Historia de la basílica de Santa Sofía en Estambul

Entre el inmenso y valioso patrimonio histórico y artístico de Estambul es difícil destacar un solo edificio. Pero si hubiera que hacerlo, seguramente tendría que ser la basílica de Santa Sofía.
Historia de la basílica de Santa Sofía en Estambul
Armando Cerra

Escrito y verificado por el historiador del arte Armando Cerra.

Última actualización: 24 noviembre, 2019

¿Qué se puede decir de la basílica de Santa Sofía de Estambul? Muy sencillo: que es una de las más importantes obras arquitectónicas que jamás ha hecho el ser humano. Así de rotundo. Si alguien viaja a la ciudad turca, encontrará una de las urbes con más patrimonio del planeta. Pero nada sería igual si no se hubiera construido allí, hace casi 1500 años, la basílica de Santa Sofía o Ayasofia, como la llaman en Turquía.

La cúpula de la basílica de Santa Sofía

Vista aérea de la construcción

La importancia en la historia de la arquitectura universal que tiene la basílica de Santa Sofía, sobre todo, se debe a la increíble construcción de su cúpula. Pocas cúpulas de toda la historia pueden compararse en relevancia. Tal vez el Panteón de Agripa en la Roma Imperial y la gran cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano.

Por cierto, las dos están en Roma, una es anterior y otra posterior a la basílica de Santa Sofía. Y no es una casualidad, ya que la ciudad que en su momento heredó el galardón de capital imperial de la vieja Roma fue Bizancio, el nombre con el que se conocía en la Antigüedad a Estambul.

Una obra bizantina

La construcción de la Santa Sofía se remonta a esa época, ya que la mandó levantar el gran emperador bizantino: Justiniano. Concretamente, se construyó entre los años 532 y 537, siguiendo las directrices de los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.

Ellos fueron los que supieron fusionar en una misma construcción la idea de basílica y templo de cruz griega. Se pasó, además, de una base cuadrada a la idea de un círculo en altura. Es decir, tiene al mismo tiempo tres naves y un ábside.

Mientras, el elemento central es una grandiosa cúpula de más de 30 metros de diámetro que se sostiene por un ingenioso sistema de machones, pechinas y bóvedas de cuarto esfera. Es toda una proeza técnica, y más aún si pensamos que estamos hablando del siglo VI. Sin duda, otros edificios del mundo y de la propia ciudad, como la hermosa Mezquita Azul, heredaron esta estructura.

Exterior de Santa Sofía

Hoy es una mezquita

La basílica de Santa Sofía se construyó como un templo cristiano, pero por los avatares de la historia de Turquía, país en su mayoría de religión musulmana, el templo pasó a ser hace muchos siglos una mezquita. Concretamente, en los tiempos en que Estambul se llamaba Constantinopla y era capital del poderoso imperio otomano que tantos edificios ha legado, como el rico palacio de Topkapi.

Esa es la razón de ciertos detalles que observaréis en vuestra visita a la basílica de Santa Sofía. Para empezar, desde el exterior se distinguen altos minaretes. Son grandes torres que se construyeron en tiempos otomanos para que se llamara desde ahí a los fieles a la oración.

Y una vez dentro, también se ven grandes inscripciones en árabe o alfombras recubriendo el suelo, entre otros elementos que nos indican que estamos en una mezquita.

El interior único y maravilloso de la basílica de Santa Sofía

Interior de la basílica de Santa Sofía

Independientemente de su uso religioso, desde un punto de vista artístico es un edificio increíble. Mientras que desde el exterior nos parece austero, sin apenas elementos decorativos que oculten toda su estructura constructiva, cuando nos adentramos en su espacio sagrado nos dejará boquiabiertos.

Para empezar, porque toda la parte baja de la cúpula está horadada de ventanas gracias a su poco peso, ya que se emplearon materiales porosos y tejas. El hecho es que la fuerte luz del sol entra por esas ventanas y se crea un efecto óptico en el que la cúpula parece flotar sobre anillo luminoso.

Se trata de algo irreal que todavía se pronuncia más gracias a los distintos efectos lumínicos de la luz sobre la intensa decoración dorada de las paredes.

En definitiva, que quien viaje a Estambul está claro que tiene muchos monumentos que ver, muchas compras que hacer en lugares como el Gran Bazar o fantásticas actividades que realizar como navegar por el Bósforo. Pero, sin duda, una de las obligaciones en un viaje a la ciudad turca es maravillarse con Santa Sofía.