como tal no se consolidaba a través de una ceremonia, sino de un acto “un tanto” brutal. El enamorado raptaba a la mujer que le había robado el corazón.

Como es obvio, para consolidar el rapto era necesario llevar a la mujer en cuestión muy lejos del lugar en donde estaban sus padres y familiares. Por eso, el secuestrador iniciaba una larga travesía, para ponerse a salvo de las persecuciones que seguían a su acto.

Se llevaban a su mujer y la mantenían oculta hasta que se consumara el matrimonio. Después no había nada más que hacer: esa mujer era suya.

Sea cual sea el origen de los viajes de bodas, lo cierto es que se trata de una bella tradición que se mantiene vigente. Desde el punto de vista psicológico tiene mucho sentido. Se trata de trasladarse a un escenario especial que consolide un recuerdo duradero y agradable para ambos y marque un inicio positivo para la convivencia que comienza.